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Escrito por

Julio Ortega

Julio Ortega, Perú, 1942. Después de estudiar Literatura en la Universidad Católica, en Lima,  y publicar su primer libro de crítica,  La contemplación y la fiesta (1968), dedicado al "boom" de la novela latinoamericana, emigró a Estados Unidos invitado como profesor visitante por las Universidades de Pittsburgh y Yale. Vivió en Barcelona (1971-73) como traductor y editor. Volvió de profesor a la Universidad de Texas, Austin, donde en 1978 fue nombrado catedrático de literatura latinoamericana. Lo fue también en la Universidad de Brandeis y desde 1989 lo es en la Universidad de Brown, donde ha sido director del Departamento de Estudios Hispánico y actualmente es director del Proyecto Transatlántico. Ha sido profesor visitante en Harvard, NYU,  Granada y Las Palmas, y ocupó la cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge. Es miembro de las academias de la lengua de Perú, Venezuela, Puerto Rico y Nicaragua. Ha recibido la condecoración Andrés Bello del gobierno de Venezuela en 1998 y es doctor honorario por las universidades del Santa y Los Angeles, Perú, y la Universidad Americana de Nicaragua. Consejero de las cátedras Julio Cortázar (Guadajara, México), Alfonso Reyes (TEC, Monterrey), Roberto Bolaño (Universidad Diego Portales, Chile) y Jesús de Polanco (Universidad Autónoma de Madrid/Fundación Santillana). Dirije las series Aula Atlántica en el Fondo de Cultura Económica, EntreMares en la Editorial Veracruzana, y Nuevos Hispanismos en Iberoamericana-Vervuert.  Ha obtenido los premios Rulfo de cuento (París), Bizoc de novela breve (Mallorca), Casa de América de ensayo (Madrid) y el COPE de cuento (Lima). De su crítica ha dicho Octavio Paz:"Ortega practica el mejor rigor crítico: el rigor generoso."

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Una defensa de María Kodama

 

Le debo a Borges la amistad de María Kodama. Los conocí a ambos en 1982, cuando visitaron la Universidad de Texas, en Austin, donde él había sido profesor visitante en 1961, y en 1968 había dictado una memorable conferencia sobre el Quijote, que finalmente recuperé y acaba de ser publicada por Claudio Pérez Míguez en Ediciones del Centro con el título propicio de Mi amigo Don Quijote. Lamentablemente, la presentación del libro, que contó con María, ha sido interrumpida por una serie de falsas imputaciones y malentendidos que me veo obligado a responder.  María, hay que decirlo, es víctima de la poca fe periodística, pero  no puede pasarse la vida respondiendo a las falsificaciones sentimentales de la obra de Borges, los errores de información sobre su papel de albacea de la herencia de su marido, y las agresiones que, de pronto, alguien le dirige sin concederle el derecho a réplica.  La obra de Borges estuvo pésimamente editada (hay erratas hasta en la edición de Alianza Editorial), y a cuidar su larga  restauración ha dedicado pasión atenta. Ha dado también batalla contra un penoso poema que se le atribuyó a Borges y circuló en el Internet hasta que, por fin, parece que ha dejado de ser observado.  Gracias a la Agencia Andrew Wylie la obra borgeana está mejor editada en inglés y en francés.  Borges recibía 200 dólares por una conferencia, sus derechos de autor fueron modestos, y por demás austera su vida. Sólo al final conoció cierto alivio, lo que le permitió elegir el lugar donde morir.  María tuvo que dar otras largas batallas legales para que su matrimonio, que algunos pretendieron no reconocer, fuese ratificado.  El juicio tomó seis años, cortes distintas y varios países. Quienes disputaban la herencia querían declarar senil a Borges, pero en cada lugar donde buscaron pruebas los desmentía su legendario ingenio vivo. Dedicó ella no pocos años, yo creo que demasiados, a refutar los errores y disparates en las biografías, memorias, usos y abusos del hombre y su nombre. Y los derechos que por fin Wylie puso en orden, los fue ella utilizando en esas batallas de amor perdidas, porque aun si las ganaba todas, los difamadores no valían la pena.

Ha ido, por otra parte, comprando manuscritos de Borges, de los que hay muy pocos, aunque han ido siendo vendidos por los amigos y parientes que se quedaron con ellos, y hay quien ha ofertado hasta la corbata de Borges. Es cierto que Borges regaló algunos de sus manuscritos, que fueron ofertados, y gracias a ello la Biblioteca Nacional de Madrid atesora el original de “El Aleph,” al que he dedicado muchos años; y en Austin, en el Ramson Humanities Center, encontré “Los Rivero,” tres páginas de lo que bien pudo haber sido la única novela de Borges. Horrorizado de esa posibilidad, Borges abandonó el proyecto, según mi lectura. Seguramente de la Biblioteca saqueada de Victoria Ocampo provienen las primeras ediciones de los primeros libros de Borges, que hoy venden los anticuarios de Boston a 45 mil dólares el ejemplar.

Hasta Bioy Casares editó o se dejó editar un Diario estrafalario de sus conversaciones con Borges, que yo leí como un prolijo acto de parricidio. Cada página dice que Borges “comió en casa,” sin reparar que ya Borges había dicho que era preciso acompañarlo a la mesa, aunque en esa casa se comía mal. Bioy  fue un hombre moralmente de mal gusto; Borges estuvo hecho en la pasión ética.

No, de ninguna manera el celo de María Kodama se debe a los derechos de autor, lo que sería de justicia, sino a una causa más noble. Borges le dedicó sus años más felices, ella le dedicó la vida. Uno no puede menos que agradecérselo. Extraordinariamente, sobre todo en Buenos Aires, no ha sido fácil reconocerle esa grandeza de ánimo.  Y no siempre por mala fe, también por ignorancia, que primero ignora toda delicadeza. He coincidido con María en Caracas, en Nueva York, donde le hicimos un reconocimiento memorable a su trabajo fecundo, en Providence, en Rosario, en Paris, casi siempre al azar de coloquios y congresos. Nunca ha reclamado un pasaje, ni honorarios, ni derechos. A veces, con sus millas ha logrado pasar a clase preferente, como si hubiese ganado la lotería. Y siempre de buen humor travieso. He publicado una edición crítica de “El Aleph” en El Colegio de México y el mismísimo Wylie me  autorizó a hacerlo, por órdenes de María, aunque no hubiesen derechos de autor. Y nadie ha cobrado una peseta por las dos ediciones artesanales que ha hecho Ediciones del Centro en Madrid.  En un mundo literario donde cualquiera espera paga por reseñar libros que no ha leído, y donde no pocos duplican sueldo a costa del erario, la rara integridad de María Kodama supongo que es casi incomprensible. Espero que María me excuse el énfasis, pero estoy rompiendo una lanza.

De manera que el leve escándalo desatado por algunos blogs respecto al libro de Agustín Fernández Mallo, El hacedor (de Borges), Remake (Alfaguara, 2011)  anda descaminado si presume que es por dinero que María Kodama ha protestado la reapropiación ingeniosa de AFM.  La idea del homenaje le gustó, lo que no le gustó es el libro. Pero tampoco viene de allí su queja. El juego de reescritura que plantea AFM es intrigante porque de antemano está condenado al fracaso: es improbable hacer otro El hacedor  y, en efecto, él no lo pretende sino que ensaya lo que va del original a la copia, pasando por la glosa, la reescritura, la intervención, la reapropiación, operaciones todas que privilegian el artificio. En algunas páginas el libro logra la rara agudeza de la prosa de AFM, que convierte al texto en la huella del lenguaje de paso, en una suerte de objeto excéntrico,  como un fragmento salvado de la saturación de la lectura. Aunque este no es el mejor libro de AFM, me interesó ese procedimiento y el riesgo del asedio, que felizmente culmina demostrando que es capaz de otra cosa que el catálogo algo escolar de las copias beatas.  Pero no es la glosa ni la reescritura lo que descorazonó a María: es el hecho de que el libro tenga como prólogo casi el mismo prólogo de El hacedor de Borges y como epílogo buena parte del epílogo de Borges.  Además, claro, de que lleve los mismos títulos de los textos de ese libro. Este marco es más literal  (a lo Pierre Menard) que borgeano (formatos descentrados), y probablemente acotan la “puesta en abismo” de la textualidad borgeana; pero requerían de una advertencia gráfica (¿comillas?, ¿facsímil?, ¿otra tipografía?) y de una aclaración más explícita de las fuentes en la sección de notas, que es suficientemente prolija como para incluir la advertencia de que “todo parecido con Borges no presupone la inocencia del lector.”

