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Minotauros cotidianos

Por 20 de agosto de 2008 Sin comentarios

Rafael Argullol

Rafael Argullol: El monstruo tanto nos evoca el miedo como aquello que va más allá de la realidad inmediata, aquello que va más allá de las fronteras, diríamos, de lo que nosotros podemos contemplar con los ojos directos de los sentidos, para introducirnos en los ojos de la imaginación, libre de ataduras en el terreno de la fantasía.
DPortada para la revista elfín Agudelo: Me parece muy interesante lo que dices acerca del monstruo abriendo los ojos a la imaginación. Es una manera distinta de ver el mundo, es una invitación a una estética distinta e espacio imaginativo distinto. Me recuerda uno de los monstruos por excelencia que es el minotauro, que Cortázar recrea en su poema dramático Los reyes. Hay un momento en que Teseo le invita a salir del laberinto, y éste responde que no tiene ningún deseo en salir a aquél espacio en el cual es un monstruo. En su espacio particular, que es el laberinto, aquella estética de lo monstruoso está invertida.
R.A.: Es que lo auténticamente maravilloso de los diversos monstruos que han pasado a nuestros mitos y relatos literarios es que cada uno de los monstruos somos nosotros. Son una caracterización de nuestros propios instintos, de nuestras propias pulsiones. El minotauro somos nosotros. Las esfinges somos nosotros. Incluso los monstruos que han gozado de una gran credibilidad y una especie de identificación simbólica espiritual como el unicornio, somos nosotros. En la esfinge está reflejada nuestro propio enigma y fealdad; en el minotauro están reflejados nuestros propios instintos y pulsiones sensuales, que van más allá de lo que es confesable en la sociedad cotidiana. En el unicornio está presente nuestras ansias de espiritualidad, y así podríamos ir repasando los distintos monstruos de las distintas mitologías y veríamos que en todos ellos se reflejaba perfectamente aspectos concretos de la condición humana en su sentido individual, y dependiendo de los monstruos aspectos también de la comunidad humana. Pienso por ejemplo en los grandes monstruos de la mitología azteca; por ejemplo la gran participación de la serpiente o de la calavera, o la mezcla de los dos en el imaginismo mitológico azteca, representa aspectos universales de la condición humana, pero también concretos del desarrollo de una determinada cultura como es la azteca. De la misma manera que lo monstruoso en los griegos fue en ciertos aspectos distinto de lo monstruoso entre los judíos. Entre los griegos lo monstruoso adquirió una especie de gran exhuberancia como en entre los hindúes. En cambio en los judíos, que tuvieron muy tempranamente esa prohibición por la representación icónica, lo monstruoso se hace más interior, más metafísico. Entonces no es que no haya monstruos en la Biblia, sino que están más aletargados. Por esto es muy interesante el monstruario griego con el monstruario que se presenta en las distintas apocalipsis de la Biblia y especialmente al final, en el Apocalipsis de San Juan. Los monstruos reflejan lo universal de la condición humana, las pulsiones interiores de cada individuo, y de cada tradición cultural.

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Rafael Argullol

Rafael Argullol Murgadas (Barcelona, 1949), narrador, poeta y ensayista, es catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor de treinta libros en distintos ámbitos literarios. Entre ellos: poesía (Disturbios del conocimiento, Duelo en el Valle de la Muerte, El afilador de cuchillos), novela (Lampedusa, El asalto del cielo, Desciende, río invisible, La razón del mal, Transeuropa, Davalú o el dolor) y ensayo (La atracción del abismo, El Héroe y el Único, El fin del mundo como obra de arte, Aventura: Una filosofía nómada, Manifiesto contra la servidumbre). Como escritura transversal más allá de los géneros literarios ha publicado: Cazador de instantes, El puente del fuego, Enciclopedia del crepúsculo, Breviario de la aurora, Visión desde el fondo del mar. Recientemente, ha publicado Moisès Broggi, cirurgià, l'any 104 de la seva vida (2013) y Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (2013). Ha estudiado Filosofía, Economía y Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona. Estudió también en la Universidad de Roma, en el Warburg Institute de Londres y en la Universidad Libre de Berlín, doctorándose en Filosofía (1979) en su ciudad natal. Fue profesor visitante en la Universidad de Berkeley. Ha impartido docencia en universidades europeas y americanas y ha dado conferencias en ciudades de Europa, América y Asia. Colaborador habitual de diarios y revistas, ha vinculado con frecuencia su faceta de viajero y su estética literaria. Ha intervenido en diversos proyectos teatrales y cinematográficos. Ha ganado el Premio Nadal con su novela La razón del mal (1993), el Premio Ensayo de Fondo de Cultura Económica con Una educación sensorial (2002), y los premios Cálamo (2010), Ciudad de Barcelona (2010) con Visión desde el fondo del mar y el Observatorio Achtall de Ensayo en 2015. Acantilado ha emprendido la publicación de toda su obra.

 

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