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Invisibilidad

Por 31 de enero de 2010 Sin comentarios

Lluís Bassets

Si Davos es una bolsa de cotizaciones sobre el poder y la influencia internacionales, España viene cotizando históricamente muy por debajo de su realidad económica, política y cultural. Veamos las pruebas. Basta con ver la lista de los participantes y sobre todo de las intervenciones públicas en las que ciudadanos españoles figuran en los paneles de discusión o en la moderación de los debates: muy pocos banqueros, escasísimos empresarios, algunos economistas y poco más. Suelen estar siempre, naturalmente, los que cuentan internacionalmente: Joaquín Almunia, aún comisario de Asuntos Económicos y Monetarios que tomará posesión de la cartera de Competencia dentro de una semana; Jaime Caruana, director general del Banco Internacional de Pagos de Basilea, y naturalmente algunos de los ministros vinculados a los temas del Foro: este año la vicepresidenta Elena Salgado.

Los presidentes españoles no son clientes habituales del Foro de Davos ni hay perspectiva de que lo sean. El manejo de idiomas, sobre todo del inglés, cuenta decisivamente a la hora de sacar provecho de los contactos y citas, donde sólo hay intérpretes cuando es literalmente inevitable. Y no está de más recordar que ningún presidente de la democracia, a excepción del efímero Calvo Sotelo, ha podido hablar directamente en público a un auditorio no español, incluido Aznar, que aprendió el inglés ya como ex presidente.
Esta circunstancia tiene un valor relativo, naturalmente. Pero Zapatero tuvo la mala suerte el pasado miércoles de que su handicap quedara subrayado a la hora de hacer su intervención, por una caída del sistema de audio que obligó a la intérprete a situarse en su flanco para susurrarle la traducción española y a subir luego al atril para interpretar en inglés su intervención. Zapatero estuvo bien en las dos intervenciones que realizó en el Foro: la primera sobre la crisis financiera en Europa y la segunda sobre la gobernanza mundial, principalmente alrededor del cambio climático. Sorteó correctamente los nubarrones alpinos que le esperaban. Algunos de los periodistas anglosajones que han escrito los artículos más acerbos contra su gobierno, con motivo del arranque de la presidencia europea, acudieron a escucharle, pero fijaron su atención en Grecia y en Giorgios Papandreou, que aunque habla inglés como corresponde a quien se ha educado en Estados Unidos, no consiguió convencer ni a los periodistas ni a los mercados sobre la credibilidad de los bonos griegos.
A Zapatero le ha acompañado, así, una suerte bien repartida. También ha jugado en su contra otra circunstancia. En principio, debía hablar en una mesa redonda sobre el futuro de Europa, exactamente la repetición de una mesa del mismo tipo en la que participó Aznar, ahora hace exactamente diez años, en la que se pudo envanecer de la entrada de España en el euro y de las cifras de ocupación en comparación con las que le había dejado González. Pero precisamente la crisis económica y su susceptibilidad ante las críticas de la prensa anglosajona dieron que pensar a los organizadores: al final decidieron que sería mejor dedicar el panel al euro y las dificultades de las finanzas públicas europeas. Además, la mala fortuna quiso redoblar: no acudieron al panel el primer ministro belga, Yves Leterme; el belga, Jan Peter Balkenende, y el presidente polaco, Lech Kascynski; y quedaron solos, junto al presidente del Banco Central, Jean-Claude Trichet, con su rostro de profesor severo, los tres malos alumnos: el presidente letón Valdis Zalster, el griego Giorgios Papandreu y Zapatero.
La mala suerte también se busca. Aznar hace diez años, con su español y su bandera, que quiso colocar detrás suyo en la conferencia de prensa, en un gesto insólito en este Foro cosmopolita, hizo mejor las cosas que Zapatero ahora, cuando éste tiene además la responsabilidad de la presidencia semestral de la Unión Europea y debe ayudar al presidente Herman Van Rompuy a organizar la Cumbre sobre Empleo el 11 de febrero. En el Foro de 2000, además del panel sobre el futuro de Europa, Aznar pronunció un discurso en solitario y convocó una rueda de prensa, muy breve es cierto, pero suficiente para manchar las primeras páginas al día siguiente, cosas que el actual presidente no quiso o no pudo hacer.
Hay que subrayar que la actuación de Zapatero está muy en sintonía con el funcionamiento de las cosas en la Unión Europea y quizás en el nuevo mundo multipolar. Si el presidente semestral en ejercicio se limitó a participar en dos mesas redondas, y eludió el discurso especial y solemne dirigido al Foro en compañía de su presidente Klaus Schwab, todavía ha sido más espectacular la decisión de los dos nuevos cargos nombrados por los 27 en aplicación del Tratado de Lisboa. Tanto Van Rompuy como Catherine Ashton prefirieron no quemarse en actuaciones de relaciones públicas con los líderes de todo el mundo en Davos. EE UU mandó a Lawrence Summers, un amigo de la casa de toda la vida, que probablemente aprovechó el Foro para mostrar su fidelidad a Obama y no quedar descabalgado de la Casa Blanca después del giro populista.
Ortega dijo que España era el problema y Europa la solución. Siguiendo la ecuación, a una Europa invisible corresponde una España invisible. Exactamente lo contrario de lo que le sucede a Francia: por eso Sarkozy inauguró el Foro y criticó al capitalismo y al mercado en casa del ahorcado.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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