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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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Obámico Zapatero

Por el contenido de sus palabras, sin duda. A pesar de la religiosidad americana, territorio de paso obligado para quien quiera dedicarse a la cosa pública, Obama es lo que más se acerca al agnosticismo europeo, tan bien representado por Zapatero, de todo el espectro de personalidades e ideologías que se dan en Estados Unidos. Pero también hay proximidad en las opciones morales, respecto a la familia, a la sexualidad o a las políticas llamadas de género. Y no digamos ya en la cuestión hispana: Obama ganó, entre otras cosas, por el voto hispano, y ahí estaba un invitado extranjero hablando en la lengua de los hispanos por primera vez y recordando que el Evangelio se predicó también por primera vez en América en lengua española.

Pero la similitud con Obama más de fondo se dio ayer en otra cuestión, que es la misma que ha marcado el año entero de presidencia del norteamericano: la distancia entre las bellas palabras y los hechos tozudos y a veces horribles. Hay que decir que el discurso de Zapatero estuvo muy bien: de forma y de contenido, incluidos los trucos literarios para que sonara a oración sin serlo y fuera aceptado como tal por el público religioso que iba a oírlo y aplaudirlo. Uno de los mejores pasajes, de gran dignidad y altura hispánicas, es la cita del Quijote sobre la libertad, una frase célebre y central en Cervantes, hombre conocedor de las cárceles y mazmorras, que Zapatero usa para poder impetrar a ?los cielos? y evitar así la obligada apelación a la bendición de Dios. Sobresaliente.  Pero volvamos a la distancia entre palabras y hechos. Mientras Zapatero hablaba en el Hilton washingtoniano la Bolsa española se caía, el CIS ampliaba la ventaja del PP sobre el PSOE en sus encuestas, los sindicatos anunciaban movilizaciones contra los recortes y se extendía un clima sombrío de final de reinado. Zapatero ha intervenido públicamente en el extranjero en cuatro ocasiones en las dos últimas semanas: en Estrasburgo, ante el Parlamento Europeo; en Davos ante el público más selecto de los negocios y de la política mundiales; y en la capital de Estados Unidos ante el ?todo Washington? político y religioso. En todas estas ?actuaciones? lo ha hecho bien, tendiendo a muy bien, pero los hechos no siguen, al contrario.

Zapatero, como Obama, tiene un problema en la relación entre las palabras y las acciones. Es mayor para Zapatero, probablemente porque es mucho menor su credibilidad actual, en el momento en que se lanza a la carrera de la oratoria internacional. Pero también eran mucho más altas las expectativas creadas por Obama y por tanto mayor la capacidad de decepción.

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5 de febrero de 2010
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La patada en el hormiguero, con una apostilla

Obama ha pegado la patada en el hormiguero. La pérdida del escaño de Massachusetts ha sido el catalizador. Pero se veía venir. Varios documentos elaborados por prestigiosos think tanks de ambas orillas venían advirtiendo una seria avería en las relaciones políticas entre EE UU y la Unión Europea. Aunque la bofetada es en el rostro de Zapatero, Europa es quien va pagar el giro de Obama hacia la política interior.

Las cumbres bilaterales con la UE ?nunca han sido populares entre los presidentes americanos?, según señala el documento Hombro a hombro. Forjando una relación estratégica EE UU-EU, elaborado por un grupo de think tanks de ambas orillas, bajo la dirección de Daniel Hamilton y Frances Burwell. Según sus redactores, cumbres como la que había que hacer en Madrid ?eran como la visita al dentista: tienes que hacerlo pero siempre es molesto?. El desplante de Obama pone en evidencia un problema de fondo. La relación entre la UE y Estados Unidos es muy estrecha, pero está llena de redundancias, disfunciones y excesos burocráticos que incomodan a Washington. Se solapa, además, con la auténtica institución transatlántica que es la OTAN, aunque ésta también se halle en crisis y en plena prueba de fuego en Afganistán. Obama salió muy insatisfecho de las dos anteriores, celebradas el pasado año, en Praga y otra de vuelta en Washington, en la que eludió su participación en el almuerzo final. Pero ni siquiera estos fiascos habían hecho cambiar hasta ahora los planes del presidente norteamericano, que tenía previsto asistir a la Cumbre con la UE en Madrid en abril, en contra de lo que ahora ha afirmado la Administración norteamericana. Obama es un presidente que no quiere dar ningún paso sin tener toda la información y conocer al dedillo la trascendencia de la decisión. George Bush asistió a todas la cumbres porque sus asesores consideraron que era lo conveniente, pero por sí mismo no podía poner en duda su funcionalidad. No es el caso de Obama, que raciona y dosifica su tiempo en función de las prioridades y no de los compromisos. Su horario es el más caro entre todos los políticos mundiales y se organiza por cuartos de horas, unidad mínima de tiempo que la Casa Blanca considera suficiente para asimilar un problema, despachar una entrevista o consultar una cuestión con sus asesores.

Los viajes al extranjero, muy abundantes en su primer año, paralizan su agenda interior, donde ahora se centran las prioridades, por lo que es del todo lógico que ahora quiera concentrarse, a la vista de las elecciones de mitad de mandato de noviembre, en las que se juega la doble mayoría en las cámaras. Obama sólo habría asistido a la Cumbre de Madrid esta primavera si algo sustancial y realmente relevante hubiera estado en juego. No es el caso: la UE no es un problema ni le sirve a Washington para resolver problema alguno.

