Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

Casa de cristal

Junto a la telenovela brasileña, los documentales pirateados al Discovery Channel y la aburrida mesa redonda, coexiste una modalidad de reportajes televisivos émulos de la zaga de ?Big Brother?. En nuestra pantalla chica ,vemos a ciudadanos filmados por cámaras ocultas y asistimos a la divulgación de los mensajes contenidos en sus buzones de correo electrónico, sin que para ello haya mediado la orden de un juez. Como si viviéramos en una casa de cristal inspeccionada por el ojo severo del estado, hasta la propia empresa telefónica graba las conversaciones de sus clientes y las transmite a once millones de atónitos espectadores. La última modalidad de esta disección pública es poner a declarar a doctores que, violando la privacidad de lo dicho en una consulta ?hecho tan grave como el del sacerdote que revela los secretos de confesión- hablan de los pormenores de un caso médico. Salen fotos del interior de las viviendas y de los refrigeradores de quienes han osado contravenir a la opinión oficial, mientras el paparazzi y el policía político se funden en un solo personaje muy cercano al voyeur. No me extrañaría que en algún dossier ?esperando por ser sacado a la luz- aparezca el cuerpo desnudo de un inconforme, como si estar encuero fuera la prueba irrefutable de su ?maldad?. Imágenes sacadas de contexto, frases editadas y ángulos desfavorables para generar aversión en la opinión pública, son algunas de las técnicas sobre las que se construyen estos informes televisivos. En ninguno de ellos se entrevista a la ?víctima?, pues así evitan que la adocenada audiencia compruebe que comparte con ella las opiniones críticas. Para mala suerte de los burdos productores de este tipo de reality show, la tecnología en manos ciudadanas ha comenzado a hacer transparentes también las paredes de sus vidas.  Después de haber sido observados largamente, comprobamos ahora que hay un agujero para mirar al otro lado de la cerca.

Leer más
profile avatar
8 de marzo de 2010
Blogs de autor

El plato hondo

En cuanto animales que somos y dependemos de la alimentación unos recipientes apropiados han viendo haciéndose inseparables del  acto de comer y entre ese surtido de utensilios domésticos, el plato ocupa un puesto central. En los confines de su espacio será donde la moda se sirva y al modo en que el pesebre natural acoge inveteradamente el pienso que se prepara para las bestias.

 Antes y después del plato se extiende un mundo menos y más civilizado puesto que la misma escudilla la comida aparta el rancho más simple del contexto natural y comestible. En la escudilla viaja el alimento hasta el comensal a bordo de una construcción humana. Se come de ella

,acaso con los dedos, pero ella significa preparación y opera en el momento de comer como una base o una ofrenda de servicio esencial, encimado en ella para que la especie humana obtenga, más allá del gusto del condumio el regusto de su participación funcional.

 El plato o la escudilla así un nivel que poniendo a la comida sobre él mismo, diferencia a la condición humana a través del ejercicio de alimentarse. No obtenemos el sustento desde el medio primordial y caótico sino que, precisamente, el sustento llega sustentado por una peana, con un apoyo evidente que le confiere tanto un beneficio higiénico como un agregado ritual.

 El plato es la plataforma sobre la que se encima el alimento civilizado. A través de su materia y de su forma que conjuntamente denotan su fabricación especial se revela deliberadamente la cultura del alimento. De este modo el plato es indicio de una  culturalización de la alimentación, posterior al uso de hojas/plato en algunas tribus y culturas.

 Comemos productos elaborados sobre un recipiente particular elaborado, no productos crudos sobre bases crudas y con las manos. La relación del cuerpo con la comida queda mediatizada, no ya mediante las abluciones rituales, sino a través del empleo del plato y, más tarde, de las cuberterías cada más complejas.

De este modo mediador, ornamentado y retórico, cada vez que la mesa se prepara para comer se establece un intervalo cultural entre el hambre y la saciedad, un hiato o una holgura inspiradora en cuyo espacio se encaja el ritual.

Pero el plato mismo, en cuanto enser concreto y objeto elaborado, contiene a través de su diseño y su estructura la condensación del rito. El plato actúa substrayendo a la comida de su original medio salvaje y obligándola a cumplir un tratamiento civilizatorio o coercitivo, opuesto a lo que sería un simple arrancamiento de sustancias al medio natural y su ingestión sin la presencia simbólica de una loza sin poros, una bandeja pulidas (o un cobijo blindado) que bautiza de voluntad humana a la espontaneidad animal y de preciada demora ceremonial a lo descarnado e impulsivo.

El plato, llano u hondo, cumple la misma función de acotar la vitualla. Una vitualla que así enmarcada y sensibilizada pasa de ser de pitanza a  condumio, de condumio a un yantar cuyos manjares pueden ya unirse a las artes y vicios, concupiscencias inimaginables sin el vibrador de la cultura gastronómica. La gula será la cima de este proceso masturbatorio gracias al cual la necesidad pasa a ser un lujo y los víveres pueden ser banquetes y hasta la adefagía ingresa en la bromatología.

En el curso de estas evoluciones debe distinguirse, no obstante, una cualificación más relacionada y es la relacionable con el sentir de la vida doméstica y es cuyo sistema emocional la diferencia entre el plato llano y el plato hondo se refiere no ya a las condiciones volumétricas de uno y otro sino al diferente valor de su  significado.

