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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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La nacionalización de la banca y otros dogmas

Ni mito ni dogma. Un mero instrumento para introducir liquidez en la economía y para asegurar a la vez que los dineros de todos se utilizan correctamente. La unión de los contrarios queda demostrada una vez más, y no sin dolor, en el funcionamiento de nuestras economías. Todo exceso conduce a su contrario. Ahora la desregulación extrema acaba de conducir a la entrada de los Estados en el sistema bancario, con capitales, controles políticos, y un despliegue generalizado de intervencionismo hasta hace bien poco tiempo denigrado y perseguido.

Primero fue el caso por caso, en bancos y aseguradoras: Northern Rock, en el Reino Unido, Fannie Mae, Freddie Mac y AIG, en Estados Unidos. Acompañado todo por fusiones y compras ordenadas desde los Gobiernos, inyecciones de dinero público y avales. Hubo prácticamente una sola excepción enorme, que sólo sirvió para acelerar la caída: Lehman Brothers, el gran banco de finanzas neoyorquino no se acomodó a los consejos del Gobierno y como castigo fue abandonado a su suerte. A partir de ahí salió luego el plan de salvación del secretario del tesoro, Hank Paulson, el TARP (Trouble Assets Relief Program), en el que se prevé la posibilidad de inyecciones directas de capital en los bancos; pero lo que está llegando en este momento, mientras el abismo sigue ensanchándose bajo nuestros pies, es una entrada generalizada y organizada de capital público en los bancos, con el aplauso del FMI, el adalid del combate contra las nacionalizaciones. Varios países la han iniciado para taponar sus crisis respectivas, como Bélgica e Islandia, pero el toque de clarín lo ha dado Gordon Brown, que anunció el miércoles su oferta de 87.000 millones de dólares para bancos como el Royal Bank of Scotland, Barclays y HSBC, al que le siguió el propio Paulson, que está considerando tomar las mismas medidas con los bancos norteamericanos.

No es el final del capitalismo que algunos aventuran y otros desean fervientemente, aunque sea al modo de Sansón, hundiéndose bajo el templo con todos los filisteos. Pero sí puede serlo del capitalismo americano, según sugiere Antonio Faiola en el Washington Post. Para el columnista, esta nacionalización cuando menos parcial de la banca está "en contra de lo que los puristas del mercado consideran como los fundamentos del propio sistema americano", después de tres décadas en que "Estados Unidos dirigió la cruzada para persuadir al mundo, especialmente a los países en desarrollo, para que retiraran la pesada mano gubernamental de las finanzas y de la industria". El sociólogo Richard Senett, que imparte la docencia en la London School of Economics, se congratula de la intervención del Estado en un artículo notable en Financial Times, en el que habla de ‘socialismo financiero'.

Más lejos todavía va Francis Fukuyama en Newssweek, en otro artículo para recortar y guardar. El filósofo del fin de la historia desmonta los dogmas de la época que está terminando, la larga etapa de hegemonía conservadora iniciada por Thatcher y Reagan, al igual que hace más de 20 años otros desmontaron los dogmas de la izquierda, el de las bondades de la nacionalización de la banca, entre otros. Los recortes de impuestos no necesariamente estimulan el crecimiento, al contrario, pueden convertirse en un lastre como está sucediendo ahora; la desregulación, que puede ser conveniente para algunos sectores económicos, no sirve para el financiero, basado fundamentalmente en la confianza, este valor ahora desaparecido.

Entrando en detalles muy específicos, aunque no menos interesantes, muchos expertos están poniendo en duda el papel en esta crisis de los productos financieros derivados. Peter S. Goodman recoge en el New York Times un buen número de opiniones de economistas y financieros de gran interés acerca de los derivados: bombas de hidrógeno de efecto retardado, objetos de funcionamiento incomprensible, piezas centrales en esta crisis, acumulación excesiva de riesgo en pocas manos. Este tipo de productos son los que contenían las hipotecas tóxicas que están en el origen del crash bursátil y su funcionamiento no se entiende sin la desregulación financiera de la que Greenspan ha sido el apóstol en los últimos veinte años.