En el fondo, ha seguido al pie de la letra la recomendación de un think tank europeo, el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, en un paper donde se puede leer que ?la relación trasatlántica no necesita más cumbres, foros ni diálogos? y que ?visto desde Washington, la ronda anual de cumbres EE UU-Europa se ha convertido en un ejercicio de pantomima?. Sus autores, el británico Nick Witney y el americano Jeremy Shapiro, recomendaron también que se descartara la idea inicial española de aprovechar la presidencia para revisar la Nueva Agenda Trasatlántica, firmada en 1995. Tal propuesta ?sólo dañaría la credibilidad de Europa en Washington?, señalan. Aunque la diplomacia española pudo captar a tiempo la necesidad de rebajar las expectativas acerca de la Cumbre, no percibió que lo que estaba en crisis era la cumbre misma. Ningún presidente desde hace 17 años ha dejado de asistir a estas aburridas reuniones, que fueron semestrales con Clinton y se convirtieron en anuales con Bush. Es evidente que la arquitectura de las relaciones ha quedado obsoleta, pues corresponde al mundo tal como era en 1994, cuando se aprobó la Nueva Agenda, con una Europa todavía de 15 miembros y sin el euro.

El documento elaborado en similares fechas por dos think tank españoles, el Instituto Elcano y la Fundación Alternativas, en cambio, considera todavía que la presidencia española constituye ?una oportunidad para replantear la relación trasatlántica? y para que España actúe ?como puente entre los EE UU y la UE?. La renovación de la Agenda Trasatlántica que proponen incluye la posibilidad de una solemne Declaración de Interdependencia, que debería salir de la cumbre ?como mensaje político de gran calado?. En contraste, el documento antes citado Hombro por hombro subraya que el problema no es de estructuras organizativas, sino de falta de voluntad y de visión política por parte de las principales capitales europeas. Cada vez que se ha producido una discrepancia sustancial dentro de la UE se ha resuelto por la vía de la complicación burocrática: creando una nueva y compleja institución, buscando derogaciones temporales de los tratados o aplicando el método clásico de los pequeños pasos que conducen finalmente a un cambio. Lo que pide EE UU con su brusco desdén es que los 27 busquen rápidamente el consenso en los temas estratégicos en los que la cooperación entre Europa y EE UU puede dar resultados tangibles: la relación con Rusia, el estatus de Turquía, la negociación de paz en Oriente Próximo o la guerra de Afganistán.

En vez de una superpotencia dispuesta a trabajar hombro con hombro (de ahí el título del documento), Washington suele encontrar todo un abanico de matices, que pueden ir desde la voluntad de actuar como contrapoder (Francia) hasta la entrega incondicional (Reino Unido), que luego se expresan en una cacofonía incomprensible para los presidentes americanos. Estas actitudes estimulan la tendencia natural norteamericana al unilateralismo. No hay aliados más próximos que los de la UE, ha señalado la secretaria de Estado, Hillary Clinton, pero a la hora de la verdad la obamanía europea se ha traducido en escasos resultados tangibles: dificultades para mandar tropas a Afganistán, escasas ofertas para recibir presos de Guantánamo, problemas por parte del Parlamento Europeo en la cooperación policial con los sistema Swift de datos bancarios y PNR (Passanger Name Record) para el control de pasajeros aéreos. Sólo faltaba que los europeos criticaran abiertamente a Obama por su acuerdo con Brasil, India, China y Sudáfrica (los BRICS menos Rusia) sobre medio ambiente en Copenhague o que los franceses expresaran su malestar por el desembarco de los marines en Haití para que la Casa Blanca perdiera ya la paciencia.  (Hasta aquí, el análisis que se publica también en el diario con fecha de hoy. Los párrafos que vienen después son una apostilla que completa mi reflexión sobre la suspensión del viaje y de la Cumbre.) El desaire permite dos lecturas perfectamente compatibles. La primera: el perfil de los recientes nombramientos de presidente del consejo y de alto representante, Herman Van Rompuy y Catherine Ashton respectivamente, revelan la débil voluntad europea de jugar como un agente global, a lo que Estados Unidos responde poniendo patas arriba el calendario de encuentros a su máximo nivel. Segunda: Washington aprovecha el vacío creado por el paso de la Europa del Tratado de Niza a la Europa del Tratado de Lisboa, evidente incluso en el lento calendario de hearings parlamentarios y en la toma de posesión la semana próxima, para impugnar un esquema en el que no se han sentido nunca cómodos y que molesta todavía más al nuevo presidente. Lo peor para España ha sido la sorpresa: el Gobierno se enteró por la prensa y sólo recibió explicaciones oficiales tres horas después. Y las malas formas, naturalmente. Obama ha intentado compensar el mal trato con la invitación hoy al Desayuno Nacional de Oración. Pero el daño ya está hecho. A la UE, por supuesto, que está obligada a reaccionar y a hacerlo revisando sus propios defectos, no buscando las culpas al otro lado del Atlántico. Y a España y su presidente, claro está, aunque sea escasa la responsabilidad de este lado; si acaso, la falta de perspicacia de su diplomacia. Pero en todo caso, está visto que una presidencia europea ya no es una oportunidad de lucimiento, sino una trampa para elefantes, sobre todo en mitad de una crisis económica tan severa. Nouriel Rubini señalaba ayer en el Financial Times que ?ninguna unión monetaria ha sobrevivido sin una unión fiscal y política?. Lo que le falta a Europa para que Obama asista con regularidad a las cumbres es lo mismo que le falta para abordar razonablemente la crisis. Y sólo estamos en los primeros compases de la aplicación de ese Tratado de Lisboa que debía convertir la UE en un agente global.