El plato hondo remite a un foco culinario en cuyo ámbito  se ha  preparado el sustento para muchos o varios y no, en general,  para uno. Se ha cocinado para el  grupo y no para el viudo o el soltero.

El plato hondo se corresponde con una distribución del producto entre   varios comensales, contados por encima o a granel y no a un número contado con rigor  para obtener las raciones  aritméticas y atribuibles y exactas.

El plato hondo admite un más o un menos que, desde la cuchara grande, se hacen partícipes del estofado, la sopa o el consomé y que, sobre la marcha, según las bocas, deposita sobre el plato  una distinción particular atendiendo a su edad, su salud, su apetito o su deseo particular.

En el plato hondo cabe casi todo lo demás. Cabe en el sentido que cabe casi cualquier nombre y estado del ser. Un plato llano lleva fácilmente a la comida en casi cualquier lugar mientras el plato hondo se siente más atado a las instituciones con mesa, hospitales, colegios, refectorios, hogares donde se  come juntos frente a la probabilidad solitaria que conlleva el plato llano.

Se diría que no hay comida rápida con plato hondo de manera que su forma dicta también la profundidad que se invierte en una  temporalidad alimenticia que llega a componerse desde el prolongado periodo de ejecución del guiso hasta el de su paulatina ingestión.

Un plato hondo, viene a ser así, correspondiente a la clase de comida característica del cobijo hospitalario,, doméstico o de caridad. La acción de bajar la cabeza hacia el plato, hundirse hasta cierto grado en él y repetir una y otra vez este movimiento a coro, colectivamente, transporta a una  escena  de rezos o jaculatorias,  inclinaciones sucesivas que llevan el sencillo placer de comer a los entresijos de la oración y la profana  manera de llevar el alimento a la boca a una comunión colectiva que sólo fue allanándose y  en la individualidad del plato llano y aún más la insoportable réplica del platillo de postre que viene a ser como la miniatura del alma de la mesa y el retrato, tan concreto como reprimido, de cada alma engolosinada con su porción. Soborno de toda la mesa, ignominia de la gloriosa comida en común. Resto y prótesis de la verdad natural de la misa gastronómica. 

Leer más
profile avatar
8 de marzo de 2010
Blogs de autor

Agarrados al amor de las momias

Hay en la Real Armería de Madrid una soberbia colección de armaduras para jinete y bardas de caballería que fueron usados en torneos y justas renacentistas. Pertenecieron a cuatro reyes ilustres, Fernando de Aragón, Maximiliano de Austria, Carlos V y Felipe II. Alguna hay también con uso de guerra, pero es excepción porque ya para entonces la caballería era más bien un estorbo ornamental.

    A medida que se perfeccionaba la artillería y el uso de armas de fuego, la nobleza y sus bellos brutos forrados de acero iban siendo discretamente apartados del campo de batalla. En 1415 las bombardas de la batalla de Azincourt dieron la puntilla al cuerpo de nobles caballeros. Sin embargo, si no era imprescindible para la guerra, ¿qué justificación podía tener una caballería aristocrática acorazada? A partir de ese momento se multiplicaron los torneos, los escudos grabados con ninfas y dragones, las espadas floreadas, las bardas de acero plateado y engastes de bronce, los penachos líricos, la espuela de orfebre, las damas despechugadas y algo histéricas atando cintas en las lanzas de sus campeones.

    Cuenta Burckhardt que cuando un viajero describía a florentinos o milaneses estos festivales de la Borgoña y Flandes, se caían al suelo de la risa. En efecto, aquellos guerreros de juguete acabarían arrodillados ante los Medici y los Sforza cuya caballería la formaban millones de florines y ducados de oro montados por los mejores ingenieros y pensadores de su tiempo.

    Así veo yo, con el añadido de una decadencia insondable, a los nostálgicos de los estados totalitarios del siglo pasado, esos guerreros de juguete que hacen filigranas ante las señoras defendiendo dictaduras del siglo XX. Esta misma semana, un cómico madrileño luchaba como un campeón con el pañuelito de los hermanos Castro atado al puño. Un siniestro puño de juguete que agitaba varonilmente frente al insumiso muerto tras una huelga de hambre. El mequetrefe se pavoneaba ante el cadáver del cubano como un bufón que por complacer a su rey baila sobre la tumba de un inocente asesinado.

 

Artículo publicado el domingo 8 de marzo de 2010.

Leer más
profile avatar
8 de marzo de 2010
Blogs de autor

La canción del profeta

Debe ser la primera vez que no veo la ceremonia de entrega de los Oscar desde que tengo uso de razón. No es que tuviese mucha elección: aquí en España los transmitía Canal Plus, que no figura en la grilla del televisor del apartamento que ocupo; y además el desfasaje horario no ayuda mucho. Lo que sí hice a pesar de la lluvia que caía sobre Barcelona fue caminar hasta los Renoir de Floridablanca y ver Un profeta, de Jacques Audiard.