Estamos en tiempos de grandes cambios y enormes sorpresas. Si los anteriores favorecían a los vendedores de humo éstos son propicios para los vendedores de miedo, impulsados los primeros por la codicia y los segundos por el populismo y la demagogia. Requieren en todo caso una gran atención de los sentidos, los ojos bien abiertos y la inteligencia despierta. Para aventar los pavores y avanzar hacia el futuro. El viraje de estos días tiene dimensiones históricas. Por eso la crisis es política y no sólo económica. De gobernanza de la economía globalizada y de liderazgos. De ahí la importancia de la elección presidencial del 4 de noviembre en Estados Unidos, que va a versar precisamente sobre este dilema entre quienes quieren combatir el miedo encerrándose en sus casas y quienes quieren arriesgarse con un cambio que despierte la esperanza. En síntesis: McCain u Obama.

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11 de octubre de 2008
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Los espías, otra vez contra Bush

No hace falta ser un lince para darse cuenta de que algo se quebró de forma muy seria entre la Casa Blanca y los poderosos servicios de espionaje norteamericanos después del cúmulo de desaguisados protagonizados por Bush y sus neocons. Los paganos de una pésima política organizada y dirigida desde el Despacho Oval y de las mentiras de la guerra fueron distintos responsables de las seguridad y del espionaje, enteros departamentos o funcionarios singulares como Valerie Plame, la espía cuya identidad fue desvelada desde la Casa Blanca en represalia a la actitud crítica de su esposo, el diplomático Joseph Wilson, respecto a la invención de las armas de destrucción masiva de Sadam Husein. El resultado es que desde entonces se han instalado las malas vibraciones entre Bush y la llamada comunidad de inteligencia norteamericana. Ahora hace un año, el Nacional Intelligence Estimate de 2007, un informe de las 16 principales agencias de espionaje, desmentía toda la teoría de Bush y Cheney acerca del peligro inminente de un Irán nuclear. Y ahora se acaba de conocer que el NIE de 2008, dedicado esta vez a Afganistán, no deja en muy buen lugar a la Casa Blanca respecto a la guerra de Afganistán.

/upload/fotos/blogs_entradas/georgew_med.jpgEl informe, todavía secreto y del que sólo se conocen las conclusiones por fuentes indirectas, revela que Bush está fracasando de forma estrepitosa en la guerra de Afganistán, donde la corrupción del gobierno de Karzai es creciente, la violencia a cargo de los talibanes cada vez más intensa, y el cultivo y comercio de heroína se hallan en plena expansión. La conclusión es un "severo veredicto sobre la toma de decisiones de la Administración Bush", según cuenta el New York Times. La falta de liderazgo político y de estrategia, incluso de objetivos claros, son algunos uno de los problemas centrales que plantea esta guerra, según otro gran periódico como The Washington Post.

El informe da cuenta de la consolidación de una amplia coalición antiamericana y anti-Otan, instalada en Afganistán y en las zonas fronterizas de Paquistán, en la que la organización de Al Qaeda, compuesta sobre todo por árabes, uzbecos y chechenos, realiza funciones de coordinación, instrucción militar y financiación. En la coalición hay grupos terroristas de Cachemira, talibanes paquistaníes, grupos tribales tradicionales dirigidos por sus señores de la guerra y naturalmente talibanes afganos. Estados Unidos está realizando, tras la caída de Musharraf, constantes incursiones clandestinas en territorio paquistaní, a través de drones o aviones no tripulados y también de fuerzas especiales. Para enfrentarse a la creciente amenaza de esta vasta coalición tribal, sin embargo, necesita incrementar el gasto y las tropas en Afganistán.

El informe, aunque deja en mal lugar a Bush, está dirigido fundamentalmente al próximo presidente y en realidad sólo se dará a conocer después de las elecciones. Tanto Obama como McCain están de acuerdo en incrementar tropas en Afganistán y en realizar ataques en territorio paquistaní si es necesario. La diferencia aparentemente es que McCain considera que no debe hablarse de estas cuestiones, siguiendo la teoría de su admirado Teddy Roosevelt, de hablar poco pero mantener siempre un buen bastón en la mano.

Los europeos y especialmente los españoles, que tenemos tropas desplazadas allí en misión de reconstrucción de la OTAN, debemos tomar muy buena nota de todo ello. No parece haber dudas de que podemos tener serias discrepancias con el próximo presidente, sea Obama o sea McCain. Pero el informe también da pie a otra reflexión, que el propio general Petraeus, el comandante en jefe de toda el área militar desde Oriente Próximo hasta Afganistán, ya ha iniciado. Se trataría de introducir de nuevo la política y diplomacia en un conflicto que ha recibido, al final de las cuentas, una atención muy secundaria debido a la concentración de esfuerzos de todo tipo en Irak.

