Pero mientras tanto, el que un día fue feliz y lo recuerda, vuelve a serlo por un instante, comprometido en una precaria complicidad consigo mismo. Fuimos felices en algún recodo del pasado. De algo dichoso nos acordaremos, y será entonces una estocada maliciosa y placentera en la boca del estómago.
El Sueco Levov, el personaje de Pastoral Americana, la novela de Philip Roth, héroe deportivo en su juventud, próspero fabricante de guantes, esposo de la beldad que fue candidata a Miss América, se propone un programa de vida cuya meta es la felicidad perfecta. Lo que está afuera, por cruel o despiadado que sea, o extravagante, no puede tocarlo, o apenas existe frente a su percepción. Pero de pronto se rasga la inocencia que lo rodea, y verá saltar en pedazos su mundo feliz cuando su hija única se convierte en terrorista que pone bombas en los años de la guerra de Viet Nam. Y no puede entenderlo.
La pérdida repentina de la felicidad, es entonces como la pérdida de la virginidad. También el sueco Levov, amurallado dentro de su antigua casa de piedra, la mansión en medio del bosque en que habita con su familia que ha explotado, es una alma simple, comoFelicidad de Flaubert, la criada del cuento de Flaubert.