         La primera película de Audiard que vi fue Sur mes levres, en Mexico y gracias a Emilio Maillé, el director de Rosario Tijeras. Por aquel entonces ni siquiera había oído su nombre, pero el perfecto balance que obtenía entre una historia de género (policial, en este caso) y la delicadeza con que trataba una improbable historia de amor me produjo una impresión que el tiempo no diluyó. Después vino De battre mon coeur s’est arreté, uno de esos extraños casos en que una remake (y De battre lo era de Fingers, de James Toback) supera a su modelo original. Aquí también había una improbable historia de amor entre el protagonista y su profesora de piano, pero el foco estaba más centrado en Thomas Seyr (el impecable Romain Duris) y la batalla que lleva adelante por la preservación de su propia alma.

           Un profeta se olvida de las historias de amor para concentrarse en una batalla parecida, sólo que con diferentes resultados. En esencia es la historia de Malik El Djebena (Tahar Rahim), un para nada excepcional francés de origen árabe que llega a la cárcel a los 19 años después de un igualmente previsible derrotero de orfandades y experiencias en centros de detención para menores –en pleno siglo XXI, Malik ni siquiera sabe leer.

         En algún sentido Un profeta es la clase de película que habría que mostrar cada vez que alguien pretende que la cárcel es una solución al (más profundo, más esencial) problema del delito y la violencia humana. En vez de argumentar en vano, como he hecho y seguiré haciendo tantas veces, no estaría mal poner Un profeta en el DVD player y dejar que obre su magia. Porque la forma en que Audiard cuenta la iniciación de Malik, que pasa de ser un inocente (en el sentido de víctima de sus circunstancias) para transformarse lentamente en un gangster hecho y derecho (eso es lo que es, a fin de cuentas, cuando le llega la hora de dejar la prisión y ‘reinsertarse’ en la sociedad), resulta pedagógica en el mejor de los sentidos. El don de profecía a que alude el título tiene una explicación endeble en el contexto de la película, pero no impide que resulte aplicable a la película en sí: Un profeta es profética en su pintura de un mecanismo socio-político que engendra más monstruos que el sueño de la razón. En el futuro, parece decir Audiard con voz oracular, Malik será millones.

         Lo que me gusta de las películas de este hombre es que nunca son exactamente lo que parecen ser. Un profeta es una peli del ‘subgénero cárcel’, podría decirse; y a la vez es el relato de la formación de un criminal (como El padrino, como la Scarface de De Palma); y también puede ser leída como cine social, dado que narra una realidad (la vida en las cárceles francesas de hoy, el desplazamiento de las viejas estructuras delictivas –en este caso, los corsos- impulsado por la ascendente hermandad musulmana) con la contundencia de un documental. Pero al mismo tiempo es mucho más que la suma de sus partes. Quizás por su capacidad de crear personajes que resuenan más allá de los confines del mismo film. La relación de amor odio entre Malik y el viejo corso Luciani (Niels Arestrup), por ejemplo, está interpretada sin incurrir en una sola nota falsa; a esta altura puedo decir sin temores que Audiard es una verdadera máquina de narrar sin concesiones.

         Gran peli, Un profeta. No se la pierdan.

Leer más
profile avatar
8 de marzo de 2010
Blogs de autor

Nuestros malditos

La reedición de la novela ‘El don de Vorace' (Demipage, 2010) no sólo nos devuelve la singular figura de Félix Francisco Casanova, un autor canario que la escribió (se dice que en 44 días) a los 17 años, en 1974, y meses antes de cumplir los 19 murió de un escape de gas tal vez accidental. Su destino trágico, la originalidad de una voz apenas iniciada literariamente y su resurrección convertida en poco menos que un fenómeno que atrae a los medios sirven para recordar la condición del artista maldito, una figura que, en contra de lo supuesto, abunda en la literatura española contemporánea. Y también en el cine español, tan a menudo tildado de acomodaticio, de restringido, de previsible.

      Hace menos de dos meses murió a los 66 años en un hospital donostiarra otro gran maldito de nuestro panorama creativo, el cineasta Iván Zulueta, como murió tres décadas antes, en circunstancias confusas que apuntan a un suicidio o un ajuste de cuentas barriobajero, el maldito por excelencia de nuestro cine de vanguardia, Antonio Maenza, que yo me permití, tras haberle tratado en su día y heredado parte de su legado, convertir en personaje real aunque ficcionalizado de mi novela ‘El abrecartas'. También Maenza resucita poco a poco, en reediciones de sus difíciles textos narrativos, en una biografía crítica aparecida hace unos años, en la anunciada digitalización y relanzamiento de su obra cinematográfica, que quedó al morir él en poder de un cineasta radical pero no maldito, Pere Portabella. Felizmente vivos, y alguno en activo, están en la nómina del cine español más independiente gente de la talla de Adolfo Arrieta, que en los años 1970 encandiló a los franceses, rodando en París varios largometrajes ayudado y aplaudido por Marguerite Duras, Jean Marais y Howard Vernon; Celestino Coronado, colaborador importante de Lindsay Kemp en el teatro y director, con la hoy superpremiada Helen Mirren, de un ‘Hamlet' fílmico enormemente original; Antoni Padrós y Javier Aguirre, éste último un caso atípico de hombre de cine que desde mitad de los años 1960 fue prolífico director de comedietas insulsas (del tipo de ‘El insólito embarazo de los Martínez', ‘Soltero y padre en la vida' o ‘Esposa de día, amante de noche'), mientras que, con el dinero ganado comercialmente, se costeaba una notable serie de cortos experimentales hoy mostrados en la colección del Museo Reina Sofía y culminados en el largometraje monologado ‘Vida perra' (1981), magníficamente interpretado por la que es su pareja de largo tiempo, Esperanza Roy.  