Se lo he comentado a María, y hasta he apelado a las operaciones de traslado que Borges practicó sobre la Enciclopedia Británica a propósito de Historia universal de la infamia, tanto como he lamentado que la editorial no tuviera un lector más alerta, que hubiese propuesto al menos encomillar lo ajeno.  Pero quisiera, ahora, proponer una alternativa en el espíritu compartido de la inteligencia borgeana para imaginar otro libro de AFM, en verdad ya previsto por su lucidez formal. Este nuevo libro es, claro, el mismo, sólo que lleva una página suelta, escrita por el lector, quien busca dirimir cual es la parte de El hacedor que le toca rehacer en este debate de curiosos pertinentes.  Esa página propone a la consideración de los conjurados lo siguiente:

 

Posdata de 2012

Excusa, lector, las evidencias: si hay una frase digna de la memoria literaria no es mía, es de Borges o, como dijo él, tuya en tu lectura. Este libro es un homenaje personal a Borges, un taller de leer  El hacedor, una glosa gozosa, su reescritura menardiana. Pero, sobre todo, presupone en ti la lectura del  Quijote de Cervantes y de El hacedor de Borges. En verdad, la lectura de la literatura misma, esa vida imaginaria, porque todo gran libro ya no es nuestro, ni mucho menos de quien lo rehace. Es, tal vez, de quien ha pagado por el, y ya corre a que le devuelvan el derroche. Esto es, inevitablemente se pone a escribir otro tomo de la Comedia de la lectura. Por lo mismo, no te extrañe que el título de cada texto de este Remake venga directamente de El hacedor de Borges, así como el Prólogo y también el Epílogo, en buena parte. Son conjuros al empezar y al despedir tu lectura, en memoria de quien está en el recomienzo del afán de rehacerlo todo en este español que, gracias a Borges, nos ha tocado.

El otro, el mismo,

AFM

 

Posdata predatada. En la tesis del Remake cabría firmar este Epílogo con cualquiera de los varios nombres del autor, ­­­pero lo puede firmar el lector que se anime a reescribirlo como otra voluta logo-excéntrica.  Naturalmente, el juego sería ya una liberación de la penuria de estas polémicas, allí donde solo debería haber admiración. Si algún lector se anima a enviarnos su propio Epílogo, que sea por favor epifánico.

 

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1 de octubre de 2011
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Imaginario del 11-9

 

A las 9:41 y 15 segundos de la mañana del once de setiembre de 2001 el fotógrafo Richard Drew, que miraba las Torres Gemelas del Centro Mundial del Comercio, coronadas de llamas, exactamente como en un poema de Adonis sobre Nueva York, vio a un hombre que se lanzaba al vacío desde uno de los últimos pisos de la Torre Norte. Levantó su cámara y tomó la foto. 

Hay 12 fotografías de este hombre en el vacío.  La fuerza del viento le fue arrancando las ropas, y de pronto se vio que llevaba una camiseta naranja. Dondequiera que el viento lo haya llevado, en la foto se detiene su caída.

Saltaron de las Torres 200 personas a su muerte esa mañana. El hombre de la camiseta naranja es el único que conocemos gracias a que la foto nos obliga a imaginarlo.

Wendy, su hermana, estaba viendo el horror en su televisor cuando el hombre que caía fue captado por las cámaras, y ella creyó reconocerlo. "Es mi hermano", se dijo, y corrió al teléfono. Era él, en efecto, Jonathan, de 43 años, empleado del restaurante Windows. A propósito de su agonía, ella aparentemente dijo: “Espero que no estemos tratando de saber quién es él, más de lo que estamos tratando de saber quienes somos mientras lo vemos caer.” Ningún otro pensamiento resume mejor el drama de haber sido testigo presencial de la tragedia.

Pocas veces en una tragedia los hechos  tenían la inmediatez de las imágenes y éstas, inmediamente, requerían de las palabras. El documento revelaba el asombro del testimonio y  un país se sintió obligado a pronunciarse como testigo.  Ese proceso de la conciencia trágica ponía a prueba la parte del tú en el yo.

Ante la desmesura del acontecimiento también el lenguaje parecía perder piso, le costaba aterrizar, poner pie a tierra. Varios modelos del discurso nacional norteamericano hablaron a través de sujetos que reforzaron mecanismos defensivos y prejuicios. La conciencia trágica impuso la cara del enemigo como una pregunta.  Las respuestas siguen siendo contrarias, y todavía contrariadas, diez años después.

Susan Sontag, en su testimonio, aprovechó para culpar a sus compatriotas. No son cobardes, aseveró, sino valientes quienes se inmolan por sus ideas.  Pero, diez años después, los bomberos que sacrificaron sus vidas subiendo las escaleras de las torres  son concebidos como ejemplo del valor mayor: el coraje.  La virtud gracias a la cual la idea del bien es posible.

Las catástrofes históricas cuestan mucho al futuro, y ésta de las Torres Gemelas se ha tomado diez años en asumirse como conciencia nacional trágica. Aun si hay individuos condenados al mal gusto moral, que  justifican los métodos de tortura y los abusos contra los derechos civiles, también hay gente decente que ha sabido excusarse por su apoyo a la guerra más autodestructiva que ha habido. Hace unos años, Don DeLillo  expresó muy bien el derroche de sinsentido de la catástrofe: la guerra, el odio a los musulmanes, Guantánamo, el espionaje, eran la verdadera derrota del país. Escribió, con evidente pesimismo: “No hace mucho el novelista podía creer que tenía un papel en la conciencia del terror; hoy quienes influyen y dan forma a la conciencia humana son los terroristas.”  Diez años más tarde, más bien los terroristas, casi en todas partes, han perdido credibilidad, apoyo y futuro.  Cualquiera de sus víctimas es más digna que cualquiera de ellos.

Hace 40 años que vivo en Estados Unidos pero no me atrevería a definirlo de uno u otro modo porque, por un lado, hay pruebas para una u otra respuesta; y, por otro, un país que ha sido capaz de enterrar a sus muertos y construir su memoria como la salud del futuro posee reservas de ciudadanía moderna como para remontar las catástrofes (la guerra civil, el racismo, el imperialismo, el macartismo, el 11 de setiembre chileno… ), aunque todavía está por verse cómo procesarán políticamente la actual crisis de deuda, papel del estado, e inclusión de los más pobres.  Felizmente, uno siempre cuenta con el amigo español que viene de visita y te asegura una rotunda explicación de este país.

Pero es en la literatura y las artes donde la conciencia trágica se hace nacional como la metáfora que humaniza la violencia, para que no sea un derroche, para que la conversación prosiga entre nuevas dudas.

Aunque hay todavía pocas novelas que trabajan directamente la materia residual de las Torres (cuya alegoría de la ambición humana no deja de caer en la historia literaria), algunas exploran, más que los hechos, sus consecuencias. En Extremely Loud and Inaudibly Close (1977), Jonathan Safran Foe parte de un niño de 9 años cuyo padre ha muerto en el ataque a las Torres; convirtiéndose en una herramienta de leer el tema, la novela despliega diversas direcciones de su historia,  incluye imágenes y fotos, y su montaje fragmentario sugiere una lectura en trabajo. Es probable que la idea actual de que hay que inventar al lector, tenga que ver con esta dimensión de la nueva narrativa: sólo con un nuevo lector se puede compartir lo que ya no es mera opinión.  En Falling Man (2007) de Don DeLillo, Keith, un abogado de 39 años sobrevive el ataque a las Torres y al bajar las escaleras se encuentra un maletín abandonado por una victima; al devolverlo a la esposa, termina de amante suyo. La metáfora del hombre que cae se multiplica: la ve incluso en un artista del trapecio, e incluye su propia vida. La intimidad de la víctima, esa zozobra, se prolonga, así, en el drama de la sobrevivencia. David Foster Wallace, en cambio, prefirió dedicar uno de sus  documentados ensayos a la ironía comparativa de que 40 mil personas mueran cada año en las carreteras de Estados Unidos a nombre de la libertad de conducir. Vendrá la muerte, parece decirnos, y tendrá tu coche.

Extraordinariamente, la mejor novela sobre la tragedia de las Torres Gemelas la ha escrito un peruano, César Gutiérrez (1966),  poeta, periodista y viajero, cuya novela, performance, espectáculo, y proeza formal, Bombardero (Lima, 2007; ver http://80m84rd3r0.blogspot.com/), se origina en la acampada del autor en la Zona Cero durante varias etapas de su escritura. Gutiérrez convirtió las ruinas en un taller de escritura y ha hecho de su libro un peregrinaje literario que lo ha convertido en el producto de su propia novela, la que ha seguido transformando en el Internet, el videoarte, la lectura high-tech; y, al final, en un acto de fe literaria sólo paralelo al de Joyce en el “Work in progress”, al de Julián Ríos en Larva, a la novela desvelada bajo las de Perec.  Novela-flujo, historia- diagrama, libro-wifi, está animada por la capacidad de sobrevivencia de una generación joven cuya calidad creativa es el ensayo de un mundo hiper-conductivo, hecho en la información crítica y el trabajo celebratorio. Aunque está más cerca de Pynchon, esta suma de novelas no hace sino regresar al mito de su propio origen, que es la metáfora del fin del mundo y del nacimiento de la literatura, ese encuentro del Modernismo y la Tecnología, donde la sobrerepresentación contemporánea pasa por su feliz tachadura.  Contra la Diosa del Aburrimiento, que produjo la Dunciad, este Bombardero produce una saga irónica paralela. Bien visto, su apoteosis apocalíptica sólo podía ser posible ex-céntricamente, fuera de los centros dictaminadores de la lógica productiva del discurso y en los márgenes de una resta fecunda. El hombre que cae reiteradamente a lo largo de esta saga poética, liberado ya de la tragedia, se convierte en el primer signo de una nueva lectura.  La novela de Gutiérrez empezará a navegar pronto en francés y en inglés. La primera edición, compuesta por el autor, de mínima tirada e impresa en Arequipa, ha sido seguida por la edición en tres tomos de la editorial Norma (2010).

