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Escrito por

Rafael Argullol

Rafael Argullol Murgadas (Barcelona, 1949), narrador, poeta y ensayista, es catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor de treinta libros en distintos ámbitos literarios. Entre ellos: poesía (Disturbios del conocimiento, Duelo en el Valle de la Muerte, El afilador de cuchillos), novela (Lampedusa, El asalto del cielo, Desciende, río invisible, La razón del mal, Transeuropa, Davalú o el dolor) y ensayo (La atracción del abismo, El Héroe y el Único, El fin del mundo como obra de arte, Aventura: Una filosofía nómada, Manifiesto contra la servidumbre). Como escritura transversal más allá de los géneros literarios ha publicado: Cazador de instantes, El puente del fuego, Enciclopedia del crepúsculo, Breviario de la aurora, Visión desde el fondo del mar. Recientemente, ha publicado Moisès Broggi, cirurgià, l'any 104 de la seva vida (2013) y Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (2013). Ha estudiado Filosofía, Economía y Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona. Estudió también en la Universidad de Roma, en el Warburg Institute de Londres y en la Universidad Libre de Berlín, doctorándose en Filosofía (1979) en su ciudad natal. Fue profesor visitante en la Universidad de Berkeley. Ha impartido docencia en universidades europeas y americanas y ha dado conferencias en ciudades de Europa, América y Asia. Colaborador habitual de diarios y revistas, ha vinculado con frecuencia su faceta de viajero y su estética literaria. Ha intervenido en diversos proyectos teatrales y cinematográficos. Ha ganado el Premio Nadal con su novela La razón del mal (1993), el Premio Ensayo de Fondo de Cultura Económica con Una educación sensorial (2002), y los premios Cálamo (2010), Ciudad de Barcelona (2010) con Visión desde el fondo del mar y el Observatorio Achtall de Ensayo en 2015. Acantilado ha emprendido la publicación de toda su obra.

 

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Minotauros cotidianos

Rafael Argullol: El monstruo tanto nos evoca el miedo como aquello que va más allá de la realidad inmediata, aquello que va más allá de las fronteras, diríamos, de lo que nosotros podemos contemplar con los ojos directos de los sentidos, para introducirnos en los ojos de la imaginación, libre de ataduras en el terreno de la fantasía.
DPortada para la revista elfín Agudelo: Me parece muy interesante lo que dices acerca del monstruo abriendo los ojos a la imaginación. Es una manera distinta de ver el mundo, es una invitación a una estética distinta e espacio imaginativo distinto. Me recuerda uno de los monstruos por excelencia que es el minotauro, que Cortázar recrea en su poema dramático Los reyes. Hay un momento en que Teseo le invita a salir del laberinto, y éste responde que no tiene ningún deseo en salir a aquél espacio en el cual es un monstruo. En su espacio particular, que es el laberinto, aquella estética de lo monstruoso está invertida.
R.A.: Es que lo auténticamente maravilloso de los diversos monstruos que han pasado a nuestros mitos y relatos literarios es que cada uno de los monstruos somos nosotros. Son una caracterización de nuestros propios instintos, de nuestras propias pulsiones. El minotauro somos nosotros. Las esfinges somos nosotros. Incluso los monstruos que han gozado de una gran credibilidad y una especie de identificación simbólica espiritual como el unicornio, somos nosotros. En la esfinge está reflejada nuestro propio enigma y fealdad; en el minotauro están reflejados nuestros propios instintos y pulsiones sensuales, que van más allá de lo que es confesable en la sociedad cotidiana. En el unicornio está presente nuestras ansias de espiritualidad, y así podríamos ir repasando los distintos monstruos de las distintas mitologías y veríamos que en todos ellos se reflejaba perfectamente aspectos concretos de la condición humana en su sentido individual, y dependiendo de los monstruos aspectos también de la comunidad humana. Pienso por ejemplo en los grandes monstruos de la mitología azteca; por ejemplo la gran participación de la serpiente o de la calavera, o la mezcla de los dos en el imaginismo mitológico azteca, representa aspectos universales de la condición humana, pero también concretos del desarrollo de una determinada cultura como es la azteca. De la misma manera que lo monstruoso en los griegos fue en ciertos aspectos distinto de lo monstruoso entre los judíos. Entre los griegos lo monstruoso adquirió una especie de gran exhuberancia como en entre los hindúes. En cambio en los judíos, que tuvieron muy tempranamente esa prohibición por la representación icónica, lo monstruoso se hace más interior, más metafísico. Entonces no es que no haya monstruos en la Biblia, sino que están más aletargados. Por esto es muy interesante el monstruario griego con el monstruario que se presenta en las distintas apocalipsis de la Biblia y especialmente al final, en el Apocalipsis de San Juan. Los monstruos reflejan lo universal de la condición humana, las pulsiones interiores de cada individuo, y de cada tradición cultural.