     El caso de Zulueta es distinto. Realizador en TVE de un popular programa de éxitos discográficos, Último grito', dirigió en 1969, con producción de José Luis Borau, una película musical ‘pop' de mucho brío, ‘Un, dos, tres...al escondite inglés', continuando después una labor casi secreta de cortos en Súper 8 que desembocaron en su película de 1979 ‘Arrebato', hoy un titulo fundamental del cine español y muy influyente en el primer Almodóvar. Voluntariamente retirado en la mansión familiar de San Sebastián, Zulueta, también un refinado cartelista cinematográfico, mantuvo una larga relación con las drogas y un silencio que alguna vez amagó con romper pero sólo la muerte, la más maldita de las ejecutoras, ha roto definitivamente.

Leer más
profile avatar
8 de marzo de 2010
Blogs de autor

Intrínseca dualidad de la naturaleza: el efecto foto-eléctrico

Puesto que los electrones cuando se mueven producen corriente negativa, y que esta es proporcional al número de electrones que pasan por un punto del espacio, se puede medir tal número mediante algún procedimiento standard

(conectando un alambre al metal, por ejemplo). Por otro lado, podemos determinar la energía cinética de cada electrón, simplemente calculando la fuerza necesaria para detenerle. Recordemos que la energía cinética equivale a un medio de la masa por el cuadrado de la velocidad.

En una concepción de la luz como onda cabría esperar que,  según fuera la intensidad de la luz (la cual depende de la amplitud de onda, no de la frecuencia ni de la longitud[1]) se verificara lo siguiente:

a)      Se desprendiera del metal un mayor número de electrones.

b)      La velocidad, y por ende la energía cinética de tales electrones fuera mayor.

Pues bien, aunque la primera hipótesis fue efectivamente confirmada, la segunda no llegó jamás a serlo. En efecto, en 1902 Philip Lennard (1862-1947) demostró que para luz de una determinada frecuencia la energía cinética de cada electrón desprendido es independiente de la intensidad de la luz proyectada. Por el contrario, tal energía cinética crece cuando la frecuencia de la luz se acrecienta, cuando pasamos, por ejemplo, de la luz roja a la luz verde. Philip Lennard encontró incluso la fórmula de tal relación:

EC igual a un medio  de masa por velocidad al cuadrado, igual a

h · f - k

dónde k depende del metal f es la frecuencia y h es una constante llamada de Planck cuyo valor es  julios por segundo.

                                                    ---

En 1905 (año en el que pública también su texto sobre la relatividad restringida) Einstein da explicación de los resultados de Lennard mediante una nueva teoría:

-La luz es un conjunto de partículas llamadas fotones 

- La energía de cada fotón viene dada por la fórmula, E = h · f.

- La variable k de Lennard es reinterpretada por Einstein y concebida como el mínimo de energía que necesita el electrón para ser desprendido del metal (lo cual depende de la naturaleza de éste). De ahí que su energía cinética sea la que recibe, h f menos la que necesita para liberarse: E · C = h · f- k.

Puesto que cada fotón afecta a un electrón, si la luz es más intensa dentro de una frecuencia dada f, habrá más electrones desprendidos, pero no crecerá la velocidad de cada uno de estos. Por el contrario, si aumenta la frecuencia quedando invariante la intensidad, no cambiará el número de electrones desprendidos, pero sí su velocidad y con ello la energía cinética.

En suma, luz intensa significa muchos fotones por segundo, pero - si no se altera la frecuencia y ésta es reducida- quizás ni siquiera se da efecto foto-eléctrico. Este exige, como mínimo que se verifique que el producto h·f sea mayor que k. Ello en conformidad con una teoría de Max Planck, (1858.1947) quien había conjeturado que un átomo vibrando a la frecuencia f emitiría cantidades de energía no continuas, sino que serían siempre múltiples enteros de h·f,  vibración de f ciclos por segundo, h·f; vibración de 2f ciclos por segundo, 2h·f etc.

Así Planck y Einstein introducen quanta de luz que explicarían los efectos constatados por Lennard.

La cuestión que se plantea es la de saber si cambiando la teoría respecto a la naturaleza de la luz, es decir, haciendo de ésta un conjunto de partículas, conseguimos explicar otros fenómenos con la misma claridad como lo hacemos con el efecto foto-eléctrico. Sabido es que no es así. Determinados fenómenos en los que la luz interviene dan testimonio de la existencia  de interferencias que sólo se entienden  persistiendo en la idea de que la esencia de la luz es de tipo ondulatorio. De ahí la dualidad en el concepto de naturaleza que asumirá radicalmente la interpretación ortodoxa de la Mecánica Cuántica. Antes de abordar ésta en un nuevo anexo, quisiera hacer alguna consideración más sobre el electrón. 