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4 de febrero de 2010
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Demonios

Siempre lo más difícil ha sido terminar bien. Cuando se ha mandado mucho, cuesta mucho mandar poco. Cuando todos han estado pendientes de uno, cuesta mucho pasar desapercibido. De ahí la tentación suprema de los ex, el momento crucial en que el demonio que llevamos dentro nos pide arremeter contra los más jóvenes, y más si son los sucesores; aferrarnos a la gaita de cualquier tiempo pasado; entonar la cantinela de conmigo no pasaba y hasta dónde vamos a llegar.

Lo más fácil es gritar unidad, unidad, unidad. Pero el camino de quien se siente desposeído del poder conduce a buscar el desgarro, la separación, la guerra civil incluso. Del poder debe sentirse uno liberado, descargado, con toda la satisfacción que se quiera sobre esa cosa del deber cumplido, etcétera, pero libre al fin. Entonces es el momento de gozar de la libertad y la sabiduría de haberlo poseído. Cuesta curarse del poder. Pero hay quien vive el poder como una enfermedad incurable. Si ha tenido mucho, quiere tener más. Si lo ha perdido, quiere recuperarlo. Si renuncia, es para conseguir luego un poder más abrumador todavía. Quienes caen en esta última tentación son esquinados aulladores de un rencor insoportable que les devora y devora a sus amigos. Aprovechan cualquier circunstancia para asestar golpes que creen mortales sobre sus sucesores, a veces con mayor saña cuando se trata de gente de su propio partido. Un ex necesita una buena cura de desposesión, como los endemoniados. Pasado mucho tiempo, cuando termina, esas almas ya sanadas de su enfermedad pueden volver a prestar servicios a todos, a sus amigos, a la sociedad. Pero hay algunos que no curarán jamás e irán cultivando en su corazón una negra flor que explotará de vez en cuando hasta dar frases solemnes y exageradas, preñadas de odio y resentimiento: ?Nunca nadie hizo tanto daño en tan poco tiempo?.

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3 de febrero de 2010
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Redención

La fórmula ?re? tiene una declinación oculta en Davos: redención. Los problemas de más difícil solución siempre tienen una fórmula redentora y ésta surge de la capacidad infinita de invención que tiene el ser humano. Claudi Pérez, el colega y amigo que ha cubierto para El País el Foro de este año, sitúa la innovación como una de las tres piezas de la Santísima Trinidad davosiana, junto a la globalización y la desregulación. La desregulación se encuentra ahora en horas bajas; la globalización está averiada por la ausencia de piloto al frente de la nave; por lo que sólo queda la fe en la innovación a la hora de mantener despierto el espíritu del capitalismo de Davos. De ahí que se concentre en ella, y en su resultado, la tecnología, la posibilidad de redención por nuestros pecados.

La innovación tenía que acabar con los ciclos económicos. De eso hace ya diez años y se lo llevó por delante el estallido de la burbuja tecnológica. Con la utilización de las nuevas tecnologías digitales iba a desaparecer casi toda la intermediación inútil e iban a surgir como setas en otoño las oportunidades de negocios y los márgenes de beneficios de los lugares más insospechados. Hasta tal punto de que los ciclos iban a dulcificarse hasta hacerse prácticamente imperceptibles los momentos de ligera declinación. Lo mismo ha sucedido con la innovación financiera. La dispersión del riesgo en el espacio y en el tiempo iba también a impulsar un crecimiento insospechado, al ofrecer oportunidad de financiación para nuevos y a su vez también innovadores negocios. No se tenía en cuenta que pirámides como la de Madoff se ocultaron cómodamente detrás de tales esquemas y que lo mismo sucedió con la burbuja inmobiliaria, una forma de pirámide de responsabilidades colectivas. También la teoría de la guerra de Donald Rumsfeld, la mano derecha bélica de Bush, estaba centrada en el carácter taumatúrgico de la tecnología. Pequeños ejércitos, altamente tecnológicos, podrían abordar las tareas que hasta ahora habían necesitado despliegues de millares de hombres. (La acompañaba, es cierto, con la privatización de la guerra y la seguridad). Los resultados están a la vista: Irak y Afganistán. Finalmente, la última acción redentora de la tecnología es la que se espera con motivo de la reducción de emisiones de CO2 a la atmósfera. Si hay que elegir entre la voluntad política y el milagro no hay lugar para las dudas. Quienes más se han opuesto hasta ahora a los acuerdos sobre reducción de emisiones se aferran a la existencia de tecnologías económicamente viables para capturar y enterrar los gases, a las mejoras de la eficiencia energética y a la energía nuclear. Cada una de las tres actividades tiene su papel y su futuro en el cumplimiento de los objetivos, pero confiarlo absolutamente todo en las virtudes de la innovación sin afectar a los estilos de vida que conducen a un gasto energético excesivo y sin considerar que hay que pagar un precio alto, en inversiones públicas y privadas y en sacrificios de todo tipo, es caer de nuevo en un fetichismo tecnológico que se ha demostrado una y otra vez inútil o directamente perjudicial. Pero seguramente pedir al hombre de Davos que deje de adorar la innovación es derribar al único de los tres fetiches que ahora mismo se mantiene en pie en esta religión de la hipermodernidad. 