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20 de agosto de 2008
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El significado de lo monstruoso. Los monstruos de nuestra infancia

Rafael Argullol: Lo monstruoso siempre ha tenido una atracción- yo diría permanente- sobre el ser humano. Lo único que hay que calibrar es cómo va cambiando la presentación de lo monstruoso en cada época.
Delfín Agudelo: Me parecería muy interesante comenzar esta conversación sobre lo monstruoso con el origen mismo que puede tener un monstruo, que es la niñez. El niño siempre le teme al monstruo; de hecho está presente en canciones de cuna, la presencia como aquello inconcebible e incomprensible. Lo más difícil para un niño es imaginarse el monstruo, porque no tiene figura. Parece ser algo completamente etéreo y ya después empieza a desarrollar su cuerpo.
R.A.: Creo que lo monstruoso es uno de los ámbitos más importantes de toda la formación humana. Pienso con sinceridad que esa importancia radica en dos hechos aparentemente contradictorios: por un lado lo monstruoso es la cristalización de nuestros miedos, de nuestros temores, pero simultáneamente lo monstruoso es la insinuación de un espacio de libertad. El monstruo tanto nos evoca el miedo como aquello que va más allá de la realidad inmediata, aquello que va más allá de las fronteras, diríamos, de lo que nosotros podemos contemplar con los ojos directos de los sentidos, para introducirnos en los ojos de la imaginación, libre de ataduras en el terreno de la fantasía. Yo pienso que cuando el niño empieza a educar su miedo y su libertad a través de lo monstruoso, lo que hace es un movimiento muy intenso que posteriormente va a reproducir el adulto a lo largo de todas las etapas. Yo creo que en ningún momento el adulto deja de sentir esa especie de doble movimiento por el cual lo monstruoso le provoca pavor, pero le provoca al mismo tiempo fascinación. Lo mismo diría incluso desde el punto de vista de la colectividad humana: nosotros en cuanto a colectividad, parece que no podamos vivir sin lo monstruoso. Por un lado lo monstruoso nos asusta, lo monstruoso en forma de guerra, de amenaza, etc. Pero al mismo tiempo necesitamos pensar, imaginar y recrear criaturas que estén más allá de lo inmediato, más allá de lo que es lo puro palpable en la cotidianeidad. Entonces lo monstruoso tiene esa importancia doble en la historia del hombre, que cuando no existe lo inventa.

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19 de agosto de 2008
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Galería de espectros: Don Giovanni

Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, me ha parecido escuchar la voz de Don Giovanni.

Delfín Agudelo: ¿Te refieres al Don Juan de Mozart?