La primera pregunta que se debería plantear la OTAN y su principal socio es por qué los terroristas de Al Qaeda son capaces de armar una gran coalición de fuerzas y tribus heteróclitas mientras que los aliados ‘occidentales' se hallan aislados con un régimen como el de Karzai, cada vez más corrupto y alejado de los afganos.

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10 de octubre de 2008
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La caída de la casa McCain

Muy difíciles se le han puesto las cosas al candidato republicano, el senador por Arizona John McCain, después de un verano de vértigo en el que consiguió alcanzar en los sondeos de opinión a su contrincante Barack Obama. La causa del declive no han sido sus actuaciones en los debates televisivos: en términos generales los ha superado con suficiente fortuna, sin quedar nunca descolgado ante la desenvoltura y brillantez de Obama e incluso, para muchos, igualándole en cuanto a eficacia. Tampoco hay que buscar las responsabilidades por la mala marcha de su campaña en los contrastes de su imagen respecto a la de su adversario a pesar de las evidentes debilidades de una apuesta por la experiencia y los méritos del pasado frente a la audacia de la esperanza, esa afortunada expresión de Obama que sintetiza toda una actitud ante el futuro. La quiebra de la campaña de McCain, evidente ya cuando queda menos de un mes para la jornada electoral, se debe sobre todo a factores externos al propio candidato, que pueden sintetizarse en tres: la pesada herencia de Bush; la descomposición de la coalición republicana; y el carácter errático de su campaña, dirigida ahora por los sectores más extremistas del republicanismo.

Los mimbres -el candidato McCain, su biografía y su trayectoria- son buenos, pero no hay forma de hacer el cesto con los tres lastres antes mencionados. Pocos candidatos se ajustan mejor a la imagen del héroe norteamericano, forjado en combates por la libertad y la democracia. /upload/fotos/blogs_entradas/el_retorno_de_un_hroe_de_guerra_med.jpgEl crisol de esta mitología heroica es la Segunda Guerra Mundial, que devuelve a Europa el mensaje revolucionario y de emancipación de la Guerra de Independencia americana en forma de gesta de generosidad y de liberación. Las virtudes heroicas cantadas por el cine y el periodismo, las artes del siglo XX, convierten a este héroe bélico en continuador de los héroes fundacionales, pioneros y cow-boys. Maverick, la expresión que se usa para caracterizar su actitud independiente y rebelde ante la vida y la política, ante su partido y el Gobierno, viene de este filón de la épica americana. Lo ha contado brillantemente Carlos Mendo en estas mismas páginas (El americano indomable, 5 de febrero de 2008), en las que ha glosado la figura de Samuel Maverick, el ganadero que se negaba a marcar sus reses, arriesgando su pérdida o su fuga hacia otros pastos. John McCain ha cultivado con esmero la imagen y la narración heroica, aunque es justo reconocer que su biografía ha derrapado en más de una ocasión, como se ve en sus relaciones con los grupos de presión de Washington, su apoyo a numerosas iniciativas de Bush y el giro derechista en el último tramo de la campaña.

Pero incluso si se hace abstracción de las abundantes votaciones en las que ha acatado la disciplina republicana, lo que pesa para el electorado es algo mucho más de fondo. El mayor peso muerto, que abre las puertas a un intenso deseo de relevo democrático, es el balance de los ocho años de ineptitud y ceguera de Bush, con dos guerras todavía abiertas y sin horizonte resolutivo, unas libertades recortadas y vulneradas, la imagen internacional hecha trizas y una geometría de alianzas internacionales desgastadas; para no hablar del penoso estado de la economía, con un déficit público pavoroso, esta recesión en puertas, mayor que la Grande de los años 30, y un sistema financiero quebrado. Aunque McCain quiera distanciarse del conjunto del balance, al final de las cuentas queda pegado a cada una de las ruinosas partidas que lo componen, desde la guerra de Irak, que él insiste en que hay que ganar, hasta el estallido del modelo de economía desregulada y de débil fiscalidad, que él insiste en defender como receta para salir de la crisis.