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2 de febrero de 2010
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Vic desde Davos

La población mundial dejará de crecer dentro de 40 años, según Naciones Unidas. Pero en estas cuatro décadas todavía aumentará un 50 por ciento más, desde los 6.830 millones de seres humanos que habitamos ahora el planeta hasta 9.150 millones. No es novedad alguna este crecimiento desbocado de la humanidad: en realidad se ha ralentizado un poco, pues en los últimos 50 años hemos estado creciendo a un ritmo del 1?8 por ciento anual, mientras que ahora estamos creciendo al 1 por ciento.

Los expertos reunidos en Davos han sacado punta a la metáfora de la bomba demográfica, acuñada por Paul Ehrlich en 1968, esa idea de que el crecimiento de la población en el siglo XX iba a producir una catástrofe alimentaria mundial, hasta sustituirla por otra, la de una bomba de fragmentación ('cluster bomb'), que dispersa pedazos explosivos cada uno con capacidad para actuar letalmente por su cuenta. Esta nueva idea permite distinguir entre comportamientos totalmente distintos en los países occidentales (Europa, América del Norte y Japón), con una población declinante y envejecida, y los emergentes, donde la población seguirá creciendo, con el matiz de que serán los más frágiles y pobres los que experimentarán los incrementos más espectaculares. Lo que llamamos ?occidente? representaba una quinta parte de la humanidad en 1.800, en 2000 ya era el 17 por ciento y 2050 será sólo el 12 por ciento. Lo mismo sucederá con el peso ?occidental? en la riqueza mundial y las clases medias, concentradas hasta hace muy poco en las ciudades europeas y ahora engullidas por las clases medias globales, que habitan las nuevas grandes megalópolis y tienen una incidencia determinante en el consumo mundial. La vieja Europa necesitará 70 millones de trabajadores de aquí el 2050, a riesgo de poner en peligro el modelo entero de sociedad, su nivel de vida y su estado de bienestar. Al contrario de lo que difunde la demagogia populista, lo único que puede dar un impulso de competitividad y de innovación en las cansadas sociedades europeas es la aportación y el mestizaje que aportan los jóvenes de origen familiar alógeno. Ahí no caben ?buenismos? ni ?malismos?: nada va a frenar las migraciones desde el campo a la ciudad y desde los países más pobres a los más ricos. A lo más que se puede pretender es organizar y gobernar este plebiscito mundial en el que los más necesitados votan con los pies y con las pateras si hace falta. Davos significa el sueño, mantenido durante años, de una globalización gobernada, es decir, un mundo conducido por alguien. Hasta 2008 era bien claro a quien se atribuía la tarea de conductor, desde el crecimiento económico hasta la organización de las relaciones internacionales. La presidencia de Bush y la crisis financiera indicaron un nuevo camino, todavía indefinido en la anterior reunión de 2009, debido a la llegada todavía reciente de Obama a la Casa Blanca. Ahora ya está todo claro: han llegado los emergentes, China, India y Brasil por este orden, pisando fuerte y con exigencias en todos los terrenos; el G 20 se ha ocupado de evitar la gran recesión que hubiera ocasionado el colapso de la circulación fiduciaria mundial; pero todavía no existen los resortes eficaces para gobernar el mundo en cuestiones tan acuciantes como la población, el cambio climático, la pobreza o la proliferación nuclear. Vic desde Davos no son las lecciones sobre la demografía mundial que imparten los expertos: nadie desde la cercanía suele atender los consejos cuando debe resolver los problemas cotidianos que plantea un cambio demográfico masivo en casa. Lo ocurrido en Vic, como en Torrejón, es un reflejo de este mundo desgobernado, en el que los Estados son todavía los únicos sujetos de derecho que pueden decidir, pero las decisiones que deben tomar escapan a sus capacidades y exigen la concertación y la gobernanza primero europea y luego incluso mundial. No es España la que se deshilacha; es Europa la que no es capaz de gobernarse y el mundo global e interdependiente el que no tiene instrumentos, al menos todavía, para organizar su gobierno. Ni en políticas migratorias, ni prácticamente en nada.

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1 de febrero de 2010
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Invisibilidad

Si Davos es una bolsa de cotizaciones sobre el poder y la influencia internacionales, España viene cotizando históricamente muy por debajo de su realidad económica, política y cultural. Veamos las pruebas. Basta con ver la lista de los participantes y sobre todo de las intervenciones públicas en las que ciudadanos españoles figuran en los paneles de discusión o en la moderación de los debates: muy pocos banqueros, escasísimos empresarios, algunos economistas y poco más. Suelen estar siempre, naturalmente, los que cuentan internacionalmente: Joaquín Almunia, aún comisario de Asuntos Económicos y Monetarios que tomará posesión de la cartera de Competencia dentro de una semana; Jaime Caruana, director general del Banco Internacional de Pagos de Basilea, y naturalmente algunos de los ministros vinculados a los temas del Foro: este año la vicepresidenta Elena Salgado.