R.A.: Sí, me refiero al que para mí es la materialización más perfecta del mito de Don Juan, que de manera paradójica no pareceFrancisco d'Andrade como Don Giovanni, pintura de Max Slevogt llegarnos a través de la literatura a pesar de las excelentes obras literarias que han recogido el tema, sino a través de la música, de la para mí mejor ópera de Mozart, y a través del maravilloso libreto que realizó el guionista habitual de las obras italianas de Mozart, Lorenzo Daponte. Cuando me acerco al Don Giovanni de Mozart recuerdo una representación que vi dirigida por Carlo Giulini en la Scala de Milán en el año de 1993; pero sobre todo me acuerdo de una película de Joseph Losey que desgraciadamente es proyectada muchísimo menos de lo que me gustaría. Es una película sobre Don Giovanni con un extraordinario Don Giovanni, Rugero Raimondi, el cual, a mi modo de ver, sintetiza como pocos todo lo que han sido las distintas pulsiones del Don Juan histórico. Te lleva hasta el último límite del reto de Don Juan. El carácter seductor, destructivo, y autodestructivo de Don Giovanni queda puesto de manifiesto a través de su actuación y sobre todo a través de su maravillosa voz. En este Don Giovanni filmado por Losey además hay un juego dialéctico entre Don Giovanni y su escudero Leporello auténticamente maravilloso, a través del cual los propios contrastes de la personalidad de Don Juan se ponen más en evidencia que nunca. Por tanto en mi opinión Losey recoge como si fuera el mejor de los directores de ópera su película la representación de Don Giovanni, y Mozart es para mí quien ha sabido captar con mayor precisión los vuelos y caídas de ese personaje arquetípico de la cultura europea.

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18 de agosto de 2008
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La feria de los monstruos

Rafael Argullol: Pero cuando eres adulto piensas en el momento en que de bruja pasa a princesa, con una gran belleza. ¿Qué ocurre en tu interior? ¿Eras bruja o eras princesa? Esa es la cuestión.

Delfín Agudelo: Pienso mucho en lo que implica el cambio de cuerpo, lo que es  mirarte distinto en el espejo no por el paso del tiempo. Por esto quizás me impresionan las cicatrices: si me hago una en la cara, me acompañará el resto de mi vida. Hasta los 29 años me había acostumbrado a esa cara; ahora necesito acostumbrarme al nuevo elemento. ¿Qué implicaciones tiene la gente que no ve una cicatriz, sino otra cara, con otros atributos, deseos y sueños¿?

R.A.: La cicatriz depende de si es voluntaria o involuntaria, asumida o no asumida. Una cicatriz que acaba siendo asumida es un centro de personalidad, y aquí te recuerdo que muchas asociaciones del siglo XIX, sobre todo en Alemania, tenían como seña de identidad una cicatriz, que era el sello más o menos salvaje de la asociación. Si estás orgulloso de la herida que ha producido la cicatriz, es bella; si estás avergonzado, la verás como peligrosa. Pero claro, lo que decías antes: a veces he visto esta especie de monstruos públicos que pasean por los platós de las televisiones, que se van interviniendo de una manera completamente superflua la cara, añadiendo capas y capas de intervenciones. No sé si te has fijado pero una de las cosas evidentes en esos rostros es la mirada perdida, porque si algo no se ha podido operar todavía es la expresividad de la mirada. Se van cambiando zonas y zonas, superficies y superficies del cuerpo; pero la intensidad de la mirad no se cambia. Tengo la impresión de tremendas miradas perdidas. Gente que no sabía en qué cuerpo habita. Eso es muy interesante porque a nosotros se nos da una especie de habitación cuando nacemos, y esa habitación más o menos la vamos cultivando con nuestras tensiones y contradicciones, pero asumirnos en otro cuerpo es como cambiar de siglo o de época, es algo muy violento. Hacerlo de manera completamente innecesaria, y de manera que eres presentado como un monstruo en la parada de los monstruos en la feria de las vanidades: tiene que ser algo realmente chocante por no decir patético. Hay una película que ahora, aunque sea un clásico, seguro que es considerada muy incorrecta desde todos los puntos de vista, que es Freaks de Ted Browning, una película de la década de los treintas del siglo XX, con una estética muy impresionista. En ella se enseñaban monstruos de ferias, que son los mismo que salen mucho en las obras de Valle Inclán. Recuerdo cuando pequeño que todavía había monstruos de feria que se pasaban por las ferias de los pueblos durante las fiestas mayores del verano. En una época en que nuestra piedad moralmente y políticamente correcta nos impide enseñar estos monstruos de feria, los hemos cambiado por estas nuevas criaturas consecuencias de la cirugía estética, pasando de plató en plató, que cumplen exactamente la misma función que en las obras de Valle Inclán jugaban los monstruos de las paradas de las ferias.