El segundo elemento que le falla en la fórmula para vencer es su propio partido. Se ha dislocado una coalición fraguada en los tiempos de Reagan, donde confluían el partido de los negocios, pragmático y moderno de la costa Este; el conservadurismo social de los cristianos renacidos de los Estados del sur; y el conservadurismo patriótico de la seguridad nacional. Apoyado en esta última fracción y en sus virtudes heroicas, McCain venció en las primarias, pero luego franqueó la entrada de su cuartel general a la extrema derecha, que ahora dirige la campaña y le ha convertido en un candidato distinto. Los asesores de Bush que le derrotaron con malas artes en las primarias de 2000 (lanzaron el bulo de que su hija adoptiva era fruto de una relación extraconyugal) ahora le asesoran y recetan para Obama la misma medicina que le suministraron a él. Junto al coro de tertulianos radiofónicos y televisivos -los jiménezlosantos del Medio Oeste-, ellos son los que le han aconsejado la elección de Sarah Palin, el gesto frustrado de retirarse de la campaña para dedicarse a resolver la crisis económica e incluso la posibilidad de oponerse a Bush y a Paulson y encabezar una rebelión populista contra el plan de salvación de las hipotecas. De momento están consiguiendo erosionar la imagen de integridad y de maverick del propio McCain, pero de cara al 4 de noviembre es muy probable, casi seguro, que consigan hundirle.

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9 de octubre de 2008
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La talla de un presidente

 

Por una noche salieron del barro en el que se ha metido de pronto la campaña electoral. Los 500 puntos esfumados en la última jornada en Wall Street no daba para bromas ni repeticiones de los penosos argumentos cruzados en los últimos días a través de vídeos de propaganda para ensuciarse mutuamente. Ante la escapada de Obama en las encuestas de la última semana, la campaña de McCain había desenterrado viejos argumentos ya usados sobre la biografía y el carácter de Obama y este último en respuesta apeló también a un viejo escándalo financiero en el que estuvo envuelto el veterano senador. Ninguno de estos hilos argumentales tuvo seguimiento en el debate de esta madrugada, cuyo formato, parecido a ‘Tengo una pregunta para usted', permitió un espectáculo aceptable sobre los dos temas centrales de la campaña: la situación económica y el papel de Estados Unidos en el mundo. En el punto en que se encuentra la campaña, el debate clarificó al menos una cosa: Obama ofrece un creciente perfil presidencial y va saltando un obstáculo tras otro sin descomponer su figura ni dejar una arruga en su imagen, mientras que McCain no consigue añadir la punta de velocidad que necesita para alcanzar al corredor que va en cabeza y ha empezado a incurrir en fallos que pueden llegar a ser relevantes.

En todo caso, no ha habido grandes novedades respecto a los principales elementos que conforman el debate electoral. Nada de lo que se ha oído esta madrugada suena desconocido a oídos de los norteamericanos. Incluso hay una especie de repetición como un sonsonete del temario y los argumentos del primer debate. Alrededor del estado maltrecho de la economía y de los desafíos del cambiante panorama internacional, las respuestas sólo variaron en intensidad, quizás incluso en dramatismo, a fin de cuentas obligado dada la persistencia de las turbulencias bursátiles. Los intercambios fueron más vivos y contundentes, pero sin aportaciones sustanciales que permitan introducir nuevos factores desconocidos en la campaña. Buena parte de los golpes han sonado a estereotipados y conocidos, salidos directamente de los cuadernos de guiones de los equipos de campaña. Los dos se han comportado como buenos actores para este tipo de espectáculo televisivo, pero Obama aparece como más natural y sincero frente a un McCain más forzado e incluso impostado en sus respuestas.

La gestualidad y el comportamiento de los candidatos sobre un escenario muy dinámico han tenido en algunos aspectos mayor interés que las propias palabras pronunciadas. La diferencia entre ambos candidatos no pudo ser más viva, acentuada por el braceo dificultoso de McCain al acompañar sus intervenciones. La juventud y dinamismo de uno y la rigidez y la edad que se acerca a la ancianidad del otro es el principal contraste del desafío dialéctico entre las dos personalidades. En el caso de McCain este contraste se ve acentuado por su insistencia en acudir al pasado y a su experiencia: el abuelo cebolleta que regresa siempre a sus batallitas levanta muchas simpatías y suscita respeto y afecto entre sus conciudadanos, pero difícilmente proporciona la seguridad y la autoridad que se requiere para conducir a Estados Unidos en una situación tan difícil. McCain cometió además un error, que puede amplificarse en los próximos días, al hablar de forma despreciativa y descortés de su adversario, al que nombró como "ese de ahí", algo que fue inmediatamente percibido como muy negativo por todos los comentaristas.

