"Proust, ¿a qué festines acudes en la noche,/ para retornar con ojos tan cansados y tan lúcidos?/ ¿Qué horrores, a nosotros vedados, has percibido/ para retornar tan indulgente y tan bueno/Conociendo la pesadumbre de las almas/ Y lo que pasa en las casas/Y que el amor es causa de tanto daño?".
Esta "Oda a Marcel Proust", escrita en 1915, es decir, siete años antes de la muerte del autor de la Recherche, suena a veces como una elegía. Y es que, efectivamente, en ese Paris agónico, en el que la vanidad sirve de atmósfera a las trasformaciones sociales y a los abismos afectivos, el testigo Marcel Proust parece efectivamente no ser "de este mundo". Se diría incluso que -en conformidad a la frase del Narrador en "El Tiempo reencontrado"- de alguna manera todo en aquel Paris de la guerra estaba destinado a alimentar el esfuerzo de este ser distanciado, y ser redimido (liberado de la deuda) por su trabajo agónico. Vale quizás la pena ofrecer una improvisada versión del poema entero de Paul Morand ( que nunca hubiera hecho si la lengua francesa siguiera siendo parte de nuestro acerbo por la que pido disculpas y ), ofreciendo asimismo el texto original.
Sombra/Nacida del humo de tus fumigaciones/El rostro y la voz/Roídos /Por el uso de la noche/Celeste,/Tan llena de vigor, me sumerge, con dulzura, en el zumo negro/De tu habitación/Que transpira el corcho tibio/Y la chimenea muerta./Tras el muro de tus cuadernos,/Tras la lámpara rubia y pringosa como una mermelada,/Tu rostro yace bajo un velo de tiza./Me tiendes tus manos en guantes de filoseda;/Silenciosamente tu barba rebrota/En el fondo de tus mejillas./Yo digo:/- Tienes aspecto de encontrarte bien/Me respondes/-Amigo mío, he estado junto a la muerte tres veces en este día./Tus ventanas sempiternamente cerradas/ Te niegan el Boulevard Haussmann/Repleto/Como un apogeo brillante,/Del estruendo del techo de tranvías./¿Quizás no has visto nunca el sol?/Pero, al igual que Lemoine, lo has reconstruido tan verídico,/Que tus árboles frutales en la noche/ Han florecido./Tu noche no es nuestra noche:/Esta llena de luces blancas/De catleyas y de vestidos de Odette,/Cristales de las flautas, de los lustres/Y de juncos agujereados del general de Froverville./Tu voz, también blanca/Traza una frase tan larga/Que parece plegarse, mientras que como un enfermo/Somnoliento que se queja/Dices que te han causado un enorme pesar./ Proust, ¿ a qué festines acudes en la noche,/ para retornar con ojos tan cansados y tan lúcidos/ ¿Qué horrores, a nosotros vedados, has percibido/ para retornar tan indulgente y tan bueno/Conociendo la pesadumbre de las almas/ Y lo que pasa en las casas,/Y que el amor es causa de tanto daño./ ¿Eran tan terribles las noches de vela que en ellas abandonaste/ La sonrosada frescura/ de aquel retrato de Jacques Emile- Blanche/ Encontrándote así aquí, esta noche,/ Tallado en la palidez dócil de las ceras/Pero feliz de que creamos en tu agonía dulce/De dandi gris- perla y negro?.
«Ombre
Née de la fumée de vos fumigations
Le visage et la voix
Mangés
Par l'usage de la nuit
Céleste,
Avec sa vigueur, douce, me trempe dans le jus noir
De votre chambre
Qui sent le bouchon tiède et la cheminée morte.
Derrière l'écran des cahiers,
Sous la lampe blonde et poisseuse comme une confiture,
Votre visage gît sous un traversin de craie.
Vous me tendez des mains gantées de filoselle;
Silencieusement votre barbe repousse
Au fond de vos joues.
Je dis :
- vous avez l'air d'aller fort bien.
Vous répondez :
- Cher ami, j'ai failli mourir trois fois dans la journée.
Vos fenêtres à tout jamais fermées
Vous refusent au boulevard Haussmann
Rempli à pleins bords,
Comme une auge brillante,
Du fracas de tôle des tramways.
Peut-être n'avez-vous jamais vu le soleil?
Mais vous l'avez reconstitué, comme Lemoine, si véridique,
Que vos arbres fruitiers dans la nuit
Ont donné les fleurs.
Votre nuit n'est pas notre nuit :
C'est plein des lueurs blanches
Des catleyas et des robes d'Odette,
Cristaux des flûtes, des lustres
Et des jabots tuyautés du général de Froberville.
Votre voix, blanche aussi, trace une phrase si longue
Qu'on dirait qu'elle plie, alors que comme un malade
Sommeillant qui se plaint,
Vous dites : qu'on vous a fait un énorme chagrin.
Proust, à quels raouts allez-vous donc la nuit
Pour en revenir avec des yeux si las et si lucides?
Quelles frayeurs à nous interdites avez-vous connues
Pour en revenir si indulgent et si bon?
Et sachant les travaux des âmes
Et ce qui se passe dans les maisons,
Et que l'amour fait si mal?
Étaient-ce de si terribles veilles que vous y laissâtes
Cette rose fraicheur
Du portrait de Jacques-Émile Blanche?
Et que vous voici, ce soir,
Pétri de la pâleur docile des cires
Mais heureux que l'on croie à votre agonie douce
De dandy gris perle et noir?»