Este décimo aniversario de la caída del 11-9 ha sido testimoniado por una exhibición de fotografías del artista catalán Francesc Torres en el Instituto Internacional de Fotografía, en Nueva York. Torres ha dedicado varias muestras a explorar la violencia contemporánea, y hace unos años, con ayuda de Antonio Monegal, montó en. el Centro de Cultura Contemporánea, en Barcelona, una gran muestra multimedia sobre la Guerra.  Esa memoria visual de la guerra la convertía en  una contracorriente de la modernidad, en parte puntual del programa moderno. Esta vez las fotos fueron hechas por Torres en los depósitos de restos y residuos de la catástrofe, antes de que vayan a parar al Museo del 11 de Setiembre, que albergará la nueva Torre.Impecablemente, esas fotos nos comunican la intimidad de la destrucción como una nueva forma de la materia, no prevista por la arquitectura.  Testimonian, por ello, una dimensión conceptual de la forma límite, aquella que se doblega en sus propios términos,  ya no como material de construcción sino como forma histórica de destrucción, más nuestra y actual.

Estas son otras muestras de arte que en Nueva York prueban que la memoria trágica no reabre las heridas del pasado sino que, al contrario, les da un sentido  moralmente adulto, capaz de mejorar las preguntas por la comunidad:

American Folk Art Museum9/11 National Tribute Qui 

Aperture Foundation: What Matters Now? Proposals for a New Front Page

Brooklyn MuseumTen Years Later: Ground Zero Remembered

Charles West GalleryMy 9-11: One Man's Journey Through the Unexpected Events

DC Moore Gallery9/11: Through Young Eyes, Sep 8–Oct 8

Ernest Rubinstein GalleryEmbodied Light: 9/11 in 2011, Tobi Kahn, Sep 9–Nov 23

Edwynn Houk GalleryAftermath by Joel Meyerowitz, Sep 10–17

Kerry Schuss ArtPaintings from the Perimeter by Sally Pettus, Sep 1–17

Lower Manhattan Cultural CouncilInSite: Art Commemoration, Aug 11–Oct 11

Metropolitan Museum of ArtThe 9/11 Peace Story Quilt, Aug 30, 2011–Jan 22, 2012

MoMA PS1September 11, Sep 11, 2011–Jan 9, 2012

Museum of the City of New YorkThe Twin Towers and the City: Photographs by Camilo Jose Vergara, Sep 3–Dec 4

National September 11 Memorial & MuseumWorld Trade Center Memorial

New Museum[Swi:t] Home: A CHANT by Elena del Rivero, Sep 7–Oct 2

New York Historical SocietyRemembering 9/11, Sep 8–April 1, 2012

New York University Open HouseAftermath by Joel Meyerowitz, Aug 20–Oct 13

92nd St. YJoel Meyerowitz: Remembering 9/11 10 Years Later, Sep 11

Pace University, Center for the ArtsWitness to Tragedy and Recovery, Sep 8–24

Paula Cooper GalleryFalling Leaves: Memorial by Bruce Conner, Aug 30–Sept 24

Power House ArenaTen Years after 9/11: Searching for a 21st Century Landscape, Aug 20–Sep16

School of Visual Artshere is new york: Revisited, Sep 6–17

Saint Peter's Church, Narthex Gallery9/11 Elegies by Ejay Weiss, Aug 20–Sep 25

Woodward GalleryCharting Ground Zero: Ten Years After, Sep 7–Oct 23

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 
 
 
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12 de septiembre de 2011
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Unless otherwise instructed

Al otro, al poeta, le ocurren los cumpleaños, las obras completas, los homenajes, las admiradoras. Apelado por su obra, a mi me tocó escribir, de muchacho, una nota  cuando  Nicanor Parra visitó Lima y leyó, con cara de Buster Keaton, sus antipoemas, que creí entender como la paradoja del lenguaje, capaz de hacer lo que dice, y recibí el premio de una carta alentadora de José María Arguedas. Ahora que cumple 97 años, me doy cuenta de que su poesía es un pensar que nos piensa.

 

Parra, muy joven, había  estudiado en Brown, donde me ha tocado, por amor a las simetrías, recibirlo como  doctor honorario. Todavia recordaba la casa donde escribió el poema a Catalina Parra, su pimera hija. De Providence se marchó a Oxford, a estudiar física y matemáticas, y descubrir la crítica del lenguaje. Estaba obsesionado, me contó, con un problema irresuelto, a cuyas fórmulas improbables iba a dedicarle la vida. Pero alguien resolvió el problema con la elegancia inapelable de las matemáticas y, en esa misma lógica, Nicanor abandonó la ciencia. Se hizo pofesor. Y recobró la poesía, donde ningún problema está jamás resuelto.

 

Qué magnifica fe en las palabras demuestra su implacable crítica del lenguaje. En su poesía, a veces se escucha el lamento de Don Quijote a través del escarnio de un Sancho letrado. Obtuvo, hace 20 años, el primer Premio Rulfo de Literatura Latinoamericana, en Guadalajara. Fui parte del jurado irrefutable, conjurado a sumar esos dos nombres pilares del futuro que habitamos. Me tocó hacer la Antología de su obra; y cuando le pedí el título, me dijo: "Poemas para combatir la calvicie." Porque la poesía debe servir para algo, es cosa de jóvenes, y ese título no lo pondría Octavio Paz.

 

Si el mundo, le dije, es el orden de las cosas en el lenguaje, la antipoesía es nuestro lugar en la lectura. La poesia es sin/taxis, respondió, sentado en una silla, entre la tumba de Huidobro y la tumba de Neruda, en Las Cruces, frente al Sur de sures. Crei descubrir  allí la encrucijada de su larga vida irrenunciable: la curiosidad. Lo he encontrado traduciendo el Rey Lear; leyendo varias versiones de los Evangelios, donde descubrió que en uno de ellos hay humor: el evangelista se oculta tras un árbol para que no le pidan más milagros; recordando letreros de Manhattan, que son artefectos perfectos; anotando frases hechas como espejos del habla. Esa creatividad es la fuerza desencadenante que su obra precipita en el lenguaje español, haciéndolo hacer más de lo que es capaz de decir. Le dió aliento a la poesía de Enrique Lihn, pie a tierra a la de Zurita,  vivacidad aleatoria a la prosa reverberante de Bolaño, y vuelo metafísico al genio de Lemebel.

 

Cuando en 1971 coincidimos en Yale, Nicanor acababa de tomar el té con la señora Nixon, lo que le valió el varapalo inmediado de la izquierda latinoamericana, y su excomunión inapelable. Para explicarse inventó el género de los “artefactos,” después derivados en “chistes para combatir a la policía.” Neruda se había sentido personalmente aludido con la bajada del Olimpo proclamada por Parra, como si ese poema fuese una versión de la Bastilla. Los dos apenas cabían en Chile, donde, según los surrealistas, Huidobro caminaba con los brazos pegados al cuerpo para no salirse del mapa.

 

El Círculo de Lectores acaba de publicar el segundo tomo de su Poesía completa, al cuidado de Ignacio Echeverría.  Incluye la serie de sus Artefactos, que es una anotación oral (hasta su nieto le provee de frases anti-célelebres que él recoje como si el habla prodigara ocurrencias casuales de ironía involuntaria, gusto paradójico y sabiduría mundana), que él copia como otro graffiti callejero. Lo entusiasman las instrucciones que los ascensores, las señales del tránsito, y las advertencias y otras prohibiciones convierten en  lenguaje institucional. Le ha encontrado gracia incluso al aviso que en los ascensores dice que en caso de incendio no debe Ud. usarlo, “salvo que le indiquen lo contrario.” En inglés es, además, un verso perfecto. Todos somos el poeta que en el lenguaje postula Parra: el lector capaz de desencadenar una tormenta en una palabra.

 

En el campus de una Universidad que acabo de visitar vi un buzón de correos que lleva el título de BUZON. Si dijera “Buzón de correos” ya no sería un artefacto. Pero el nombre que declara la cosa cuando no puede ser ninguna otra, ilustra el principio de identidad que definió el filósofo. Mientras que el pintor que en el Quijote le añade un título a su garabato, “Esto es gallo,” debe haber sido platónico: cada imagen era una pérdida de la forma original. De Cervantes, a Wittgenstein y a Parra corre este humor de nombrar el mundo como el sobresalto de un malentendido.