Los presidentes españoles no son clientes habituales del Foro de Davos ni hay perspectiva de que lo sean. El manejo de idiomas, sobre todo del inglés, cuenta decisivamente a la hora de sacar provecho de los contactos y citas, donde sólo hay intérpretes cuando es literalmente inevitable. Y no está de más recordar que ningún presidente de la democracia, a excepción del efímero Calvo Sotelo, ha podido hablar directamente en público a un auditorio no español, incluido Aznar, que aprendió el inglés ya como ex presidente. Esta circunstancia tiene un valor relativo, naturalmente. Pero Zapatero tuvo la mala suerte el pasado miércoles de que su handicap quedara subrayado a la hora de hacer su intervención, por una caída del sistema de audio que obligó a la intérprete a situarse en su flanco para susurrarle la traducción española y a subir luego al atril para interpretar en inglés su intervención. Zapatero estuvo bien en las dos intervenciones que realizó en el Foro: la primera sobre la crisis financiera en Europa y la segunda sobre la gobernanza mundial, principalmente alrededor del cambio climático. Sorteó correctamente los nubarrones alpinos que le esperaban. Algunos de los periodistas anglosajones que han escrito los artículos más acerbos contra su gobierno, con motivo del arranque de la presidencia europea, acudieron a escucharle, pero fijaron su atención en Grecia y en Giorgios Papandreou, que aunque habla inglés como corresponde a quien se ha educado en Estados Unidos, no consiguió convencer ni a los periodistas ni a los mercados sobre la credibilidad de los bonos griegos. A Zapatero le ha acompañado, así, una suerte bien repartida. También ha jugado en su contra otra circunstancia. En principio, debía hablar en una mesa redonda sobre el futuro de Europa, exactamente la repetición de una mesa del mismo tipo en la que participó Aznar, ahora hace exactamente diez años, en la que se pudo envanecer de la entrada de España en el euro y de las cifras de ocupación en comparación con las que le había dejado González. Pero precisamente la crisis económica y su susceptibilidad ante las críticas de la prensa anglosajona dieron que pensar a los organizadores: al final decidieron que sería mejor dedicar el panel al euro y las dificultades de las finanzas públicas europeas. Además, la mala fortuna quiso redoblar: no acudieron al panel el primer ministro belga, Yves Leterme; el belga, Jan Peter Balkenende, y el presidente polaco, Lech Kascynski; y quedaron solos, junto al presidente del Banco Central, Jean-Claude Trichet, con su rostro de profesor severo, los tres malos alumnos: el presidente letón Valdis Zalster, el griego Giorgios Papandreu y Zapatero. La mala suerte también se busca. Aznar hace diez años, con su español y su bandera, que quiso colocar detrás suyo en la conferencia de prensa, en un gesto insólito en este Foro cosmopolita, hizo mejor las cosas que Zapatero ahora, cuando éste tiene además la responsabilidad de la presidencia semestral de la Unión Europea y debe ayudar al presidente Herman Van Rompuy a organizar la Cumbre sobre Empleo el 11 de febrero. En el Foro de 2000, además del panel sobre el futuro de Europa, Aznar pronunció un discurso en solitario y convocó una rueda de prensa, muy breve es cierto, pero suficiente para manchar las primeras páginas al día siguiente, cosas que el actual presidente no quiso o no pudo hacer. Hay que subrayar que la actuación de Zapatero está muy en sintonía con el funcionamiento de las cosas en la Unión Europea y quizás en el nuevo mundo multipolar. Si el presidente semestral en ejercicio se limitó a participar en dos mesas redondas, y eludió el discurso especial y solemne dirigido al Foro en compañía de su presidente Klaus Schwab, todavía ha sido más espectacular la decisión de los dos nuevos cargos nombrados por los 27 en aplicación del Tratado de Lisboa. Tanto Van Rompuy como Catherine Ashton prefirieron no quemarse en actuaciones de relaciones públicas con los líderes de todo el mundo en Davos. EE UU mandó a Lawrence Summers, un amigo de la casa de toda la vida, que probablemente aprovechó el Foro para mostrar su fidelidad a Obama y no quedar descabalgado de la Casa Blanca después del giro populista. Ortega dijo que España era el problema y Europa la solución. Siguiendo la ecuación, a una Europa invisible corresponde una España invisible. Exactamente lo contrario de lo que le sucede a Francia: por eso Sarkozy inauguró el Foro y criticó al capitalismo y al mercado en casa del ahorcado.

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31 de enero de 2010
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La nueva guerra ya está aquí

Sus armas son los virus, troyanos o simplemente el spam, todo lo que pueda perturbar o inclusod estruir las comunicaciones digitales. Crecen de forma exponencial. Quienes los lanzan albergan intenciones muy diversas: desde la obtención de un beneficio económico a través de alguna forma de fraude hasta objetivos estrictamente bélicos, de destrucción material del enemigo, pasando naturalmente por el espionaje en todas sus formas: comercial, industrial o directamente político y militar. El problema más preocupante es que se trata de un enemigo que no se identifica como tal. La atribución del ataque es la mayor dificultad a la hora de defenderse. China no se reconoce en los ataques cibernéticos que Google le atribuye para cesar sus actividades allí. Los ciberatacantes suelen utilizar una dirección o IP ajeno para ocultar su identidad, infectando ordenadores mal protegidos, distribuyendo software o incluso mediante la difusión de pendrives. Es la guerra, la nueva guerra, y Davos no podía ser ajena a su análisis, naturalmente.