[1]Recordemos que una onda se caracteriza por las propiedades siguientes: longitud, l (así la que se da entre las dos crestas - o dos valles- consecutivas cuando se trata de olas); frecuencia, f ( número de veces que pasa una cresta por un punto dado); período 1/f (tiempo que tarda una determinada cresta en cubrir la distancia l que la separa de la siguiente); velocidad, l. f ( equivalente a la longitud l dividida por el período; en fin amplitud (altura de la cresta desde el nivel que se daría detallarse la mar en calma).

Recordemos asimismo que, a diferencia de un objeto determinado que es perfectamente ubicable espacialmente una onda no tiene ubicación determinada, se encuentra allí dónde están sus crestas y sus valles. Obviamente las crestas no tienen sentido independientemente de la onda misma, luego las consecutivas crestas tienen  soporte en lo continuo. Diferencia radical entre una onda y un objeto que constituye algo intrínsicamente discreto.

Leer más
profile avatar
8 de marzo de 2010
Blogs de autor

Lo que Barcelona debe a Sarkozy

Al presidente francés le gustan los toros, Madrid, la cultura española y Estados como el suyo, bien centralizados, con una gran lengua universal y las mínimas monsergas regionalistas. Cuando se sacó de la manga la idea de una institución europea volcada al Mediterráneo, a principios de 2007 y en plena campaña electoral, lo último que podía ocurrírsele era que quedara vinculada al nombre de Barcelona. En la noche de su victoria fue una de las banderas ideológicas que levantó: iba a organizar una Unión Mediterránea que cambiaría al mundo. Su idea era organizar una alternativa mediterránea a la Unión Europea, de la que quedarían excluidos los países no ribereños del Norte y, en especial, Alemania. Sería una construcción en la que Francia ocuparía el lugar central, aunque, eso sí, los fondos para los programas deberían salir de las arcas de Bruselas. También quitaría a los españoles la iniciativa del Proceso de Barcelona, iniciado en 1995 con la Conferencia Euromediterránea que se celebró en la capital catalana. Compensaría, así, el desastre cosechado por su antecesor Jacques Chirac con el Tratado de Niza, cuando Francia dejó de pesar lo mismo que Alemania en la Unión Europea a la hora de votar y de contar con cuotas de poder. Ya se sabe que Francia siempre ha viajado en primera con billete de segunda, según frase vitriólica del canciller alemán Konrad Adenauer.

Afortunadamente para todos, barceloneses incluidos, la diplomacia francesa, el famoso Quai d?Orsay, da sopas con onda a su presidente. Las genialidades de Sarkozy fueron troceadas y pasadas por los tamices de sus magníficos diplomáticos, que negociaron con destreza hasta destilar una fina composición, afortunadamente irreconocible, pero que su presidente podrá exhibir como trofeo personal. En los anales quedará que al voluntarismo de Nicolas Sarkozy se debe la Unión por el Mediterráneo-Proceso de Barcelona, que tal es el nombre del artefacto, nacido en una cumbre en París el 13 de julio de 2008. El organismo, formado por 43 países de las dos orillas, integra a todos los socios europeos y forma parte de la arquitectura de la UE. Es menos grandilocuente y ambicioso que el anterior Proceso de Barcelona. Recordemos que entre los objetivos de la Conferencia de 1995 se contaba que en 2010 el Mediterráneo sería una gran zona de libre cambio, objetivo que queda muy lejos de la realidad de los intercambios y obstáculos todavía existente. Ahora, en cambio, se trata de hacer lo que Sarkozy llama humildemente una unión de proyectos. A pesar de la cura de realismo, el camino para que la UpM eche andar no es nada fácil. Hubo un ligero rifirrafe por la designación de la sede. Los méritos de Barcelona frente a La Valeta o Túnez, las otras candidatas, eran obvios. Aunque bien pudieron surgir otras apuestas, como Marsella o Tánger, el pragmatismo francés quiso complacer a los socios españoles, no fuera caso de que hicieran descarrilar todo el invento. Todavía habrá que saltar alguno de los muchos obstáculos de los que el Mediterráneo dispone en abundancia antes de que empiece a navegar: la enemistad entre Argelia y Marruecos con el Sahara de fondo, la tensión entre Chipre y Turquía por la parte turca de la isla, la permanente hostilidad antieuropea del Estado freaky que es la Libia de Gaddafi y, en el centro de todos los conflictos, esa paz siempre pendiente, siempre lejana, entre israelíes y palestinos. Este fue el obstáculo que enrocó al Proceso de Barcelona y al que hay que sortear ahora para que no vuelva a bloquearse de nuevo. Al final, pues, hete aquí que Barcelona será y es ya la capital del Mediterráneo, con su pequeña secretaría abierta en Pedralbes desde el pasado jueves. En junio albergará la primera cumbre de la UpM ya en funcionamiento y cabe esperar que muy pronto arranquen esos proyectos que deben definirla: energía solar, autopistas del mar, protección civil ante las catástrofes, intercambios universitarios y desarrollo de las pymes de las dos orillas. Las banderas de los 43 ondean frente a Pedralbes, el Palacio Real construido para Alfonso XIII, donde se hospedaba el general Franco en sus viajes a Barcelona. El símbolo de la vocación de capitalidad queda así satisfecho, con la secretaría que dirige el diplomático jordano Ahmed Masadeh. ¡Al fin, gracias a Sarkozy, capital europea de algo!

