Hace tres años David Trueba realizó una película atrevida y muy lograda, ‘Madrid 1987‘, que tuvo una reducida difusión en cines, aunque luego salió en el insólito formato de libro-dvd dentro de la colección de Anagrama donde aparece ahora su fascinante novela ‘Blitz'. En ‘Madrid 1987‘ un hombre rondando la sesentena pasaba, por accidente, un fin de semana encerrado con una estudiante de periodismo cuarenta años más joven, y entre ellos surgía una relación hecha de palabras, de desnudos íntegros, de sexualidad emboscada. Se dijo en su momento que esa historia tenía una base real, inspirada por algo que le sucedió a un célebre columnista y novelista, ya fallecido, con una joven admiradora. Ignoro si ‘Blitz' extrae su inspiración de la realidad, aunque pienso que al menos una sí, transfigurada: la situación del congreso-concurso internacional al que asiste Beto, el protagonista del relato, sin duda hace pensar en las ocasiones en que David Trueba, en su faceta de cineasta, se habrá visto presentando en una lengua que no es la suya su obra, contestando preguntas, recibiendo parabienes, encontrando rivales odiosos y quizá algún ángel protector.
La figura angélica de esta novela nada extensa es Helga, una mujer también sesentona, viuda y madre de hijos adultos, que parece circunstancial y va adquiriendo en el libro un relieve extraordinario y una densidad que la convierten en un personaje memorable. Ella es la que se encarga de recibir, acompañar, acomodar y traducir al arquitecto-paisajista que presenta en Múnich su proyecto de "Jardín de los Tres Minutos", pero Beto no ha viajado solo al congreso; le acompaña su pareja y colaboradora Marta, de 27 años, tres menos de los que tiene él. La peripecia progresa tenuemente desde la primera explosión, producida en la página de arranque por un sms equivocado que supone el final brusco de la relación de Beto y Marta. Nada hace presagiar hasta que el libro alcanza su mitad que Helga y Beto van a desarrollar, encerrados metafóricamente en lo accidental, una historia de intensa y explícita sexualidad y de cautelas, miedos, defensas: las propias de quienes, en una guerra como es la del amor, han de sortear las bombas.
Y es que si bien ‘Blitz' en alemán quiere decir relámpago, y hay otro ‘blitz' balear nada belicoso en el relato de Trueba, yo no pude sustraerme en ningún momento de mi lectura del libro al significado que ese término de origen germánico ha adquirido en la lengua inglesa, que lo utiliza desde 1940 para referirse a los bombardeos aéreos nazis sobre Londres, manteniendo asimismo un sentido metafórico. Este ‘blitz' novelesco a tres o cuatro bandas (si incluimos entre los contendientes al arquitecto Àlex Ripollés, en un principio enemigo de Beto) no sólo se desarrolla sobre el campo de batalla erótico. "El dolor es una inversión", le dice Helga a su joven invitado, quien en todo momento se rebela, tras ser abandonado bruscamente por Marta, contra el flujo de los sentimientos: el sentimentalismo, piensa él con mucho ingenio, "es un nacionalismo del yo". La novela habla de la precariedad, el temor y los desconciertos que ahora se viven, dentro y fuera de las parejas felices o infelices, pero el concierto a dúo ejecutado por dos instrumentistas tan opuestos como son Helga y Beto produce un sonido hermoso y conmovedor.