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13 de agosto de 2008
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La resurrección de los cuerpos

Rafael Argullol: Sustituyen en casos la auto-escultura por una especie de monigotes universales todos iguales, altamente difundidos a través de grandes campañas de propaganda y publicidad. De ahí que tenga algo muy angélico y demoníaco este negocio.

Delfín Agudelo: En cuestiones de cambios estéticos, hay un ejemplo que me gusta mucho y lo veo a veces en la televisión. Trata del programa que consiste en la transformación de alguien que tiene problemas de dentadura, de visión, en el rostro, de peso, etc, y luego de someterla a variadas operaciones, la convierten: su cuerpo es otro. No es solamente el cambio, sino la manera como la devuelven al mundo, puesto que organizan una fiesta, invitan a su familia y amigos a participar del renacer.

R.A.: Mientras te estaba escuchando recordé una viejísima cuestión teológica, que es cómo serían los cuerpos en el momento de la resurrección de los cuerpos. Esa cuestión teológica implicaba la cuestión moral y psicológica, porque dependiendo de cómo sería el cuerpo en el momento de la resurrección, cómo te recibirían los demás. Como en tantas otras cosas, nuestra televisión y medios de comunicación están asumiendo en nuestra época muchísimas funciones sacerdotales anteriores. Han llegado a tal refinamiento en sus propósitos que plantean la resurrección de los cuerpos. Estas pobres personas de las que me hablas, que salen en este programa, son recogidas en estado terminal desde el punto de vista de la belleza considerada por la sociedad, y comienzan un proceso de reconversión frankensteniana, son de nuevo ofrecidas a sí mismas y a los otros como resurrectos.

Ahora bien, como esa resurrección no ha sido dominada por ellas mismas, cabe preguntarse qué ocurrirá no con los otros sino con ellos mismos. No me pregunto tanto qué ocurre con el marido o con la novia, o esposa o padre del resurrecto o resurrecta; me pregunto qué está ocurriendo en su interior. Es una vieja cuestión teológica pero también es una vieja cuestión de las leyendas y de los cuentos. En la mayoría de las culturas está la leyenda y folclore de la horrorosa bruja, o de la rana asquerosa, del sapo que en realidad era una princesa, o también de cualquier monstruo que se convierte en príncipe azul. Claro, cuando eres pequeño te fascinan mucho esas metamorfosis. Pero cuando eres adulto piensas en el momento en que de bruja pasa a princesa, con una gran belleza. ¿Qué ocurre en tu interior? ¿Eras bruja o eras princesa? Esa es la cuestión.

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12 de agosto de 2008
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Galería de espectros: Don Juan

Rafael Argullol: Hoy en mi galería he visto el espectro huidizo de Don Juan

Delfín Agudelo: ¿Te refieres al de Tirso de Molina, al de Molière, al de Zorrilla, o a todos?