El núcleo argumental de este debate, y probablemente del último tramo de campaña, es muy sencillo: el principal argumento de McCain se llama McCain y el de Obama trata sobre el desastre de Bush que obliga a un cambio radical. Ante cualquier interrogante el veterano senador se ofrece a sí mismo, con su biografía de héroe militar y su currículo de ‘maverick' político (alguien a quien le gusta jugar por cuenta propia), como garantía de que habrá un cambio en la Casa Blanca y en Washington. Obama, por su parte, tiene en los ocho años desastrosos de Bush y en el apoyo recibido en gran parte de sus políticas por parte de McCain el argumento definitivo para presentarse como la auténtica opción de un giro drástico. Esto es especialmente eficaz cuando se proyecta sobre el terremoto financiero, fácilmente identificable con la filosofía política anti regulación y anti intervencionista republicana. El guión de McCain le ha conducido a insistir en los grandes temas económicos conservadores, como la reducción de impuestos, sin percibir que profundiza en la identificación con la política que ha conducido a la actual crisis y le cubre de un manto de insensibilidad ante las dificultades que atraviesan las clases medias norteamericanas.

La mejor oportunidad para Obama, aprovechada plenamente, se produjo al cierre del programa. "¿Qué es lo que usted no sabe y cómo lo va aprender?", preguntó Tom Brokaw, el experimentado periodista encargado de moderar el debate. Obama respondió que su mujer Michelle respondería mejor a esta pregunta y evocó emotivamente los nuevos retos a los que se enfrentará el nuevo presidente para conseguir que el sueño americano prosiga en las nuevas generaciones. McCain, en cambio, apelando de nuevo a su biografía y a su pasado, consiguió que los telespectadores mantuvieran la atención todavía en la frescura y la espontaneidad de Obama, vencedor del debate según las primeras encuestas y cada vez más cerca de alcanzar la presidencia del país más poderoso del planeta.

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8 de octubre de 2008
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Obama despega

En vísperas del segundo debate televisado entre los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos, la campaña de John McCain ha pasado a una fase defensiva. Aguantó muy bien el tirón de Obama hasta agosto e incluso le superó a principios de septiembre con la elección de Sarah Palin como candidata a vicepresidente. Pero empezó a desplomarse con las cotizaciones de las bolsas y la extensión de la crisis financiera que está prendiendo de forma dramática en la economía global, después de su estallido norteamericano. Esta tendencia puede observarse en las distintas encuestas sobre intención general de voto, que ahora dan una ventaja que alcanza los ocho puntos para Obama (v. Rasmusen y RealClearPolitics). Pero es todavía más evidente cuando se analizan las batallas electorales en cada uno de los estados, con el resultado de que por primera vez hay encuestadores y analistas que colocan a Obama por encima de los 270 delegados electorales (Karl Rove es quien lo dice en su página web) necesarios para salir elegido presidente (hay que recordar que la elección presidencial no es directa, sino fruto de una votación por parte de un colegio de delegados en la que hay que conseguir la mitad más uno para salir elegido y que Al Gore obtuvo en 2000 más votos populares pero menos delegados legalmente reconocidos que George W. Bush).

Un buen símbolo de la maniobra defensiva en la que está metido McCain es el anuncio de que se retira de la campaña de Michigan, el estado de la industria automovilística donde se fraguó un concepto central para explicar muchas victorias republicanas. De allí salen los ‘demócratas de Reagan' y más en concreto de un condado de la periferia de Detroit llamado Macomb, donde el especialista electoral Stanley Greenberg realizó en 1985 un trabajo de campo que le permitió localizar y describir este grupo de votantes, hasta convertirlo en un tema del debate político y electoral. Macomb está formado por 27 municipios, el mayor de los cuales, Warren, no llega a 150.000 habitantes, superando en su conjunto los 800.000 habitantes. Es como el Baix Llobregat barcelonés o Madrid Sur, zonas muy obreras de voto progresista, pero con la caracterización racial americana: no hay apenas afroamericanos, más del 90 por ciento son blancos y hay una buena proporción de votantes católicos. Kennedy obtuvo el 63 por ciento del voto en 1960 y Johnson el 75 por ciento en 1964, pero desde entonces empezó a virar hacia la derecha hasta culminar con el 64 por ciento de votos que obtuvo Reagan en 1984, un año antes de que Greenberg descubriera el fenómeno. Obama ahora ha roto la tendencia y va por delante en las encuestas, en el Estado y en Macomb.