La asimetría de estas nuevas guerras es extrema. Toda la creatividad que crece con la libertad del mundo digital sirve también para quienes quieren utilizarla con objetivos delictivos o bélicos. Pero la red es también democrática: no hay diferencia entre el tamaño de los agentes que entran en guerra, sean estados o empresas privadas, ni tampoco hay diferencia entre instituciones o individuos con talento y empecinamiento para convertirse en perturbadores del orden. La diferencia de legislaciones entre los países y la ausencia de acuerdos internacionales facilita las cosas a quienes quieren realizar actuaciones agresivas con cobertura legal. Pero lo más difícil de todo es delimitar dentro de estas guerras cibernéticas cuáles son guerras en su sentido literal. Con los ataques informáticos se puede conseguir los mismos resultados que un bombardeo: liquidar las infraestructuras de transporte o de energía de un país y dejarlo sin capacidad defensiva convencional. Esperemos que nunca se llegue a este punto, pero es evidente que los militares y sus jefes, los políticos gobernantes, ya incluyen en sus estrategias defensivas la eventualidad de estos ataques como parte de una estrategia militar. La nueva guerra ya está aquí porque la están preparando unos y otros. Como suele suceder, además, entre quienes están realizando acciones en las fronteras de la legalidad están también los estados y las empresas que realizan espionaje y la preparan mediante acciones ofensivas previas. Una de las curiosidades de la nueva guerra es que nadie se entera de que tiene lugar hasta que ha terminado en su fase final y definitiva, es decir, cuando se produce la victoria, la rendición o el tránsito a la guerra convencional. Como contrapartida, es una guerra que necesita un tratado de paz antes de que se declare. Atención: la verdadera guerra cibernética, si se desencadena, podría ser peor que la guerra nuclear. Estamos quizás en algo parecido a la destrucción mutua asegurada, con el grave inconveniente de que no hay superpotencias con capacidad para detenerla, sino múltiples agentes estatales y no estatales de distintos tamaños y propósitos. Ideas, necesariamente polémicas, sobre cómo hacer esta paz ya existen. Por ejemplo, crear una institución internacional a imagen de la Organización Mundial de la Salud, que se encargue de mantener la salud global de la red y de las comunicaciones. Cuestión central para la seguridad es la identificación, que permite atribuir las responsabilidades de lo que ocurra en la red. Hay que identificar a los usuarios, los programas y las máquinas. Hay que empezar por lo más sencillo: el cibercrimen y la protección de los usuarios infantiles. Habrá que organizar la negociación y firma de un tratado internacional por el que los estados firmantes se comprometan cada uno de ellos a proteger la libertad digital de sus respectivos ciudadanos y a compartir con los otros estados la responsabilidad y la información acerca de la seguridad de la red. El libre flujo de la información, que por definición es global, será el segundo punto que deberá garantizar el tratado. Los firmantes se comprometerán a no ser en ningún caso quienes efectúen el primer golpe en la guerra digital. Cifras y datos: dos millones de virus nuevos han entrado en los dos últimos años. El 22 por ciento de los ordenadores no tienen suficiente defensa antivirus, convirtiéndose así sus propietarios automáticamente en agentes de guerras pasivos e inconscientes. ¿Y dónde está en enemigo? Pues en casa: el 17 por ciento de los ataques salen de Estados Unidos, país que va en cabeza en lo que a ataques se refiere, por delante de Brasil y China con el 7 por ciento. (Estas ideas no me pertenecen. Son de Susan Collins, senadora republicana por Maine; André Kudelski, presidente de Kudelski Group; Craig Mundie, jefe de investigación de Microsoft; Paul Sagan, presidente de Akamai Technologies y Hamadoun Touré, secretario general de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, a quienes preguntó de forma incisiva el profesor de Derecho de Harvard, Jonathan Zittarin. Pude escuchar también algunas de las ideas sobre el tema del equipo directivo de Google, encabezados por Eric Schmidt, que tuvo ayer varias intervenciones en el Foro. Finalmente, hay que leer sobre esta cuestión el artículo de Timothy Garton Ash que se centra en la ?guerra? entre Google y China, hoy en El País.)

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30 de enero de 2010
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México prepara su Cumbre del Clima

No es sólo China. También Brasil e India, naturalmente. Pero no termina ahí la lista ni la exhibición de poder e influencia que realizan en Davos los emergentes, o imparables, esos nuevos países que ya cuentan y que van a contar mucho más en lo que queda del siglo XXI. Latinoamérica entera, desde la pobre y castigada Haití hasta el gigante brasileño, es también un continente emergente, cuya presencia en el Foro Económico Mundial crece de año en año. Lula, que debía hablar esta mañana, anuló su viaje por problemas de salud. Su discurso, pronunciado después de intervenir en el Foro Social de Porto Alegre, iba ser la intervención estelar de Davos. El protagonismo latinoamericano fue para Felipe Calderón, el presidente de México, en cuyas manos se halla la organización de la nueva cumbre del clima, después del fracaso de Copenhague en diciembre.

