Sigo con mis ejemplos de personajes que la historia le regala a los novelistas, ya vestidos y peinados:
El general Miguel Idígoras Fuentes, presidente de Guatemala, que ya anciano, para probar su energía y vitalidad se ponía cada mañana a saltar en la cuerda frente a las cámaras de la televisión, vestido con calzones cortos y zapatos deportivos, mientras tanto la represión ordenada por él afligía las montañas y empezaban a crecer los escuadrones de la muerte en la Guatemala de la eterna balacera.
El general Tiburcio Carías Andino, presidente de Honduras, que había hecho instalar en los sótanos de la Casa Presidencial en Tegucigalpa, una silla eléctrica de voltaje moderado, que chamuscaba a los prisioneros políticos sometidos a interrogatorio, sin llegar a causarles la muerte.
El viejo Anastasio Somoza, fundador de la dinastía que reinó por medio siglo en Nicaragua, que mandaba rellenar de votos falsos la urnas para salir siempre electo, pero también se robaba las elecciones de Miss Nicaragua a favor de las candidatas favoritas suyas, y metía a los presos políticos en jaulas contiguas a las de las fieras de su jardín zoológico.
Carne de novela todos ellos, con el riesgo de que un novelista poco hábil puede dejarlos en figuras de historieta cómica. Pero mañana quiero cambiar de latitud geográfica, porque en todas partes se cuecen habas.