R.A.: No sabría distinguir entre ellos. Cuando pienso en el personaje Don Juan pienso en un arquetipo que se va alimentando a través de sucesivas obras que va sufriendo una metamorfosis, que va cambiando su relación con el mundo, incluso que va cambiando su propio destino. Evidentemente el origen de ese personaje lo busco en la Sevilla dibujada por Tirso de Molina, el personaje del burlador. Luego lo veo entrando en una gran maduración y complejidad literaria a través de la encarnación que le hace Molière; luego, por ejemplo, el carácter demoníaco que le otorga Lord Byron también es una vertiente distinta al personaje y luego finalmente el Don Juan romántico de Zorrilla, con ese giro en que es salvado por el efecto del amor, acabaría de redondear las distintas versiones de un personaje que sin embargo, de manera paradójica, quizás alcanza su mayor representación en una obra musical, Don Giovanni de Mozart, y el libreto de Lorenzo Daponte. El final de ese personaje que más allá de las obras veo en una continuidad y como un arquetipo, siempre me ha llamado la atención una especie de  tristeza violenta que le embarca. Es un personaje sumamente contradictorio: por un lado tiene una cierta grandeza transgresora, por el otro tiene algo de muy miserable en el sentido de ser incapaz de gozar realmente. Es alguien que acumula sombras de placeres pero no los placeres. En ese sentido el arquetipo de Don Juan es bien distinto al de Casanova, que sí era un hombre que a través del amor de las mujeres parece acercarse a una auténtica vida de los placeres. En Don Juan, en cualquiera de los casos, siempre advertimos esta insaciabilidad, y esa mezcla de una grandeza que se manifiesta en el desafío incluso a las fuerzas ultramundanas, el desafío a Dios, y por otro lado una cierta mezquindad, ya no solo en la relación con las mujeres, sino en la relación con la vida: es un hombre patéticamente incapaz de vivir el razonamiento y los matices de la vida, llegando así a un momento en que lo único que hace es una fuga hacia delante, acumulando sombras de placeres y de amores, pero casi nunca el placer y el amor. Eso le da una vertiente especialmente trágica.

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11 de agosto de 2008
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Galería de espectros: Antígona

Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, me ha parecido ver el espectro de Antígona.

Delfín Agudelo: ¿Te refieres acaso a la Antígona de Sófocles?

R.A.: Sí, me refiero a la Antígona del final de la tragedia de Sófocles. Hubo alguien, si no recuerdo mal fue Hölderlin, que dijo que en ese momento, cuando ella se despide para marchar hacia su final, podemos identificar esa despedida con el fin de toda la antigüedad clásica. Hölderlin por tanto opinaba que había algo de simbolismo extremo en ese personaje, y en el tratamiento que le da Sófocles en la tragedia. Me parece que en Antígona encontramos una vuelta de tuerca con respecto al significado de la propia cultura clásica e incluso de la libertad elaborado por los griegos. Si los griegos habían ofrecido la libertad, la democracia, y el juego de equilibrios de la polis frente y contra la ley de la jungla y la ley de la sangre que había dominado los poderes aristocráticos anteriores, estableciendo por tanto una visión democrática de las relaciones humanas, Antígona, al oponerse a Creonte, jefe de la ciudad, y defender el enterramiento de su hermano, prioriza el amor fraterno sobre las leyes de la ciudad, dando así una vuelta de tuerca a esa hegemonía de lo público democrático. En esto, exige de nuevo un predominio de las pasiones humanas como elemento fundamental en la libertad del hombre y libertad de conciencia. Por tanto nos encontraríamos con una maduración del proceso de los griegos con respecto al tema de la libertad, por un lado una libertad que se ha opuesto a la pura ley de la sangre y a la pura ley de la fuerza, que ha establecido una cierta igualdad para todos, y sin embargo, luego, en el caso de Antígona, la reivindicación de una diferencia, de una pasión particular que tiene que ser tenida en cuenta también para completar el panorama de la libertad humana: hay una libertad pública, pero también hay una privada, que personifica y encarna Antígona, convirtiéndose así en la primera gran heroína de la libertad de conciencia de la cultura occidental.

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8 de agosto de 2008
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Auto-escultura y fraude

Rafael Argullol: Eso conecta con el viejo sueño cosmético maquillador y enmascarado de los hombres de todas las culturas y tiempos, y con nuestros sueños más recientes, prometeicos y frankenstenianos, de la construcción de una nueva perfección y de un nuevo ser humano a través de la tecnología.