 

Siguiendo estas lecciones de lector operativo, tengo para Nicanor este regalo de cumpleaños,  recuperado de otro campus:

 

                            ZONA ACADÉMICA

                            PROHIBIDO EL INGRESO

 

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30 de agosto de 2011
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Turno de los más jóvenes

 

 

O me equivoco, y temo más, pero los indignados están a punto de ser controlados por el sistema que refutan. Confío en la fuerza que los moviliza como la crítica puntual del lenguaje público (dominado este verano descontentadizo por una tradición ultramontana de intolerancia contra todo  reformismo y heterogeneidad); pero el haberse enfrentado a la policía es, cuando menos, una renuncia a la conversación que habían mejorado, abriendo un nuevo espacio de debate. Una fuerza de cambio debería, más bien, salvar a la policía del guión represivo y, además, debería avanzar unas sillas a la mesa de las negociaciones. 
 

Los indignados habían logrado lo que no veíamos desde las sagas de la transición: convocar en la lengua española un horizonte más grande que su domesticidad. Pusieron en crisis el discurso municipal y espeso gracias a la irrupción del tiempo futuro, esa promesa de un diálogo adulto, creativo y festivo. Y por ello, más crítico de la fatiga de la política, los espejismos de la economía, la comedia bárbara de la corrupción, la endogamia de las regionalidades, el aguachirle en que sobrenada la mayoría de los medios... Que hasta la Sociedad de autores esté corrupta es digno ya de un musical de Brecht. La verguenza me ha hecho recordar que cuando el dictador cubano Fulgencio Batista escapó a Madrid,  publicó unas memorias, y declaró que vivía de sus “derechos de autor.” 
 

Aunque sea para sostener la calidad de la conversación, los indignados no deberían resignarse al asambleísmo. Quienes de estudiantes hemos conocido alguna asamblea periódica, tenemos la total falta de autoridad que se requiere para no recomendarla. Las asambleas están hechas para fatigar el discurso en la maratón de las verdades a medias. No me extrañaría que el Papa, que ya se sabe para quien trabaja, les dedique un sermón por andar, como los viejos anarquistas, “organizando la indisciplina.”
 

En lugar del asambleísmo, que prolonga la opinionitis en la misma medida en que resta las ideas, me parece que el modelo del taller, ya ensayado por los jóvenes indignados en Puerta del Sol, es mucho más pertinente y, por eso, productivo. El taller es un proceso de comunicación crítica, que reconoce  su calidad de evento, de transcurso sin principio ni fin, ocupando un espacio y desocupando otro.  El taller es conductivo y resolutivo, produce imágenes, objetos, humor e intimidad.  Su sentido de la duración es una forma de la inteligencia mutua. Ya las  lecciones del turno, el relevo y el intercambio, son instancias de negociación, la que despliega los acuerdos y anuda las redes. La atención del diálogo nos enciende, reconocidos. El 15-M es también una medida del posicionamiento de los responsables de la esfera pública,  y cada quien se define por su lugar al pie de la muchedumbre. Bien visto, la historia cultural del discurso público tiene, en español, parte de su origen en la muchedumbre, en la calle y la plaza, en la protesta, entre la gente que reclama un nuevo relato.
 

Cabría, dado el caso, pedirle turno al Alcalde para acordar compartir la Plaza. Ofrecerle una mesa para que haga un taller municipal. Desesperanza habría sino hubiese un foro de comunidad. ¡Que haya comercio!
 

Vale la pena contrastar el movimiento M-15 con el de los jóvenes chilenos y su protesta. La extraordinaria polarización que ha vuelto a dividir a Chile, aunque siempre estuvo latente, se ha hecho alarmante a propósito de las huelgas, manifestaciones masivas y demandas de los estudiantes, decididos a que la Universidad pública sea inclusiva y la educación no les aumente la deuda. En una sociedad que ha demostrado gran capacidad de mediación, es alarmante que un político de alto nivel haya dicho: “No nos van a doblar la mano una manga de inútiles subversivos." Y no menos feroz ha sido la funcionaria  que en su cuenta de twitter escribió: Matando a la perra se acaba la leva,”  una frase que Pinochet hizo famosa por la proclama  criminal que implicaba. "Militares a la calle” es otro mensaje contra los estudiantes, que evoca directamente a la derecha proto-fascista que a nombre de la familia cristiana y los valores de Occidente justificó la matanza de miles de ciudadanos.
 

En lugar de amenazar a los estudiantes, el gobierno chileno debería invitarlos a participar en el diseño de una Universidad más económica, inclusiva y capaz de co-financiar la educación de los desfavorecidos por un modelo cuya dignidad está siendo puesta en duda. Es casi obsceno que una sociedad económicamente desarrollada sea incapaz de democratizar su propio futuro.
 

Para lección de indignados, transcribo aquí el discurso de la presidenta de la Federación de Estudiantes de Chile (22 años), también amenazada por  la banalidad del poder.

 

(Discurso de Camila Vallejo, Santiago de Chile, 21 de julio, 2011.)

 

Mi nombre es Camila Antonia Amaranta Vallejo Dowling y quisiera, antes que todo,poder expresarle a los presentes el orgullo y el desafío que significa para mí encabezar la Federación de Estudiantes más importante de Chile. Es una gran responsabilidad, que significa hacerse cargo de 104 años de historia, 104 años de aventuras y desventuras, 104 años de lucha en el seno del movimiento estudiantil. Y es un orgullo y un gran desafío porque vengo de aquellos lugares que no reciben condecoraciones, de los cuales poco y nada se dice, porque poco y nada se sabe, lugares que a veces incluso se les llega a olvidar.

 

Mis estudios secundarios los cursé en un pequeño colegio cuyo nombre significa tierra florida; extraña paradoja, ya que en sus patios se respiraba más tierra que flores, y en sus salas de madera se acumula el polvo de generaciones de alumnos no emblemáticos, que nunca llegaran a ocupar los puestos de poder más importantes de nuestro país.


Mi carrera, una de las más pequeñas de esta Universidad, casi no se encuentra en el consciente colectivo, se pierde entre los pasillos de la FAU y se confunde con otras disciplinas. La Geografía en esta Universidad casi no tiene tiempo ni espacio, otra paradoja. Sin embargo, lo más terrible es darse cuenta que de pronto esto no pasa solo en Geografía, sino que también en Administración Pública, que es carrera de ocho a seis, porque después de las seis de la tarde no hay Universidad para ellos, una carrera que debiese ser fundamental para fortalecer el sistema público. Y también ocurre en Educación y, de pronto, nos damos cuenta que no son solo unas pocas carreras, sino que es toda una rama del saber, es toda un área del conocimiento la que ha caído en la pobreza universitaria como consecuencia de las lógicas del mercado implementadas ya a lo largo de estos últimos treinta años. Y de lo pequeño y olvidado de mi lugar de origen, se suma además, mi corto tiempo de vida, con 22 años, vengo a ser la segunda mujer presidenta de la FECH en más de cien años de historia. Y usted, rector, tendrá el privilegio de ser el segundo en la historia de la Universidad que es acompañado por una mujer en la presidencia de nuestra Federación de Estudiantes.


Ahora bien, puede que en este momento me toque a mí ejercer el cargo de Presidenta, sin embargo,  debo decir que yo sola jamás habría logrado todo esto y que mis manos son tan solo un par más  dentro de tantas otras, y en donde todas juntas son las que levantan este proyecto colectivo  que se llama Estudiantes de Izquierda, el cual ya se encamina a su tercer período consecutivo  al mando de nuestra Federación.

 

Si me permiten contarles un poco acerca de Estudiantes de Izquierda, debo decirles que como colectivo político estamos presentes en amplios espacios de nuestra Universidad, que en nuestro interior se expresa la máxima diversidad estudiantil, que entendemos que la izquierda debe construirse con participación y democracia y que esta elección en donde hemos aumentado en casi 400 votos respecto de la elección anterior, nos demuestra que como movimiento estamos vinculados orgánicamente con las bases estudiantiles de nuestra Universidad.

 

Como estudiantes de izquierda sentimos la responsabilidad ética de hacer política, porque la administración del poder por los poderosos de siempre nos obliga a entrometernos en sus asuntos, porque estos asuntos son también nuestros asuntos y porque no podemos dejar que unos pocos privilegiados sean quienes eternamente definan las medidas y contornos que debe tener nuestra patria, ajustándola siempre a sus pequeños intereses.

 

Creemos que la clave del éxito para el movimiento estudiantil está en volver a situar a la Federación en una posición de vanguardia a nivel nacional, en volver a entretejer redes sociales con los pobladores, los trabajadores, las organizaciones sociales y gremiales, los jóvenes que se quedaron fuera de la Universidad pateando piedras, en otras palabras, hablamos de volver nuestra mirada al conjunto de los problemas sociales que hoy rodean a la Universidad y con los cuales estamos íntimamente vinculados y comprometidos.