Al presidente mexicano se debe una de las metáforas más ingeniosas de lo que está ocurriendo con la política mundial, y específicamente con el cambio climático. Surgió precisamente en la mesa redonda en la que participó con Zapatero. Vamos en un avión cuyo piloto acaba de tener un ataque cardiaco. La tripulación y el pasaje han empezado a debatir quién puede tomar el mando. No hace falta entrar en detalles sobre lo que está en juego. El moderador del panel, Fareed Zakaria, introdujo una muy pertinente derivación del caso: quizás será cuestión de que los pasajeros de primera compartieran el champagne con los de la clase turista. En el debate quedaron claramente dibujados los principales interrogantes que plantea la reducción de emisiones. ¿Estamos dispuestos a sacrificar crecimiento para cumplir con los objetivos que proponemos? Zapatero, siempre optimista, cree que se puede hacer todo y bien: reducir emisiones y cumplir con los objetivos gracias a la innovación tecnológica y a las mejoras en eficiencia energética. ¿Hasta qué punto podemos confiar en la tecnología para resolver el problema? Stephan Harper, el premier canadiense, a diferencia de Zapatero, sólo confía en la tecnología y prefiere evitar los compromisos que luego no se cumplen. ¿Cómo se financiarán las reducciones de emisiones, sobre todo por parte de los países que menos han contaminado y que ahora desean crecer a toda prisa? Ésta es la pregunta central que requiere una respuesta sustancial para la cumbre de México, en la que Felipe Calderón ha empezado a trabajar para conseguir en su capital lo que no se obtuvo en Copenhague. El debate sobre el cambio climático contiene en su seno un debate sobre el futuro reparto de la riqueza mundial. Pero como todos los grandes problemas de la globalización, no es un juego de suma cero. Es lo contrario: todos ganan o todos pierden. Si alguien quiere que gane sólo su posición no va a conseguir otro resultado que la derrota para todos. Se juega, por tanto, en un equilibrio entre la codicia y la lucidez de los dirigentes políticos. Y aunque la pelea ha sido descomunal, el grado de consenso que suscita esta cuestión es evidente en Davos. Incluso Li Keqiang, el representante de China, en cuya cúpula dirigente se observa cada vez con más interés las teorías negacionistas respecto a la influencia de la mano del hombre en el cambio climático, tuvo una referencia de consenso en su discurso. También se pudo entender entre líneas algo más de indudable importancia: China toma las decisiones sobre la crisis y sobre el medio ambiente por sí misma; y ya no se dice explícitamente lo que se desprende: que nadie tiene derecho a interferir desde fuera en estas decisiones. China será uno de los huesos que deberá roer Calderón si quiere que triunfe su cumbre. (Un último apunte, éste sobre la noche latinoamericana, cena anual de Davos que este año reunió a tres presidentes: además del de México, los de Colombia, Alvaro Uribe, y de Panamá, Ricardo Martinelli. El tema central, la democracia. Con intervenciones claras pero de escasa agresividad. Algo de autosatisfacción, quizás más de la necesaria. Y una voluntad clarificadora de la comisaria europea Benita Ferrero-Waldner que pudo entender quien quiso. No basta con hacer elecciones para contar con democracias, se oía en muchas intervenciones. Tampoco basta la libertad de prensa y de palabra, respondió la comisaria europea. Las democracias necesitan, y Latinoamérica no es una excepción, instituciones fuertes, que son las que constituyen el Estado de derecho, proporcionan el equilibrio de poderes, permiten desalojar a los gobernantes corruptos e ineficientes y evitar que se perpetúen en el poder, y garantizan el respeto a discrepar y los derechos de la minorías. Y en esta cuestión no basta con mirar únicamente en dirección hacia la izquierda bolivariana: reproches los hay para todos.)

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29 de enero de 2010
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Sobre las nubes alpinas

En mi país las nubes estaban arriba y llego aquí y quedan abajo. Es una de las cosas que contó el presidente Jacob Zuma en Davos, en su presentación de la Copa del Mundo de Fútbol. Tuvo mayor éxito al día siguiente en su respuesta a Fareed Zakaria sobre la poligamía: es una cuestión de identidad cultural y en su caso trata muy bien a sus tres mujeres. El relativismo cultural se abre paso con facilidad entre las cumbres: siempre ayuda la obligada presencia de una buena ristra de profesionales de la religión (el rabino, el monje budista o el ulema) o de un político tribal tan polémico y demagógico como el sudafricano. Pero lo que me interesa ahora es escribir sobre las nubes que suelen cubrir los valles. Desde las alturas cuesta ver la realidad y la visión de las cosas queda distorsionada por el aire puro y el frío, tal como explicó magistralmente Thomas Mann en su novela davosiana.

La concentración del programa del Forum produce un desdoblamiento de la percepción: por una parte, se sublima en forma de visiones muy sintéticas y globales del estado del mundo; por la otra, la oculta y dispersa gracias a la distancia. Todas las noticias que suceden en el mundo real tienen impacto aquí, pero quedan difuminadas y filtradas por la fuerza algo irreal del mismo foro. La comparecencia hoy de Tony Blair ante la comisión que investiga la guerra de Irak; la absolución de Dominique de Villepin, autentica desautorización de Nicolas Sarkozy; las ejecuciones de manifestantes iraníes del pasado mayo o la conferencia sobre Afganistán eran temas sobre los que hubiera podido escribir perfectamente de no haber acudido a Davos. En el Foro hay también abundantes posibilidades de obtener información y análisis de cualquiera de estos temas. Buen número de los congresistas los evocan en sus contactos y tertulias. Pero una especie de niebla se extiende sobre el mundo real, que sólo se levanta en momentos excepcionales. Esta tarde la guerra de Afganistán puede aparecer como el sol súbitamente entre las nubes, en una mesa redonda de la mano del columnista norteamericano Tom Friedmann. Pero la noticia de la jornada estará en Londres y la de todos estos días algo más lejos todavía, en Washington. Estados Unidos, por segundo año consecutivo elude el protagonismo en este foro mundial. Hace un año, porque Obama estaba terminando su transición presidencial; ahora, porque el presidente y su equipo están ocupados en la reparación de la primera abolladura de su presidencia. Afganistán era el gran tema para una representación norteamericana del más alto nivel. No será así. Quedará reservada para la reunión anual de Munich sobre seguridad, dentro de una semana, otro clásico de la temporada invernal de cumbres internacionales. La inhibición oficial norteamericana (nada que ver con la privada: es el primer país en número de participantes) tiene su correlato en la fuerte presencia oficial y sobre todo empresarial de los BRICS, encabezados por China, con un centenar largo de congresistas. Pero la presencia china, a diferencia de la norteamericana, no tiene nada de locuaz, al contrario. Valen más los silencios y sobrentendidos que las declaraciones. Son la locomotora del crecimiento ahora mismo y los banqueros más solicitados, hasta el punto de que cuando se habla de la crisis griega surge la eventualidad de un préstamo chino. Pero de China interesa, sobre todo, las relaciones con Google y esa guerra cibernética que se vislumbra y que las autoridades de Pekín consideran una mera acción de propaganda occidental. El viceprimer ministro Li Keqiang, que todos los pronósticos consideran como el primer ministro chino in pectore para 2012, quiso presentarse ayer ante el Foro como el humilde dirigente de un país en desarrollo, con una renta per cápita que queda por debajo de 100 países, eso sí comprometido con la entera agenda mundial contra la crisis financiera, el cambio climática, la lucha contra la pobreza o la gobernanza mundial. La suya fue una intervención especial, seguida de una fiesta china de promoción de la ciudad de Tianjin, que junta a Dalian, ha sido también sede de una reunión de verano del Foro Económico Mundial. Hay quien dice que Davos ha entrado en decadencia hace ya algunos años; pero siempre hay otra voz que responde que el negocio no se termina, aunque serán Tianjin y Dalian los nombres con los que se identificarán las cumbres mundiales dentro de una décadas. Pero todas especulaciones pueden ser perfectamente efecto del frío y del aire purísimo alpino.