Además de retirarse de Michigan, estado demócrata que había pretendido a partir de los 'demócratas de Reagan' de Macomb y de su desengaño con la derrota de Hillary, McCain ha pasado a la defensiva en toda una serie de estados donde llevaba ventaja o se hallaba en situación de empate. Es el caso de Florida, Iowa, Carolina del Norte, Nuevo México o Virginia. Y se encuentra con dos problemas serios. De una parte, un problema organizativo: la campaña de Obama se ha revelado mucho más eficaz y masiva, sobre todo en la creación de equipos locales y en la inscripción de votantes (la primera decisión democrática que hay que estimular y organizar es que los ciudadanos se inscriban); cuenta también con mayores ingresos en aportaciones libres, no limitadas como le pasa a McCain, que se ha acogido a las ayudas oficiales a diferencia de Obama. De otra parte, los temas de campaña propios de McCain han decaído de forma brutal ante el terremoto financiero que se está comiendo los ahorros y las inversiones, las propiedades inmobiliarias y los puestos de trabajo, los planes pensiones y la capacidad adquisitiva.

No se puede excluir que los temas que coonvienen a McCain, como la política internacional y la seguridad nacional regresen al hilo de una nueva crisis como la que se produjo en Georgia en agosto. Pero de momento Obama está tomando una ventaja difícil de recuperar si no se produce un golpe de timón muy fuerte. La campaña de McCain está intentando darlo con los ataques directos a la fiabilidad de Obama como futuro presidente. Todo lo que ya ha salido está regresando de nuevo con mayor virulencia: el pastor Wright, su relación con un ex terrorista o más subliminalmente la religión de su padre o la raza. Pero Obama parece por el momento vacunado ante estos ataques, después de haberlos ya sufrido en las primarias demócratas.

La desaparición de los 'demócratas de Reagan' es un detalle más del fin de una época. Hay otro grupo electoral, los cristianos renacidos, evangelistas del llamado cinturón de la Biblia, que siguen manteniendo las espadas en alto y tienen en Sarah Palin a su heroína electoral. Pero para que gane McCain los dos grupos deben estar juntos y debe haber todavía otros más, como los electores conservadores y adinerados de cultura republicana de la costa Este, menos religiosos e ideológicos y ahora desalentados por la crisis financiera. Fue Karl Rove, ahora apostador como analista a favor de Obama, quien supo ligar esta coalición heteróclita en las dos victorias de Bush. Quizás él mismo o algún otro gurú electoral sabrá explicarnos pronto cuál es el grupo humano (¿los republicanos de Obama?) que permite interpretar el actual despegue y la eventual victoria de Obama en noviembre.

Llega así esta noche el segundo debate, que inevitablemente deberá centrarse en la economía, en un momento en que las turbulencias bursátiles están desatando el pánico en los principales parqués mundiales. Quien gane las elecciones dentro de un mes, el 4 de noviembre, se encontrará un panorama caótico y unas dificultades enormes, tanto en casa como en la escena internacional. Esta misma cuestión es la que sitúa en mejor posición a Obama. A fin de cuentas se trata de optar entre un joven senador de 47 años y un veterano de 72, flanqueados el primero por un experto en política mundial y el segundo por una gobernadora de un estado ártico que entusiasma a la América conservadora pero se está convirtiendo en el hazmerreír de la otra media.