Leer más
profile avatar
8 de marzo de 2010
Blogs de autor

La amistad de Julio Cortázar

Rosalba Campra. Cortázar para cómplices.  Madrid, Del Centro Editor.  2009.  225 pags. 23 Euros.

            La escritora y crítica argentina Rosalba Campra podría haber sido imaginada por Cortázar  como paradigma del exiliado que después de estudiar el francés se instala en Roma para regresar a la literatura de casa.  Trató ella de librarse de las mitologías nacionales escribiendo Malos aires; y desde el foro académico se propuso, en su compilación de lecciones La selva en el damero: espacio literario y espacio urbano en América Latina (1989), un mapa colectivo de la ciudad y sus lenguajes. Catedrática de Literatura Hispanoamericana en La Sapienza,  estudió el gusto nativo en su La retórica del tango (1996) y debatió la elocuencia identitaria en América Latina: la identidad y la máscara (2000).  En su Territorio de la ficción. Lo fantástico (Sevilla, Renacimiento, 2008), afinca en la narrativa fantástica como en el espacio literal del exilio.  Una teoría, dijo el filósofo, traza la forma de una biografía.

             Cualquier lector puede reconocer su propia tribu gracias a un gran escritor, pero también desde la mediación propicia de una lectura implicada. La complicidad es aquí un taller donde ejercitar la precisión formal, esa demanda de la sensibilidad crítica. Los ensayos, prólogos y notas de este manual nos revelan no sólo la hechura poética de las tramas de Cortázar, sino también el despliegue de su lectura compartida. Este libro es fiel a la obra autoreflexiva de Cortázar,  la que no inventó, como la de Borges, a sus precursores , sino a sus lectores. Por eso, no se explica por su genealogía (lectura melancólica) sino por su despliegue en proceso (lectura inventiva).

            Rosalba Campra recorre buena parte de la narrativa y la poesía cortazariana, y aunque no se propone un mapa de la misma, sí traza una hipótesis de su lectura que, por un lado, atañe a la nueva entonación que Cortázar introdujo en la escritura (una “ironía llena de afecto”); esto es,  a la intimidad de su diálogo. Y, por otro, tiene que ver con la estrategia del juego como poética central cortazariana.  Lo primero es ya un acto de complicidad que promete recorrer el terreno no cartografiado de la subjetividad. Lo segundo es el ritual del recorrido: el juego tiene un método, unas reglas, y hasta una teoría.  Se anuncia contra la Gran Costumbre, y explora la combinatoria abierta de una serie relativista y humorística, antiautoritaria.  Lo uno es la búsqueda, lo otro es la gratuidad.

            Nunca más precisa la función de los “cronopios.”  En contra del lugar común que los convierte en complacencia sentimental,  Rosalba Campra nos recuerda que representan el juego del desorden. No en vano su nombre viene de cronos: son unidades de otro tiempo, el de la lectura. Los “famas,” en cambio, son sosos por prolijos; y las “esperanzas,” de una inseguridad dolorosa. Con estas leves criaturas, sin embargo, Cortázar no se propuso una alegoría que demuestre lo que ya sabemos, sino un teatro eminentemente literario, hecho del mejor humor, el libre de énfasis.  Ese espacio es lúdico, esto es,  suscita el valor sin rédito de lo gratuito.  Tiene cierta gracia favorable el hecho de que otra lectora privilegiada, Aurora Bernárdez, la viuda y albacea literaria de Cortázar, haya descubierto, como en otra novela de la lectura, un baúl de manuscritos que hacen el formidable tomo  Papeles inesperados (Alfaguara, 2009), donde el placer del juego cunde ya no sólo como una complicidad sino como una estética de la sorpresa.  En un sentido inquietante, la obra de Cortázar no será nunca completa o acabada porque se diversifica, indeterminada, en cada lectura. Su escritura es la materia afectiva de la subjetividad.

            Un punto central del libro de Rosalba Campra es su discusión sobre el principio de búsqueda en el proyecto cortazariano. “Mi signo es buscar,” había anunciado Oliveira en Rayuela, pero el impulso, el recomienzo de esa búsqueda constituye, en efecto, un eje central de acceso a la obra pero también de su proyección, fuera de ella.  La autora revisa varias instancias ilustrativas de este afán vital de la estética y aun de la ética implicada en esta escritura. Picasso había dicho, casi como una amenaza: Yo no busco, encuentro. Cortázar no compartía ese voluntarismo coleccionista, cuyo linaje surrealista es patente.  En el gabinete cortazariano el terrón de azúcar es momentáneo, los hilos o pavilos son precarios, y el paraguas ya está roto.  Estos objetos nimios son huellas de una búsqueda, no trofeos del mercado de pulgas.  “¿Encontraría a la Maga?” La pregunta condicional es por la indeterminación, y pertenece a las equivalencias del juego y el deseo.  Pero la magia requiere un ritual, la forma del asedio.