Delfín Agudelo: En ese caso, como te refieres a lo de cosmos y cosmética, me parece muy interesante detenernos en el mismo nombre: cirugía estética, la búsqueda de lo estético a través de una aplicación quirúrgica que implica cambios y demás. Como decías, se busca la eterna juventud porque es la manera que impide el paso de los años. ¿Pero cuál es el criterio que se emplea, o que el cirujano emplea, en el momento en que sugiere uno u otro cambio al paciente que llega a su consultorio? Hay un modelo estético detrás; ¿y si ese modelo puede resultar en una clonación de la belleza, sin diferenciarse de los elementos clónicos que encontramos en distintos países, tal como te has referido en otras conversaciones? ¿Busca la cirugía una estabilización de un modelo sobre los demás?

 R.A.: Ahí sucede como en otros campos: debemos distinguir, como si fueran círculos concéntricos, distintos niveles de intervención. Hay, pienso yo, el cirujano estético o el paciente del cirujano que se somete a una operación y se somete a esa relación quirúrgica y médica para conseguir determinado tipo de equilibrio, o para reformar positivamente su propia existencia cotidiana. Y hay en otros círculos una clara utilización mercantilista y uniformista de lo que es la cirugía estética. Ahí curiosamente, ya que has citado a Baudelaire, podríamos trasladarnos a esa polémica que le gustaba tanto sobre los ideales de belleza. ¿Tiene que haber un solo ideal de belleza o tiene que haber un ideal de belleza altamente individualizado que corresponde a la creación personal de cada uno? Si el ser humano se crea su propia personalidad, su propio ethos o ética y carácter, si se crea su propia alma, evidentemente exige un criterio individualizado para lo estético y para el sentido de la belleza. Si el ser humano se deja invadir por un universal o una uniformidad de la belleza, evidentemente esto queda en detrimento de su propia creatividad individual, y muy frecuente en nuestra época, de la misma manera que vivimos unos tiempos de la franquicia universal de las tiendas, que vivimos en tiempos en que la publicidad predica y propaga símbolos uniformes, hay una cirugía estética altamente  comercializada y capitalizada en el sentido del capitalismo, de la misma manera que hay una medicina que la acompaña a este respecto que propone ese universal uniforme de belleza. Y eso es muy aplastante y asfixiante, incluso servil, porque son dos vías paralelas las de la publicidad y de la cirugía estética. La publicidad propone tipos universales y la cirugía estética también. Esto puede llevar a destruir lo que podía ser el buen propósito de la cirugía estética, que es la autoescultura. Sustituir la autoescultura por una especie de monigotes universales todos iguales, altamente difundidos a través de grandes campañas de propaganda y publicidad. De ahí que tenga algo muy angélico y demoníaco este negocio.

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7 de agosto de 2008
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Cosmos y cosmética

Rafael Argullol: Todos aquellos consejos más o menos demagógicos y esotéricos vinculados a esa prolongación de la vida y juventud eterna son seguidos apasionadamente.

Delfín Agudelo: Pero pensando en la cirugía estética, ¿podríamos encontrar algún tipo de analogía o simultaneidad entre la oda de Baudelaire al maquillaje, entendiendo nuestro maquillaje como la misma cirugía?

R.A.: Yo no soy contrario a la cirugía estética. Creo que siempre ha estado presente entre los seres humanos. Como tú acabas de decir, más vinculado a la cosmética y al maquillaje que a la propia salud. La cosmética es muy importante: utilizamos la palabra sin darnos cuenta de que es prácticamente la misma palabra que cosmos; tienen la misma raíz. La armonía del cosmos tenía su ornamentación que se traslada a los seres humanos. Cuando analizamos el comportamiento del hombre en todas las épocas y los ritos amatorios y de seducción, vemos que el maquillaje y la cosmética son básicos y elementos primarios de lo que llamamos cirugía estética.

