Sergio Ramírez
Se lee antes que nada por placer, luego devienen las filosofías y las pedagogías que se sacan como consecuencia de la lectura. No hay que tener miedo de identificarse entre los lectores que buscan libros recreativos, vuelvo a decirlo. Uno de los mejores elogios que Cervantes agradece, dentro del mismo texto de El Quijote, al comenzar con la segunda parte, es que aquellas aventuras eran leídas hasta por los pajes en las antesalas de los caballeros. Por tanto, es que se divertían con ellas. Fue hasta después que vinieron las lecturas didácticas que volvieron pesado al Quijote, al punto de infundir miedo a su grosor y majestad.
Gozar con un libro, llenarse de felicidad a medida que la lectura progresa, y sentirse invadido de pesadumbre cuando termina, como si hubiéramos perdido algo de nosotros mismos al despedir a los personajes que tanto han calado en nosotros. “No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía.”, exclama Sancho lleno de lágrimas frente a don Quijote que va a expirar, y es lo que nosotros repetimos con él. Alonso Quijano es ya real, tiene carne y sustancia perecedera, por eso va a dejar un hueco en nosotros.