Debemos romper con aquella burbuja universitaria que instala el individualismo, la competencia, el exitismo personal como patrón de conducta para los estudiantes por sobre ideas y conceptos fundamentales como son la solidaridad, la comunidad y la colaboración entre nosotros. Somos contrarios a la visión de que la Universidad es solo venir, sacarse buenas notas, y abandonar cuanto antes sus aulas para salir pronto a ganar dinero en el mercado laboral. Tenemos los ojos  lo suficientemente abiertos como para darnos cuenta que afuera hay un mundo entero por conquistar, que este mundo requiere de nuestra entrega, de nuestro esfuerzo y de nuestro sacrificio  y que para quienes ya hemos abierto los ojos a las inequidades sociales que asoman por todos los  rincones de nuestra ciudad, se nos vuelve imposible volver a cerrar la puerta y hacer como que nada hemos visto o como que nada ha pasado. Nuestro compromiso por la transformación social es irrenunciable. Porque necesitamos hoy, más que nunca, una profunda discusión respecto del país que queremos construir y a partir de aquello cuál es el tipo de Universidad que se pondrá al centro de dicha construcción. Porque no creemos en la Universidad como un espacio neutro dentro de la sociedad, la universidad es un agente vivo en su construcción y en el desarrollo del proyecto país  que como ciudadanos levantamos día a día. Nuestra responsabilidad está en generar organización al  interior de aquella, lo cual nos permita transformar la universidad, para así poder transformar la  sociedad.

 

Nuestro concepto de Universidad nos habla de un espacio abierto, participativo y democrático, con una comunidad universitaria activa, dialogante, una comunidad que se involucra en el diseño y  conducción de su casa de estudios. Nuestra visión es la de una Universidad que se ubique ya no en los  primeros rankings de la competencia o el marketing universitario, de los cuales hoy en día mucho se  habla, sino que se ubique en el primer lugar de aporte al desarrollo social del país, el primer lugar en  el fomento de la equidad en cuanto a la composición social de sus estudiantes, que ocupe el primer lugar en el desarrollo de la ciencia y tecnología al servicio de los intereses de Chile y su pueblo. Creemos en una Universidad permanentemente vinculada con los problemas que nuestro pueblo le presenta, activa en la búsqueda de soluciones y en la entrega de aportes por medio del conocimiento.

Sin embargo, nuestra realidad actual dista mucho de estos conceptos brevemente aquí esbozados, hoy la Universidad es cada vez más un proyecto sin otro norte que no sea el que le señala el mercado, a la educación superior se le ha puesto precio y nuestras Universidades son medidas por criterios industriales de producción como si fueran una empresa más dentro del esquema productivo de la nación, una empresa especial con muchas comodidades en su proceso productivo, pero empresa al fin y al cabo.

En este esquema, un rol fundamental lo jugó el desfinanciamiento sistemático que vivió la Universidad Pública al momento de implementarse las políticas neoliberales. El autofinanciamiento, establecido como doctrina, fue un golpe seco que dio en la esencia misma de lo que constituía el quehacer universitario hasta ese momento, condicionando y sometiendo a la Universidad a lógicas y esquemas mercantiles que le eran desconocidos. La Universidad Pública tuvo que verse obligada a competir en situaciones desfavorables en lo que se llamó âel nuevo mercado de la educación superiorâ, se le puso precio, tuvo que venderse a sí misma para poder captar mayores recursos y continuar así con su proyecto educativo, perdió su brillo y su color, perdió su esencia transformadora y quedó botada en un rincón, ya incapaz de reconocerse a sí misma.

Estamos hablando que se operó un cambio estratégico en el desarrollo de la Universidad, el cual ha sido irremontable hasta este momento. Con ello hubo sectores importantes del quehacer universitario que producto de su no rentabilidad económica fueron cayendo rápidamente en la desgracia y el abandono, las Universidades Públicas se volcaron a sí mismas, viviendo casi un chauvinismo institucional, donde cada una se preocupaba de su propia sobrevivencia, perdiéndose la visión de conjunto que poseía nuestro antiguo sistema de educación superior pública.

Este procedimiento operado en plena dictadura, siguió su curso con los gobiernos de la Concertación, la cual no operó mayores cambios, más bien, se dedicó a administrar con comodidad el modelo heredado y en algunas líneas, incluso, lo profundizó. No obstante lo anterior, pasaron los años y el control del gobierno volvió a las manos de quienes tiempo atrás habían gobernado con trajes de civiles detrás de los uniformes de soldado.

Según nuestra mirada, esto representa un peligro fatal para la Universidad Pública hoy día, creemos que el gobierno de los empresarios busca poner el broche de oro a la privatización total de la educación superior, sellando definitivamente la obra que iniciaron desde las sombras en los años ochenta. La designación de Harald Beyer y Álvaro Saieh en nuestro Consejo Universitario, dos grandes defensores del modelo de mercado y el actual presupuesto nacional en el área de la educación superior son dos grandes indicativos de aquello. Son medidas que nos muestran nítidamente que el gobierno se apresta a poner en marcha una agenda privatizadora a gran escala y que, por lo tanto, el año 2011 será estratégico en su implementación.

Esta será una batalla importante que enfrentará nuestro sector el próximo año, para dar respuesta a este desafío debemos desplegar un movimiento que escape a tan solo los estudiantes, necesitaremos de los académicos, los trabajadores, las autoridades universitarias, todos juntos en las calles exigiendo que el Estado cumpla con sus Universidades, que el Estado cumpla con la educación superior pública de nuestro país.

Pero el problema no pasa tan solo por exigirle al Estado lo que a nuestras Universidades le debe, sino que también debemos mirarnos con visión autocritica y preguntarnos qué es lo que como Universidad le estamos entregando a nuestro pueblo. Necesitamos un nuevo trato del Estado para con la educación superior pública de nuestro país y, a la vez, necesitamos un nuevo compromiso de las Universidades Públicas para con el pueblo de Chile y sus intereses, esta Universidad tiene que ser de todos los chilenos y no solo la de unos pocosA nadie le es indiferente que en nuestra casa de estudios se perpetúen desigualdades fundamentales que determinan, por ejemplo, que el 20% más rico de la población tenga más del 50% de las matrículas, en cualquier sociedad que se precie de ser justa y democrática esta desigualdad fundamental es inaceptable.

 


¿Seguiremos educando solo a las élites socioeconómicas, o nos aseguraremos de implementar un sistema de acceso que permita que todos los jóvenes con talentos y habilidades, independiente de su origen y capacidad de pago, puedan permanecer en la Universidad?

 


¿Seguiremos dejando que solo aquellas disciplinas que son rentables en el mercado alcancen niveles de desarrollo armónicos y de excelencia? O nos aseguraremos de manera efectiva que todas las áreas del conocimiento tengan un trato justo y así puedan contribuir a consolidar la  sociedad que anhelamos, ya no solo en términos económicos, sino que en términos culturales,  intelectuales, cívicos, valóricos, es decir, con seres humanos íntegros.

 

Por más que quieran hacernos creer lo contrario, para nosotros la Universidad no puede ser un negocio ni mucho menos la educación puede ser una mercancía. La pelea será dura, pero está el futuro de la Universidad en juego y en esta batalla nosotros no bajaremos los brazos.

 

No quiero terminar mis palabras sin antes aludir a un hecho que para mí reviste gran notoriedad, algo señalaba más arriba pero quisiera ahora poder extenderme un poco más en aquello, me refiero a mi condición de mujer.

 

Como mujer puedo ver y vivenciar en carne propia las actuales formas de opresión de la que somos víctimas en la actual configuración machista de la sociedad. En Chile nos decimos un país desarrollado y nos llenamos de orgullo por nuestro reciente ingreso a la OCDE, no obstante, detrás de la cortina del progreso económico y del optimismo del jaguar latinoamericano se esconde una historia de opresión y sexismo que aún perdura hasta nuestros días. Las mujeres seguimos sufriendo hoy día todo tipo de discriminaciones, a la hora de buscar trabajo, en los planes de cobertura para nuestra salud, en la escala de sueldos, incluso a la hora de participar en política.

 

Tan solo ayer leía unas ideas que quisiera poder trasladarles en este momento ya que me parecen esclarecedoras respecto de lo que les quiero decir, abro comillas “respecto de las mujeres, cuando buscan trabajo, además de calificación se le pide presencia y no basta con que sean amables y generosas, sino que deben además ser graciosas, simpáticas y coquetas, pero no mucho. Se les exige estar presentables y cuando juzgan que se ha pasado un milímetro, se les critica por presuntuosas. Se les elogia por ser madres y se les excluye por tener hijos.

De la mujer se sospecha cuando es joven porque desestabiliza a la manada y se le rechaza cuando los años pasan porque ha perdido competitividad. Es excomulgada por fea y también cuando es bella. En el primer caso se dice que es repulsiva, en el segundo provocadora. Cuando no es lo uno ni lo otro la tildan de mediocre”, cierre de comillas. Estas son las condiciones en las cuales las mujeres nos desarrollamos actualmente, estas son las condiciones que desde mi presidencia también buscaré transformar.

 

 

 

 

 

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13 de agosto de 2011
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Diario imaginario

 
 
 

La lectura en Granada

Abrí en la Biblioteca el tomo de la Enciclopedia para verificar el lugar de una de las batallas de la saga emancipadora. Pero leyendo la entrada me encontré ingresando a otra historia, donde los hombres eran más casuales que el lenguaje.  A veces abrir un libro es abrir una puerta que se abre al paisaje donde acontece la permanente sustitución de la mirada por lo visto. Como si al pasar una página se abriese otra dentro, dictada por el lenguaje, más libre en el libro.  