            Por eso es fundamental el trabajo de la autora sobre la función del ¨pasaje¨ en la narrativa de Cortázar.  Los que pasan, nos dice, en verdad son pasados, en contra de su voluntad, bajo las reglas de una sustitución.  El pasaje es el espacio de las transiciones, que al final desocupan quienes lo cruzan, en el trayecto de ir más allá para estar más aquí.  Es lo que va de “Casa tomada,” como expulsión del seno familiar, a “Segunda vez” como desaparición  dentro de la casa vaciada por el Estado policial.

            Gracias a Rosalba Campra y su libro pródigo, la amistad de Julio Cortázar sigue siendo un privilegio de la conversación. Uno apaga la computadora (o mejor aun, el ordenador) con placer.

Leer más
profile avatar
7 de marzo de 2010
Blogs de autor

Plataforma ciudadana

 

 

            Estos días viajo bastante hablando de mi novela Lo que esconde tu nombre y piso mucho aeropuerto y mucha estación de tren. He de decir que cada día aprecio más la hermosura de la T-4 de Barajas, lástima que se haya convertido en un asunto tan tenso el ir a tomar un avión. Desde que pongo el pie en su encerado suelo hasta que por fin piso la moqueta del aparato tengo que superar unos cuantos estados de ánimo. Tensión hasta que con la tarjeta de embarque en la mano supero el control entre abrigos, botas, cinturones, trolleys como cajas de cerillas y empleados que me miran con recelo, con mal humor. ¡Quítese los zapatos! ¿Por qué? Porque hay que quitárselos. Ayer no me hicieron quitármelos en este mismo control. Pues ahora hay que quitárselos. Vale. La sumisión tiene la ventaja de que te evita tiempo y saliva. Así que lo mejor es dejarse mandar e ir desembocando al otro lado del arco descalzos y con los pantalones medio caídos y las camisas fuera como si nos acabásemos de dar un revolcón unos con otros en esa inquietante frontera entre la tierra firme y el cielo. Seguramente dentro de unos años estas prácticas nos parecerán un atropello, ahora entre la novedad, el desconcierto y el miedo no sabemos qué pensar, ni qué decir y, sobre todo, tenemos prisa por coger ese vuelo que se nos escapa. La verdad es que el espectáculo que montamos en el llamado Control es entre estrafalario y simbólico, casi un rito de iniciación para emprender "el viaje". Pensándolo bien, es hasta bonito. Porque normalmente vamos y venimos sin pensar, ponemos en marcha el coche sin prestar atención a lo que hacemos, andamos por la calle dándole vueltas a nuestra última obsesión u oyendo música. Y mira por dónde, a la fuerza, en el aeropuerto no tenemos más remedio que tomar conciencia de que nos estamos marchando a otro lugar.

            Superado el examen, me pongo los zapatos y me relajo tanto que casi me entra sueño. Estoy en la gloria. Ahora ya puedo dedicarme a comprar un par de libros en el Relay y a darme cremas en el Duty free. Paraíso que se acabará para mí el día que introduzcan el escáner corporal para terminar de controlarnos y amedrentarnos. Por ahí no pienso pasar y entonces diré adiós a la T-4 y a todos los aeropuertos del mundo.

            Resulta que nos creíamos que el avión arrinconaba al tren, y ahora el AVE está acabando con el avión. Pensábamos que la televisión acababa con la radio, y la radio tiene más audiencia que la televisión. Nos tememos que el e-book termine con el libro de papel y quién sabe si no volveremos a escribir en papiros.

            En el tren quien más quien menos va enfrascado en el ordenador o manda mensajes con el móvil. Por el momento la pantalla ha ganado la partida al paisaje. Nos encanta lo extraplano, objetos sin contornos que parezcan que los estamos viendo en Internet más que en la realidad. Internet nos ofrece la vida en un puzzle, sin fondo, como si viviésemos en Planolandia (la ingeniosa novelita de Edwin Abbot), mientras que por la ventanilla uno ve la tierra y luego unos pinos y detrás un monte y formas sorprendentes y aire y sol y sensaciones que la vida extraplana no nos puede ofrecer. No digo que nuestros inventos no tengan su gracia y que desde luego nos aburriríamos si no le diéramos al magín hasta conseguir la visión en 3D, pero de ahí a que nos guste más una página web que ver caer la lluvia sobre las florecillas del campo...  

            Y para campo y paisaje espléndidos, los de Guadalajara, tan abiertos y claros como los sonidos de su propio nombre. Estas tierras no se merecen esconder nada inquietante como son los residuos nucleares, no se merecen ser el depósito de esa porquería tan peligrosa que afectará a no sé cuantas generaciones después de la nuestra. Guadalajara ya ha hecho bastante por la energía de todo el país soportando dos centrales nucleares. Y sus ciudadanos han dicho ¡basta!, prefieren concentrarse en la explotación de sus recursos naturales y montar industrias en los terrenos destinados a ser almacenes radiactivos. Así que, hoy sábado, me marcho corriendo a la manifestación convocada por la Plataforma Anticementerio Nuclear de Guadalajara, a la que también acudirán madrileños que sienten muy cercano el problema. Cuando ustedes lean estas líneas, la marcha pertenecerá al pasado, y ojalá también el problema. Como me temo que no será así, seguiremos diciendo no y no. No queremos ser cementerio nuclear. No queremos esconder nada.