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7 de octubre de 2008
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La deconstrucción europea

Hablamos de crisis económica y financiera, pero la realidad es que se trata, también e incluso ante todo, de una pavorosa crisis política. En Washington es evidente el vacío político, una falta de liderazgo y de ideas que afecta principalmente al presidente Bush en sus últimos días en la Casa Blanca, pero que tiene también una expresión muy plástica en la incapacidad demostrada hasta ahora por los dos candidatos presidenciales para realizar un auténtico debate sobre la resolución del terremoto hipotecario. La tendencia a debatir sobre cualquier cosa menos las que interesan a los ciudadanos es escandalosa: antes de que empezaran los últimos movimientos sísmicos se discutía sobre las capacidades de la señora Palin, armada de su pintalabios, para convertirse en presidenta algún día; ahora se trata de urgar en el pasado de Obama para encontrar relaciones poco recomendables. Pero donde la crisis política es más seria, estructural incluso, es en Europa, donde nos enfrentamos al horizonte de una auténtico retroceso en los avances conseguidos con grandes dificultades en los últimos 20 años.

La Unión Europea es una respuesta ante la globalización. Si la globalización se convierte en ingobernable y empieza a hacer aguas, no es extraño que también suceda con la respuesta que han buscado los países europeos como alternativa. Sobre todo cuando los Estados europeos han decidido a lo largo de los años ceder una parte de su soberanía pero mantener en cambio el núcleo duro vinculado al poder político. Mucho me temo que ahora vamos a pagar, y de forma muy amarga, la factura por la falta de voluntad política y la ausencia de liderazgos europeos. El peligro puede alcanzar a la propia existencia del Mercado Único europeo, un objetivo que se fijó hace más de 20 años, nada menos que en el momento en que se incorporaba España. Aquel programa significaba la implantación en todo el territorio de la UE de las cuatro libertades de circulación: de mercancías, personas, capitales y servicios. Entre Irlanda, Alemania y Dinamarca, esta semana hemos suspendido, esperemos que momentáneamente, una parte de estas libertades, las que afectan a los capitales y a los servicios financieros.

El problema es más de fondo, y por tanto más grave, en Europa que en Estados Unidos. Allí, finalmente, las autoridades monetarias y económicas tienen margen de maniobra y voluntad política para tomar la iniciativa y llenar el vacío político presidencial. En la Unión Europea, en cambio, hemos decidido entre unos y otros que preferíamos quedarnos sin margen de actuación política en caso de crisis. Tenemos un alto representante de la política exterior, con unas capacidades y unas competencias limitadas, pero suficiente margen de maniobra para acentuar su perfil y tomar iniciativas relevantes. Esta oportunidad ni siquiera existe en política económica, donde no tenemos un equivalente de un secretario del Tesoro europeo capaz de lanzar un plan de salvación bancaria y financiera. El Banco Central, que emite la moneda y decide la política monetaria, no actúa tampoco como ‘prestador de último recurso', que es lo que hace la reserva federal y cualquier banco central de cada uno de los países europeos.

Podemos prepararnos. Si nadie lo impide y de momento no se atisba que alguien pueda adoptar la autoridad que nadie le ha dado, la deconstrucción europea está servida. Cada país se dedicará a salvar su propia crisis. De forma coordinada, advierten los líderes europeos. Sí, coordinados como los vecinos que se dedican cada uno de ellos a evitar que el fuego se propague en el edificio pero sin salir de su casa. En este caso, porque además hemos decidido que no queríamos actuar conjuntamente ni dar autoridad a nadie para que actúe en nombre de todos. Nicolas Sarkozy, con su gesticulación grandilocuente e ineficaz, nos proporciona el ejemplo más aleccionador. Su minicumbre de urgencia sólo habrá servido para constatar la impotencia y darnos permiso unos a otros para vulnerar las pocas reglas que rigen esta comunidad desquiciada. El Pacto de Estabilidad que permitió la creación del euro está suspendido; los Estados nacionales tienen permiso para hacer de su capa un sayo; la Comisión está desaparecida. Y no es extraño, cuando la globalización queda averiada todas las instituciones que han servido para organizarla también se agrietan. Vale para el Fondo Monetario Intenacional y vale para la Unión Europea.