Como un espejo, el lenguaje nos lee, siendo éste factual y aquel ilusorio, si bien ambos están hechos de la misma materia, del verbo conjugado por la gran traducción de lo vivo.

Volví la página y vi en el lenguaje el libro, discurriendo silencioso en el sentido contrario, como si los libros fuesen las puertas al mundo. Esa lección de la  escritura de lo dado, que no acabaremos de leer, pero que protestamos cifrar, requiere de las palomas que laten como sílabas del día.

Como las palomas, levemente medievales,  las palabras son la súbita diferencia de lo claro, libres de la redundancia literal, esa servidumbre.

 

Traducciones del Dr. Sintaxis

No es mi antagonista, sólo un contemporáneo.

Nuestro poeta  ha hecho suya una filosofía que justifica sus inclinaciones.

Los viejos amigos son nuestros peores testigos. 

Nuestro novelista está poseído por una idea fija, y es una idea equivocada.

La razón que presumes en el Yo es la sinrazón que asumes en el Tú.

La libertad que demandas para ti me deja sin aliento.

 

Lecturas de poesía en Rosario

La poesía, concluimos, desafía el orden geométrico. Enzia Verduchi despidió a la ley de  gravedad. Ana Gorría terminó con la referencialidad.  Antoni Marí demostró que la imagen es el sello de agua del poema. Nadia Prado evocó las voces sin voz que esperan por el poema. Salimos haciendo adiós con el sombrero, mientras  el río de Rosario discurría, liviano y cierto. 

 

Feria del libro quechua

Obras de 615 autores escritas en quechua se exhibieron en la Feria Runa Simipis Quelqakunmi. Runa Simita akllay (El quechua también se escribe. Elige el quechua), que se llevó a cabo en la plazoleta Espinar del Cusco. Se presentaron también investigaciones académicas y estudios linguísticos sobre el quechua y otras lenguas nativas. “Esto es el inicio de una campaña para incentivar la lectura y escritura en quechua entre los niños en edad escolar y también entre los adultos que sólo hablan este idioma”, adviritó el escritor cusqueño Luis Nieto Degregori.  Y añado yo:  el quechua es una rama del lenguaje que a los peruanos nos han arrancado por la boca. Cuando mi país sea mundo habrán escuelas para recuperar ese bosque.  Pero no necesitamos una beca para aprenderlo. Recomiendo un Diccionario, el más vivo, si es posible del siglo XVII. Es el azogue del espejo.

 

Los lectores en 1661 según Covarrubias

Y queriendo publicar este Tesoro y sacarle a luz, temo que las lenguas de los maldicientes y mal contentadizos me lo han de volver en carbones, pero estos mismos, en manos de los sabios y bien intencionados, con el soplo de los ingenios y rectos juicios, han de encender en ellos un amoroso fuego y convertirlos en radiantes carbunclos y hermosos rubies.

 

Leído en una hoja de papel

Esta hoja de papel prueba que  el libro no morirá.

Alberga la intimidad del lenguaje que nombra, como si este papel

fuese del calendario futuro.

Porque la escritura traza su inteligencia imaginaria.

Y de la tinta fluye el verbo y en la letra reverbera, de paso.

Leyendo esta hoja que vendrá.

 

Poesía completa de Nicanor Parra

Ignacio Echeverría ha hecho un espléndido trabajo crítico al editar la Poesía de Nicanor Parra para el Círculo de Lectores. Veo en el Diccionario en linea de la RAE que el término “editor” consigna la acepción “Persona que edita o adapta un texto.” Se advierte que se trata de un artículo “enmendado,” desduzco que puesto al día. Pero al definirse editar como publicar la acepción requiere añadir que se trata de preparar, establecer o compilar. Petrarca habría agregado que se trata de restaurar con cuidado y no sin devoción. Ahora prepara Echeverría el segundo tomo, y me pregunta detalles de la antología de Parra que edité en el Fondo de Cultura Económica, donde aparezco como “compilador,” porque en México (a pesar de la acepción de “preparar una publicación” que Luis Fernando Lara consigna en su espléndido Diccionario del español usual en México) no suele usarse tal acepción.  La antología se titula Poemas para combatir la calvicie (1993). Le respondía yo a Ignacio que el título se lo pedí a Nicanor, y me lo dio con la explicación de que la poesía debería servir para algo, tendría que ser escrita por gente joven, y era, además, un título que no pondría nunca Octavio Paz. Incluye una sección de poemas inéditos, entre los cuales viene éste, que dice mucho de la ironía de sus obsesiones:

 

                      EPITAFIO            

           

            Yo soy Lucila Alcayaga

 

    alias Gabriela Mistral

 

            primero me gané el Nobel

 

            y después el Nacional

 

            a pesar de que estoy muerta
            

    me sigo sintiendo mal 

            porque no me dieron nunca 

    el Premio Municipal

 
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26 de febrero de 2011
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Cien años de José María Arguedas

 
 

El debate sobre los modelos de la modernidad, sus agentes y programas en un país multinacional y desigual como el Perú, tuvo en la obra de José María Arguedas (1911-1969) una lección creativa que es hoy más actual y, contra todas las apariencias, más universal. Ese debate se produjo en torno a dos ejes: las representaciones del país, debidas a las ciencias sociales; y las interpretaciones emancipatorias, elaboradas por la cultura política de la época. Sin las Utopías no habríamos tenido pasado.

El Perú remontó la crisis de la violencia terrorista y la represión militar (70 mil muertos en una “guerra sucia” que llevó al expresidente Fujimori a prisión); y debate, otra vez, su propia versión de lo moderno que es ahora más mestiza y compleja; y sólo en apariencia más legible desde el programa de una economía de extracción y exportación, cuyo horizonte es convertir la vida cotidiana en mercado. Aunque el país crece económicamente, la delincuencia, el narcotráfico y la corrupción son el otro lado del bienestar, tanto como la mayor desigualdad y la pobreza endémica. Esto es, los dilemas que Arguedas confrontó en su obra, nos siguen advirtiendo sobre la destrucción del medio y de la comunidad hecha por una modernización compulsiva.

En la obra de Arguedas el mestizaje celebrado se ha vuelto universal (migratorio, transfronterizo), y es  parte hoy de un pensamiento crítico que reconstruye el espacio cultural operativo (democratizador, dialógico) entre redes de estrategia asociativa y fuerza inventiva. Sus hipótesis son una agenda de futuro.

El Perú se define en su obra como el raro lugar donde un hombre no puede hablar libremente con otro. Pero no se limitó a las evidencias y trabajó las opciones: convocar las demandas del diálogo y ampliar los límites de la comunicación es su propuesta más creativa. Por eso, forjó una representación del mercado como el espacio de la interlocución donde sería posible reapropiar la función humanizadora del diálogo. En su obra mayor, Los ríos profundos, el mercado de las “chicheras” es un espacio de intercambio empírico, donde muchas voces regionales suman la celebración de lo vivo. Ese espacio está presidido por las mujeres, por las madres, quienes convierten al mercado en esfera cultural, en plaza pública del intercambio, la individualización y la comunicación horizontal. Estas vendedoras de comida y bebida son agentes mediadores entre clases y etnias y, como tales, propiciadoras de la música y las voces  del ágape y el banquete. Son ellas las que se rebelan contra el Estado protestando el monopolio de la sal, y son por eso perseguidas por el ejército. Si el pueblo confirma su carácter de espacio cerrado al estar situado dentro de una gran hacienda, el mercadillo abre por dentro la afirmación de la cultura popular como lenguaje alterno.

En cambio, en El zorro de arriba y el zorro de abajo un lenguaje profundamente dividido encarna en el habla del tartamudo, del pescador envilecido, del burdel degradante, del loco profético. Esta división ilustra las hablas de la migración, esa formidable agencia del nuevo poder de negociación cultural. El lenguaje es oral, y la oralidad es la forma del mundo reciente. Su actualidad es indeterminada y su habitat está en construcción. 

La prostitución sitúa a la mujer en la clandestinidad del mercado como centro de la violencia de la modernización. La misma naturaleza se ha prostituído en la economía de extracción (el boom town se debe a la industria de la harina de pescado), que genera la corrupción subyacente y fatal, donde el mismo lenguaje se fractura. La novela encuentra su mejor alegato en las voces rotas de los sujetos, en la conversación que reconstruye sus historias, sus heridas, horrores y agonía. El lenguaje no es una conciencia analítica sino una zozobra confesional, una gestualidad dramática, de emotividad cruda e incierta. “Lloraba y hablaba; lloraba y hablaba,” se dice de una prostituta.

La escena dantesca de los pobres de una barriada trasladando las cruces de las tumbas de sus muertos, dramatiza la reorganización del espacio de la ciudad desde la perspectiva de la muerte. Esta escena fantasmática es conjurada por el rezo de tres mujeres: “Dios, agua, milagro, santa estrella matutina...” La oración suma motivos de los varios lenguajes del migrante: el animismo quechua, el salmo católico, el castellano reciente. El imaginario de la migración se construye desde el habla como el trayecto de una subjetividad desarraiga. No demasiado distinta fue la lengua de Dante como metáfora del exilio (la peregrinación) y la intemperie (la caída).  