             

Leer más
profile avatar
6 de marzo de 2010
Blogs de autor

España, aparta de mi ese toro

 

Somos una camada en extinción?  Primero tomarán Cataluña, seguirán por el norte ibérico, avanzarán hacia la meseta y abortarán con las últimas resistencias de los bárbaros del sur. Ya habían liberado las islas sin godos que se enfrentaran. Los buenos, los sensatos nos pacificarán a golpe de decretos. Somos pocos, somos los últimos bárbaros de Europa. Quedan, eso sí, unos insólitos focos de resistencia en tierras del sur francés, unos raros, extravagantes españolizados, tan pocos y tan desarmados cómo lo fueron aquellos olvidados afrancesados españoles de nuestro remoto siglo XIX. Desde Cataluña nos impondrán un país mejor. Un país más culto, con más progreso moral, sin salvajadas. Con más desarrollo intelectual, con menos asesinos y menos incultos. Un país de las maravillas dónde los lectores tendrán muchas obras de Espido Freire para elevar su nivel literario. Y la lógica, incluso la filosofía, conocerán florecimientos abanderados por maestros de la talla de Jesús Monteserín. En fin, un país libre de vergüenzas, de muerte en público, de violencia y de maltrato a los animales.

Qué suerte. Qué bonito futuro. Qué limpia y neta quedará ese modelo de ciudad, esa hermosura internacional y cosmopolita de Barcelona. Con el tiempo todos seremos Barcelona, con su Vicky, su Cristina y su Tibidabo. Y todo el país será catalán, con  bellos y verdes valles, ecológicos y hermosos  pueblos liberados de crueldades. Limpios y sanos como sus altas, grandiosas, religiosas y tan humanas montañas. Con acogedoras playas para esperar la hora de divertidas fiestas, con sus orfeones, sus músicas y sus hermanados bailes. Todo mejor, más limpio y más neto sin esa lacra foránea, extranjera, tan española como brutal, de la fiesta taurina. Con sus moscas, su sol y sombra, sus palmas y sus gritos. Un mundo sin matarifes ni trajes de luces. Sin  esa tauromaquia como una de las brutas artes. Sin pasodobles y sin músicas calladas. Sin "Casa Leopoldo". Incluso sin barrios chino/españoles/moros, sin paralelos, sin cañís y sin anís de Chinchón. Y, por supuesto sin banderillas ni en la barra de una tasca, y sin tascas ni rabos de toro. Un país dónde Néstor Luján sea tan inexistente como Eugenio Noel. Un lugar dónde Manuel Vicent no tenga que escribir su artículo de todas las primaveras. Una patria dónde no quepa un tal José Tomás. Un lugar dónde habrá que purgar el pasado de un tal Serrat, aunque el verdadero culpable sea el huido de Sabina. Un país, cómo quería Luys Santamarina- que llevaba pistola falangista en la Barcelona entregada al enemigo, al Ruedo Ibérico del franquismo- dónde seamos sensibles al sufrimiento de un repollo al ser cortado- pero no dudemos en exterminar al otro. Un país sin fotos de Picasso en una barrera. Un país que niegue ese pasado cruel que equivocó al pacifista y afrancesado de Goya. Un país sin los poemas de Lorca. Un país dónde la belleza nunca estuvo en aquellas tardes de nuestra memoria con Rafael de Paula, Curro Romero, Antoñete y algunas tardes entre Barcelona y Madrid de un tal, repito, José Tomás.

Cautivos y desarmados por el ejército de la razón antitaurina, los bárbaros del sur, nos arrepentimos de aquellos sentimientos tan confundidos. Me gustaría saber, en esta hora de mi sincero arrepentimiento si ¿también tengo que arrepentirme de haber comido en compañía de mi admirado Jorge Wagensberg- que fue capaz de repetir en la cena-  aquellos tiernos infantes de cochinillos en Segovia? ¿Y aquél foie? Seguramente esos  animalitos de Dios habían tenido una muerte dulce y mucho cariño en esa hora temprana de asesinar a uno y en la tardía de cargarse al otro después de haberle jodido el hígado. Todo vale para el placer, todo está permitido para ser degustados, lentamente engullidos por humanos con una vida ilustrada y de moral tan alta, me refiero al sabio antitaurino. Sin duda es un hermoso destino ese ser sacrificados para mayor placer de tan ilustre ciudadano y  físico. No cómo ese otro físico y muy taurino de Miguel Ángel Aguilar Yo, desde mi admiración y respeto, te tengo que decir, querido Jorge, que no tiene que arrepentirte de nada. Ni de aquél día que en tu menú de ilustre gourmet caíste en la tentación de saborear un generoso rabo de toro de lidia.

 Hemos sido muy malos. Purgaremos cómo chinos en la revolución cultural. Intentaremos no caer en la tentación de comer esas cosas tan bárbaras y exquisitas Lo que sea por recuperar nuestro eslabón perdido en el desarrollo intelectual, pero, por favor, ¡que nuestra penitencia no incluya las obras completas de algunas "espidos freires"!  

Leer más
profile avatar
5 de marzo de 2010
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.