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6 de octubre de 2008
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Doble aventura

No sabemos todavía dónde estamos, ni conocemos el suelo que pisamos. Por no saber, no sabemos ni siquiera qué significado preciso tiene buena parte de lo que estamos haciendo. Pero hay que estar en este paisaje, es preciso explorarlo y se hace imprescindible seguir avanzando. Estamos en plena aventura. Los periódicos en papel se hallan en una fase que piadosamente podemos denominar de lento declive. Ese ejercicio insustituible y civilizado que es la lectura pausada y gustosa sobre hojas de papel impresas, normalmente matutina, acompañada de la primera colación, se está convirtiendo en una costumbre antigua, que camina hacia su extinción. La migración hacia el mundo digital es galopante, principalmente entre los más jóvenes. Habrá quien lo lamente. No es mi caso, pues significa ni más ni menos que llorar sobre la leche derramada: de nada sirve si no es para perder el tiempo y deprimirse. Una mutación como ésta hay que vivirla, estar en ella, participar de sus avatares y desafíos, celebrarla.
 
El periodismo de siempre sobrevivirá, precisamente, si sabe seguir siendo lo que es mientras se va adaptando a este nuevo paisaje. Este blog es un minúsculo y modesto ensayo en la pasarela entre el papel y lo digital. Una parte de los textos aparecen sólo en soporte digital, mientras que otros, una vez a la semana, aparecen en letra de molde impresa en el diario. Escribir cada día sobre la actualidad internacional es un ejercicio que tiene algo de deportivo: requiere entrenamiento y es un entrenamiento. Pero también funciona como un laboratorio: ahí están las pruebas, los experimentos y los borradores, realizados a plena luz e incluso a toda prisa. Periodismo sin red. Hacerlo además en un blog con comentarios abiertos significa ofrecerse al control, la crítica e incluso el humor bueno y malo de los lectores. Al principio cuesta aceptar la desenvoltura con que se juzga e incluso vapulea al autor de los textos; más adelante se agradece; puede decirse que uno se siente incluso más preparado y educado después de tal escrutinio (se aprende mucho de los lectores discutidores; por este lado, gracias).
 
Del alfiler al elefante es un joven blog -todos los blogs son jóvenes- que viene saliendo en El País desde abril de 2007. El nombre no es original ni propio. Es un homenaje y la expresión de una deuda. Lo utilizó Manuel Vázquez Montalbán a principios de los 70, en un diario vespertino: hubo una época en la que había vespertinos y matutinos, ahora estamos en la época en que muchos temen que llegue una noche sin periódico de la mañana siguiente. El diario se llamaba Tele/expres, se publicaba en Barcelona y fue todo un fenómeno de periodismo y pensamiento libres en un país que no lo era. Manuel Vázquez Montalbán fue uno de sus puntales a través de una columna diaria que incluía, bajo esta rúbrica, comentarios de política internacional y de temas culturales. En agosto de 2007 me permití el lujo, con el debido permiso de sus familiares, de construir una pequeña antología de estos artículos, que puede consultarse pinchando aquí.
 
Del alfiler al elefante llega ahora a El Boomeran(g), de la mano amistosa y sabia de Basilio Baltasar, gracias a que quien lo escribe acaba de incorporarse a una compañía de la que hay que sentirse honrado y mucho más que honrado: basta con ver la nómina de La Oficina del Autor para que sea evidente el privilegio y a la vez la responsabilidad que significa escribir al lado de plumas de tanta calidad y agudeza. El motivo es tan sencillo como estimulante: sale en los próximos días, bajo los estandartes que dirige Baltasar, el libro La Oca del señor Bush, publicado por Península, y vinculado estrechamente a las páginas del periódico y a la actividad de este blog. Es un ensayo en marcha, escrito a lo largo de los últimos cuatro años, y sustentado en unos textos, las columnas que publica El País los jueves en las páginas de Internacional, y los textos del blog, que han funcionado como borradores de esta work in progress, cerrada el 1 de septiembre, justo cuando empezaba la recta final de la campaña electoral norteamericana.
 
El blog tiene como objeto la política internacional, pero creo que nadie lamentará que por unas semanas se concentre en analizar y discutir la campaña presidencial norteamericana, a estas horas convertida ya en la más compleja y accidentada de la historia. Marcará un cambio de época, y por eso me ha parecido interesante seguirla con especial atención y proximidad. Los lectores de El Boomeran(g) me tendrán pues aquí a partir de ahora, siguiendo los avatares del enfrentamiento entre Obama y McCain, Biden y Palin. Y no dejaré, por supuesto, de estar con los lectores de El País, con los mismos textos en esta pasarela entre el papel y lo digital, entre El País y El Boomeran(g) y también alambre de experimentación y de debate. Feliz de estar aquí, muchas gracias.

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3 de octubre de 2008
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