 

En las cartas de suicida que Arguedas incluyó al final de su novela herida, se puede advertir que encontró albergue entre los personajes. Se asumió como parte del peregrinaje peruano, que es la forma  de su migración; y lo hizo desde la conciencia trágica, y también paradójica, del suicida que se despide protestando su fe en nosotros, sus lectores.  Se excusa de su muerte,  y nos delega su vida.

La Biblia, fragmentos del libro de Isaías y al final una epístola de Pablo, alimenta con citas y alusiones, una inquietante persuasión cristiana. En primer lugar, este plano de alusiones parece darle sentido sacrificial al padecimiento sin discurso de las víctimas de la modernización. En segundo lugar, la vehemencia enunciativa de Isaías, que resuena también tras algunos poemas de Vallejo, se aviene a la lengua desasida y tremebunda del relato. Pero, lo que es quizá más importante, este lenguaje bíblico posibilita una mediación entre la vida sin sentido y la muerte sin discurso. Ya que la representación social se agota en su propia explicación, en las evidencias; y ya que el mundo es percibido desde la subjetividad alterada por la violencia moderna, esta dimensión mítico-religiosa posibilita articular la diáspora andina como un sacrificio patente y un renacer latente. Los indios que un antecesor de Arguedas (Guamán Poma de Ayala) llamó “los pobres de Jesucrito,” son en el mapa de la migración los nuevos cristianos primitivos.

"Con el Señor hablo bien, derecho," anuncia don Esteban, declarando su independencia de la práctica religiosa pero afirmando su estirpe cristiana. En su ojo, dice, hay candela que ataja a la muerte.  El habla se levanta "contra la muerte," a la que ha jurado vencer. Esta figura de rebeldía y sacrificio parece nutrirse de la teología de la liberación, que por entonces Arguedas ha empezado a apreciar desde su diálogo con el padre Gustavo Gutiérrez. Un capítulo se cierra con la epístola de Pablo: "Si yo hablo en lenguas de hombres y de ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un tambor que resuena…”

Por un lado se levantan los mercados de la muerte, por otro los discursos de linaje sacro y mágico, sus fragmentos, que confrontan a la modernización desnaturalizadora con su fuerza regenerativa y su utopía comunitaria. Una utopía capaz de recuperar para lo humano el espacio revertido: contra el desierto, tan peruano, del desvalor, Arguedas nos sigue prometiendo la casa acrecentada por el mutuo hacer y el bien decir.

La intimidad religiosa de ese proyecto utópico, recorre el espacio infernal convirtiendo al lector en “hombre dialógico”. Contra la moneda del mercado, la palabra es gratuita y compartida. Pero ese gesto no es “arcaico” o “premoderno;” es, más bien, un exceso de modernidad: su promesa medida desde sus incumplimientos. Lo más moderno es lo diverso, inclusivo y plural. Porque si hubiese una sola razón, una sola verdad, un solo discurso, América Latina no tendría lugar en este mundo. José María Arguedas le dedicó la vida a esa esperanza.

 

 

 

 

 

 
 

 

 

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15 de febrero de 2011
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Visita a la Librería de Mala Poesía

 


A la Librería de Mala Poesía se entra por una puerta doble y noble que directamente lleva a la gran mesa de las antigüedades. Porque en esta librería profunda lo más importante no son las novedades (al fin y al cabo identificables como malas desde su populoso nacimiento por un mero cálculo de posibilidades), sino las viejas ediciones que el tiempo ha degradado, convirtiéndolas en curiosidad estrambótica, énfasis de estilo, o fantasma bibliográfico.
 

Sin embargo, la pulcritud elegante de esta librería reclama una suerte especial de atención, casi la reverencia del lector obediente.
 

Me detengo ante la mesa de raros, que son escasos y, por eso, menos valiosos.
 

Deduzco que esta librería demuestra la confesión casual de la peor literatura como otra divagación erudita. Y, por lo mismo, no está consagrada a la ironía correctiva ni tampoco a confirmar el buen gusto dominante. De otro modo, declara el carácter excepcional de la poesía, incluso de la muy mala.
 

Me demoro en la curiosa edición de un folleto bellamente impreso en París a fines del siglo XIX. No es exactamente un libro, aunque lo simula: parece uno de esos almanaques indistintos que hay que leer entre avisos publicitarios y consejos de salud. Es un panfleto estrafalario, que me gustaría tener, pero su precio es irrisorio, y dudo.
 

Sigo hacia la iluminada sala de las naciones, donde hay estantes severos para cada país. Llego a la sección francesa, dedicada a poetas grandes, menores y olvidados. La de Inglaterra está organizada según la dicción distrital de sus bardos. Previsiblemente, la estantería italiana sigue el vasto diccionario de los ismos. En cambio, España se distribuye de acuerdo a sus lenguas regionales, recargadas de juegos florales  y  premios en especies. Me sorprende la sección norteamericana, robusta y frecuente, dedicada a las variaciones biográficas del sujeto. Pero no hay ironía en esta exibición de lo peor de nosotros mismos; por el contrario, hay una resignación católica. Tal vez la cruda sal de la nostalgia.
 

Me asalta el temor de que ésta sea sólo en apariencia una librería. ¿No encubrirá a una sociedad secreta dedicada al culto perdido de la poesía? Reconozco esa presunción de la verdad como la pregunta que uno espera resolver con unos versos.
 

Amo la luz de Garcilaso, la vehemencia de John Donne, el fuego apagado de Baudelaire, el silabeo de Emily Dickinson. Ninguno de esos poetas está aquí, pero todo los reclama y al mismo tiempo los delata. Estoy solo en este templo vacío donde sobrevuelan los pájaros salvajes de la poesía de Vallejo.
 

Vuelvo a la alta estantería de la lengua española, y me sobresalta la desagradable sospecha de una revelación. Los delgados volúmenes se acomodan unos sobre otros, azorados, con la inocencia de su propio bochorno, brutal tipografia y títulos imposibles. Parecen escritos en el balbuceo de la sinceridad pueblerina, que fascinó a Stendhal.  Hasta los nombres de los poetas resuenan repetidos.
 

Algún lector truculento debe haber seleccionado estas secciones y estantes para probar la vida dudosa de la poesía en tiempos del mercado universal, la baba de la fama, y la amnesia. Los poemas malos, decía Darío, no acaban nunca.
 

No obstante, temo que estas evidencias escondan una certeza mayor. Y me retiro convencido de que la profusión iletrada promete la inteligencia de Wallace Stevens, el arrebato de Zanzotto, el arabesco de Celan, el ardor de René Char, el paladeo de Lezama Lima. Después de todo, me digo, el corazón del lector está más allá del bien y el mal, en el centro del lenguaje, puntual, como un animal contentadizo.
 

¡Pobre lector!, protesto y salgo, seducido por estas ominosas sirenas palpitantes que le prometen, bajo la luna de papel, una noche de margaritas y zafiros.

 

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4 de febrero de 2011
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Variaciones sobre el tema mismo

 

1. Genealogía crítica

Tesoro de Covarrubias, 1611: Primera definición

CORROMPER, del verbo Latino corrumpo, contamino, vitio, destruo. Corromper las buenas costumbres, estragarlas. Corromper los juezes, cohecharlos. Corromper los licores, estragarse, y ellos suelen corromperse. Corromperse las carnes, dañarse. Corromperse uno, es desmayar, yéndose de cámaras. Corromper las letras, falsearlas. Corromper la donzella, quitarle la flor virginal. Corrupta, la que no está virgen. Corrupción, pudrimiento. Corrupción de huessos, quando se pudren hasta los huessos, enfermedad gravíssima, y mortal. Corruptela, término forense.

Diccionario de la Lengua Castellana. RAE, tomo 2, Letra C, 1729

Las páginas 621-623 ilustran los usos de 16 variantes de Corrupción, que incluyen Corrompedor, Corrompimiento, Corruptense, Corruptabilidad, Corruptíssimo, Corruptivo y Corruptar.  El árbol barroco del concepto se alimenta de los clásicos, busca en el modelo enciclópedico razonar lo real desde la documentación, y es pródigo en casos y ejemplos. Muchos se deben al ingenio,  otros al grotesco, y algunos incluso a los esterotipos y el clima moral. 

 Góngora: Aunque sin lengua, bolsa

 

Viendo el escribano que

Dan a su legalidad

(Por ser poco el de verdad),

Nombre las leyes de fe,

Su pluma sin ojos ve,

Y su bolsa, aunque sin lengua,

Por la boca crece o mengua

Las razones del culpado,

La bolsa hecha abogado,

La pluma hecha testigo;

 

                                            Y digan que yo lo digo.