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29 de enero de 2010
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El sueño de un mundo gobernado

Veinte años de la caída del Muro, veinte años del fin del apartheid y pronto veinte años del Choque de Civilizaciones, el ?clash? de civilizaciones de Samuel Huntington. El profesor norteamericano ya fallecido fue el primer pensador que intentó explicar cómo sería el mundo después de la Guerra Fría, con el resultado de que su teoría se convirtió en un juguete intelectual de moda, controvertido y citado por todos: al fin de la historia de Francis Fukuyama, otro juguete teorizado en los mismos años, le sucedería el enfrentamiento entre civilizaciones, religiones e identidades. Huntington ofrecía incluso unos catálogos de estas identidades, que eran todavía más discutibles. Como corolario, el profesor acuñó una expresión feliz, aunque probablemente poco analizada: los asistentes al Foro Económico Mundial conforman el hombre de Davos, el prototipo humano característico de la globalización, al que pronto se opuso el hombre de Porto Alegre como prototipo de su enemigo, el antiglobalizador de izquierdas.

El Foro de Davos 2010 ha celebrado a Huntington en uno de los encuentros a puerta cerrada, titulado ?El Clash de civlizaciones, revisitado?. Las identidades, las percepciones del otro, las diferencias de valores, sobre todo entre oriente y occidente, entre cristianismo e islam, con el fondo de la ascensión de los imparables, China, Brasil e India, ocupó el debate privado de los congresistas. Pero no se habló, en cambio, de la invención del ?hombre de Davos? y del destello de sus múltiples facetas. Huntington se refirió a este personaje para descalificar el consenso que se produce en encuentros como el del WEF, donde las élites de todo el mundo son capaces de ponerse de acuerdo y discutir libremente, aunque luego en sus respectivos países suceda exactamente lo contrario. El hombre de Davos, en el fondo, es el sueño de un mundo gobernado por esas élites que durante unos breves días son capaces de fabricar la ficción del consenso mundial. Situados en Davos, lejos de los combates políticos domésticos y del tufo de las cocinas políticas, los gobernantes parecen crecer y ocultar sus defectos aquí entre las nieves. Le ha sucedido ayer a Zapatero, en su primera intervención sobre la zona euro, territorio tan resbaladizo como las calles heladas de esta localidad alpina: todo le salió bien en su panel junto al gobernador del Banco de España, Jean Claude Trichet, y en el siguiente, con una variada muestra de primeros ministros y presidentes de todo el mundo. La celebración anual del Foro confirma y desmiente a la vez la materialidad de este sueño, entre otras razones por el talento de los organizadores, que tienen la atención despierta ante cualquier acontecimiento para convertirse inmediatamente en fabricantes de contactos y de acuerdos. ¿La última prueba? La reconstrucción de Haití tras el terremoto, que ha situado a Bill Clinton bajo los focos de la sala de Congresos flanqueado por el presidente del WEF, Klaus Schwab. El hombre de Davos es una ficción, ciertamente. No habrá ?clash de civilizaciones?, pero los países emergentes no van a plegarse a las órdenes de los antiguos propietarios del planeta en cuanto se refiere a los sistemas de valores y a la organización política. Por eso esta figura señala a la vez el mundo multipolar, con potencias que no quieren recibir lecciones de nadie, y la esperanza de que algún día estas potencias sean capaces de dar forma efectiva a la gobernanza mundial. (El hombre de Davos, pues, revisitado dentro del modelo en ?re? declinado en todas sus variables en este Foro alpino. En la clave del regreso también se ha organizado el segundo panel en el que ha participado Zapatero: la gobernanza global revisitada. El cambio climático, la Ronda de Doha y los objetivos del Milenio han sido los temas de la mesa redonda en la que había un abanico de países tan variado como para representar la dificultad de la tarea: además de España, México, Sudáfrica, Corea del Sur, Vietnam y Canadá. Su anterior intervención sobre la zona euro fue con los primeros ministros griego y letón, además del gobernador del Banco Central Europeo. Las prisas con que ha organizado el viaje no le han permitido protagonizar una intervención especial como le correspondía, pero al menos ha participado en dos mesas redondas variadas y de gran interés, de las que tendré que hablar en alguno de los próximos post.)

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28 de enero de 2010
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