En muchas tribus primitivas la cosmética llega tan lejos que se intervienen realmente el cuerpo a través de tatuajes, de adornos incrustados en el cuerpo, porque en el fondo responde a los mismos interrogantes que en nuestra época. Ocurre que entre nosotros se impone, como en todos los campos, una visión mucho más tecnológica de esa cosmética, mucho más serializada, y a partir de aquí evidentemente esa necesidad de maquillaje, de máscara, de cosmética que ha tenido el hombre siempre. Además, dirigida en distintas direcciones: para gustarse, embellecerse, gustar a los demás, seducir, cumplir con ritos místicos, mitos sagrados, etc. Todo eso que se ha producido en todas las épocas en la nuestra tiene esa dimensión tecnológica que ha coincidido bien con los avances de la cirugía. Si nosotros examinamos la evolución de la medicina en la segunda mitad del siglo XX, el frente que más ha avanzado es el de la cirugía, el quirúrgico. El hombre llega a un auto-escultura, se convierte a través del cirujano estético en una suerte de escultor de sí mismo. Eso conecta con el viejo sueño cosmético maquillador y enmascarado de los hombres de todas las culturas y tiempos, y con nuestros sueños más recientes, prometeicos y frankenstenianos, de la construcción de una nueva perfección y de un nuevo ser humano a través de la tecnología.

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6 de agosto de 2008
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Mercaderes de la salud. Inmortalidad y eterna juventud

Rafael Argullol: Uno de los encantamientos más llamativos y productivos de nuestra época es el encantamiento con respecto a la salud y belleza de los cuerpos.

Delfín Agudelo: Yo me pregunto los doctores y la medicina en general qué mecanismos tienen para hacer entender o intentar persuadir el cómo comprender el cuerpo humano, porque constantemente nos dicen que se puede hacer esto, que no se puede hacer aquello; lo haces durante una época y luego sale una investigación diciendo que no es recomendable. Estos encantamientos están en constante elaboración y negación, siendo muy difícil saber qué es lo que tienes que hacer para ser saludable.

R.A.: Pienso que en nuestra época, más que despertar la curiosidad respecto al funcionamiento de la vida y del cuerpo humano en concreto, hay es una aplicación muy insistente de dos mitos universales, atemporales, que se han reflejado muchísimas veces en la historia de nuestra cultura, y son el mito de la eterna juventud y el mito de la inmortalidad. Lo que resulta realmente eficaz de cara a las multitudes y a los públicos y consumidores es el ofrecer si no la inmortalidad, sí una vida muy prolongada; y si no la eterna juventud en el sentido completamente estricto, sí aquello más parecido a la eterna juventud. Yo creo que en nuestra época se ha convertido en uno de los principales negocios que hay en el mundo, de la misma manera que el turismo organizado es uno de los grandes negocios del mundo globalizado: la industria de la salud  prácticamente mueve unos volúmenes parecidos. Eso por ejemplo lo encontramos perfectamente reflejado en los medios de comunicación que siempre son los encargados de transmitir popularmente los encantamientos. Tanto las televisiones como periódicos y radios han ensanchado muchísimo los anuncios dedicados a la salud: pero si lo consideramos detalladamente, esos espacios fundamentalmente se dirigen a prometer a la humanidad esa doble quimera de la eterna juventud y de la inmortalidad. En ese sentido, hay todo un negocio con su oferta, demanda, promesas, hipotecas y seguros, alrededor de esas dos cuestiones que son centrales. Creo que en general, a los lectores o a los espectadores de la televisión el funcionamiento del cuerpo humano les interesa minoritariamente; en cambio todos aquellos consejos más o menos demagógicos y esotéricos vinculados a esa prolongación de la vida y juventud eterna son seguidos apasionadamente.

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5 de agosto de 2008
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