Lluís Bassets
En vísperas del segundo debate televisado entre los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos, la campaña de John McCain ha pasado a una fase defensiva. Aguantó muy bien el tirón de Obama hasta agosto e incluso le superó a principios de septiembre con la elección de Sarah Palin como candidata a vicepresidente. Pero empezó a desplomarse con las cotizaciones de las bolsas y la extensión de la crisis financiera que está prendiendo de forma dramática en la economía global, después de su estallido norteamericano. Esta tendencia puede observarse en las distintas encuestas sobre intención general de voto, que ahora dan una ventaja que alcanza los ocho puntos para Obama (v. Rasmusen y RealClearPolitics). Pero es todavía más evidente cuando se analizan las batallas electorales en cada uno de los estados, con el resultado de que por primera vez hay encuestadores y analistas que colocan a Obama por encima de los 270 delegados electorales (Karl Rove es quien lo dice en su página web) necesarios para salir elegido presidente (hay que recordar que la elección presidencial no es directa, sino fruto de una votación por parte de un colegio de delegados en la que hay que conseguir la mitad más uno para salir elegido y que Al Gore obtuvo en 2000 más votos populares pero menos delegados legalmente reconocidos que George W. Bush).
Un buen símbolo de la maniobra defensiva en la que está metido McCain es el anuncio de que se retira de la campaña de Michigan, el estado de la industria automovilística donde se fraguó un concepto central para explicar muchas victorias republicanas. De allí salen los ‘demócratas de Reagan’ y más en concreto de un condado de la periferia de Detroit llamado Macomb, donde el especialista electoral Stanley Greenberg realizó en 1985 un trabajo de campo que le permitió localizar y describir este grupo de votantes, hasta convertirlo en un tema del debate político y electoral. Macomb está formado por 27 municipios, el mayor de los cuales, Warren, no llega a 150.000 habitantes, superando en su conjunto los 800.000 habitantes. Es como el Baix Llobregat barcelonés o Madrid Sur, zonas muy obreras de voto progresista, pero con la caracterización racial americana: no hay apenas afroamericanos, más del 90 por ciento son blancos y hay una buena proporción de votantes católicos. Kennedy obtuvo el 63 por ciento del voto en 1960 y Johnson el 75 por ciento en 1964, pero desde entonces empezó a virar hacia la derecha hasta culminar con el 64 por ciento de votos que obtuvo Reagan en 1984, un año antes de que Greenberg descubriera el fenómeno. Obama ahora ha roto la tendencia y va por delante en las encuestas, en el Estado y en Macomb.
Además de retirarse de Michigan, estado demócrata que había pretendido a partir de los ‘demócratas de Reagan’ de Macomb y de su desengaño con la derrota de Hillary, McCain ha pasado a la defensiva en toda una serie de estados donde llevaba ventaja o se hallaba en situación de empate. Es el caso de Florida, Iowa, Carolina del Norte, Nuevo México o Virginia. Y se encuentra con dos problemas serios. De una parte, un problema organizativo: la campaña de Obama se ha revelado mucho más eficaz y masiva, sobre todo en la creación de equipos locales y en la inscripción de votantes (la primera decisión democrática que hay que estimular y organizar es que los ciudadanos se inscriban); cuenta también con mayores ingresos en aportaciones libres, no limitadas como le pasa a McCain, que se ha acogido a las ayudas oficiales a diferencia de Obama. De otra parte, los temas de campaña propios de McCain han decaído de forma brutal ante el terremoto financiero que se está comiendo los ahorros y las inversiones, las propiedades inmobiliarias y los puestos de trabajo, los planes pensiones y la capacidad adquisitiva.
No se puede excluir que los temas que coonvienen a McCain, como la política internacional y la seguridad nacional regresen al hilo de una nueva crisis como la que se produjo en Georgia en agosto. Pero de momento Obama está tomando una ventaja difícil de recuperar si no se produce un golpe de timón muy fuerte. La campaña de McCain está intentando darlo con los ataques directos a la fiabilidad de Obama como futuro presidente. Todo lo que ya ha salido está regresando de nuevo con mayor virulencia: el pastor Wright, su relación con un ex terrorista o más subliminalmente la religión de su padre o la raza. Pero Obama parece por el momento vacunado ante estos ataques, después de haberlos ya sufrido en las primarias demócratas.
La desaparición de los ‘demócratas de Reagan’ es un detalle más del fin de una época. Hay otro grupo electoral, los cristianos renacidos, evangelistas del llamado cinturón de la Biblia, que siguen manteniendo las espadas en alto y tienen en Sarah Palin a su heroína electoral. Pero para que gane McCain los dos grupos deben estar juntos y debe haber todavía otros más, como los electores conservadores y adinerados de cultura republicana de la costa Este, menos religiosos e ideológicos y ahora desalentados por la crisis financiera. Fue Karl Rove, ahora apostador como analista a favor de Obama, quien supo ligar esta coalición heteróclita en las dos victorias de Bush. Quizás él mismo o algún otro gurú electoral sabrá explicarnos pronto cuál es el grupo humano (¿los republicanos de Obama?) que permite interpretar el actual despegue y la eventual victoria de Obama en noviembre.
Llega así esta noche el segundo debate, que inevitablemente deberá centrarse en la economía, en un momento en que las turbulencias bursátiles están desatando el pánico en los principales parqués mundiales. Quien gane las elecciones dentro de un mes, el 4 de noviembre, se encontrará un panorama caótico y unas dificultades enormes, tanto en casa como en la escena internacional. Esta misma cuestión es la que sitúa en mejor posición a Obama. A fin de cuentas se trata de optar entre un joven senador de 47 años y un veterano de 72, flanqueados el primero por un experto en política mundial y el segundo por una gobernadora de un estado ártico que entusiasma a la América conservadora pero se está convirtiendo en el hazmerreír de la otra media.