 

Santa Teresa: Tentaciones en Sevilla

No sé si el mismo clima de la tierra, que he oído siempre decir que los demonios tienen más mano allí para tentar, que se la debe dar Dios, y en ésta me apretaron a mí, que nunca me vi más pusilánime y cobarde  en mi vida que allí me hallé; yo, cierto, a mí misma no me conocía

 

(Libro de las fundaciones)

 

 

2.  Crítica del discurso

 

La crítica moderna del lenguaje es de órden ético y, por ello, político. César Vallejo, por ejemplo, postula en uno de sus poemas de París que la miseria urbana (le tocó la crisis del 29) demanda no sólo el lenguaje anti-idealista que la poesía de su tiempo asumía, sino también la urgencia del drama cotidiano como materia emotiva; el lenguaje debía elegir entre lo inmediato y lo improbable. En la aguda lectura que hace el novelista chileno Carlos Franz de El astillero de Juan Carlos Onetti, el dinero inexistente organiza el contrato social; y la corrupción se explica como el irónico mercado que desde la ilegalidad sostiene un sistema fantasmático.  Lo que equivale a decir que los límites del lenguaje son los de la pobreza.

 

Vallejo: Ética de la crisis

 

Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente

¿Hablar, después, de cuarta dimensión?

(Un hombre pasa con un pan al hombro)

 

Carlos Franz: La corrupción camuflada

Gálvez (en El astillero de Onetti)  le anota a Larsen en los libros de contabilidad, cada mes, un sueldo de 5.000 pesos que nunca cobrará, por supuesto, pero que suena adecuado a la dignidad de su cargo. Pronto, hambriento y humillado, Larsen acepta su parte en las ventas clandestinas de chatarra.

Espléndida imagen del discurso de la dignidad -personal e institucional- que camufla al fracaso social y económico, y la consiguiente corrupción en nuestras sociedades. Se trabaja en tareas improductivas, para cobrar un dinero que no paga lo que necesitamos. Sólo queda el recurso a la corrupción , a corrompernos -mucho o poquito- y sacar algo de lo que se corrompe en torno nuestro.

El éxito en una empresa fracasada, se me ocurre, ha de ser fracasar totalmente. Larsen lo sabe o lo sospecha (en Santa María todo saber es sospecha).

Luego de semanas o meses inverificables -el narrador nunca está seguro-, pero siempre en el invierno de este descontento, allí donde no pasa nada ocurren dos cosas súbitas: el pretendido Gerente Administrativo, el señor Gálvez, renuncia y desaparece, es decir, huye. Y el viejo Petrus es encarcelado en Santa María, acusado de emitir títulos falsos, acciones sin respaldo de capital para solventar su empresa fantasma.

Larsen va a la cárcel a ver a Petrus, y allí ocurre otra de esas paradojas que en Santa María son necesidad: Larsen se pone una vez más al servicio de este patrón de la farsa. Incluso en esas circunstancias no quiere o no puede dejar de engañarse. La razón -pero sería mejor en Santa María hablar siempre de la sinrazón- se ha expuesto a todo lo largo del libro:

(“Latinoamérica, el astilerro astillado. Una lectura de la Santa María de Onetti como metáfora latinoamericana”, www.cervantesvirtual.com/)

 

3.  Algunas respuestas

 

Algunos amigos me han hecho llegar variaciones al tema, que requeriría un Observatorio alerta para que las noticias (truculentas, a veces involuntariamente cómicas) no se borren unas a otras.

 

Alexis Márquez:  La Enciclopedia del país

El sustantivo “corrupción” está cada día más vigente en la  sociedad contemporánea. En todos los países –en unos más que en otros, pero en todos– la “corrupción”, sobre todo la de tipo administrativo, está cada vez más presente.
De esta palabra el DRAE dice, en su 4ª acepción:En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”. Es esta la definición de la llamada “corrupción administrativa”.
“Corrupción”, por otra parte, es un derivado de “corromper”. Este, de origen latino (“corrumpere”), es un compuesto del prefijo “co-“ y el verbo “-romper” (en Latín “cum-” y “-rumpere”). Sin embargo, como una curiosa peculiaridad “corromper” tiene dos participios, uno regular, “corrompido”, usado sólo en la formación de los tiempos compuestos (“he corrompido”, “habrá corrompido…”), y otro irregular, “corrupto”, que empleamos sólo en oficios de adjetivo (“funcionario corrupto”, “sociedad corrupta”) o de sustantivo (“un corrupto”, “esa corrupta”). Mi amigo el escritor peruano Julio Ortega, me cuenta: “Estoy componiendo, burlas veras, un Diccionario de la corrupción, con ejemplos peruanos, ya que mi pobre país avanza en lo económico y se hunde en la corrupción”. Lástima que sea sólo con ejemplos de su país. Si fueran de Venezuela, el diccionario le resultaría una voluminosa enciclopedia.

(Caracas: Tal cual)

Mirko Lauer : Sabiduría limeña marginal

Julio, vasta tarea has asumido en lo de este lado oscuro de la lengua. Alguna vez con Enrique Carrión empezamos a imaginar un diccionario de la pendejada (en ese tiempo todavía no se hablaba de corrupción en los términos de ahora), con expresiones como "Amor con amor se paga", "Una mano lava a la otra", "Toda taza tiene su asa". Al final la lista se nos hizo larga, y los dichos de la pendejada empezaron a confluir extrañamente con los dichos de otras formas de sabiduría marginal. El proyecto se diluyó entre los cafés cortados del Haití de esa época. Ahora renace en un contexto menos claro.

4. Perú de plata y melancolía

 

Cortoplasismo: Inversión segura.

Colgado de la brocha: Quedar sin apoyo.

Escándalo de candidatos: La enfermera del reo Fujimori y el guardespaldas del reo Montesinos aparecieron de candidatos a congresistas en la lista de Keiko Fujimori.

Sueño del indultado: Fujimori es el primer preso que dirige desde la cárcel una campaña política a la presidencia, la de su hija, que de ganar lo indultaría.

Limpieza pública: Quince altos funcionarios del Municipio de Lima son procesados por haber pagado 36 millones de soles en lugar de 14 a una empresa de limpieza pública; el exalcalde Castañeda no está inculpado.

Mugropolítico: experto en rumorología.

Candidato con más calle: Toledo, expresidente, candidato a la presidencia.

Marqueteramente: Política hecha en el modelo de la farándula.

Cura en salud: A Toledo le pasaron un cuy  (cobayo) por el cuerpo para curarlo.

“Niña sirenita”: Niña de siete años que nació con las piernas juntas; los padres han enjuciado al exalcalde Castañeda, que había ofrecido ayudarlos, acusándolo de “aprovechamiento de imagen.”

 

 

 

 

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28 de enero de 2011
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Diccionario de la corrupción

  

I. “La plata entra sola”
 

El presidente peruano Alan García definió la política con una frase que el país ha asumido como la del año: “La plata entra sola.” Se la dijo a Jaime Bayly a propósito del sueldo de un presidente del Perú. Buscando sacar el pie del pozo, aclaró a la prensa que, en verdad, le había dicho a su amigo que es después de ser presidente que la plata entra sola.

 

El Perú crece económicamente más que cualquier otro país de la región pero, inversamente, el indice de percepción de la política aumenta su desvalor. ¿Cómo se explica, se preguntan los expertos, que el éxito económico del sistema sea tan grande como el desprestigio del sistema? El esperado “goteo” es demasiado lento, y el índice de la pobreza pasa del 30% de la población. El país está económicamente, es verdad, mejor que nunca; pero, moralmente, nunca ha estado peor. La corrupción ha terminado siendo aceptada como fatal: se ha hecho intrínsica al sistema. Todos los candidatos a las prontas elecciones prometen combatir  la corrupción, y quiero creer que casi todos están empeñados en ello; pero el hecho de que el fujimorismo sea una de las  cuatro principales fuerzas en competencia es un síntoma alarmante. La conversación, como en todas partes, se ha vuelto incivil: la corrupción reparte infamia en su gran teatro del mundo mercantil.

 

El psicoanalista Jorge Bruce ha diagnosticado la enfermedad: “Es esquizofrénico pregonar el éxito económico sin mencionar que somos el primer productor de cocaína del mundo. Una proporción considerable de la masa monetaria que circula, en toda suerte de inversiones y gastos, es dinero manchado de blanco...una de las filtraciones de Wikileaks indica al actual jefe del ejército como uno de los militares captados por el narco. Lo cual no sorprende a nadie.”

 

No estoy seguro de que la información de Wikileaks sea un tribunal de la verdad, aunque tampoco se puede trivializar sus revelaciones. El trabajo diplomático cultiva la épica del chisme, pero no se podría negarle a nadie la libertad de hacerlo público,  si uno cree ejercerla como derecho democrático. Mi libertad no es mejor que la tuya, quiero decir. Pero que la droga ha sido protegida por las fuerzas del orden es un hecho denunciado, aunque sin consecuencias, desde dentro del mismo estado. Bruce lleva razón cuando advierte la gravedad del caso:
 

“Limitarse a hablar de crecimiento económico sin mencionar esta fuente inagotable de dinero sucio es un acto psicótico. Creer que la corrosión del tejido social generada por el narco va a permanecer en los linderos de los valles de producción, centros de acopio, laboratorios y vías de distribución es de una frivolidad criminal...No podemos seguir hablando del modelo –ese que tantos comentaristas declaran intocable– ignorando ese reverso obsceno y violento.”

 

Se trata, así, del lenguaje, del valor que tú des a las palabras. El sociópata cree que todos son culpables pero no siempre está, como el asesino de Tucson, armado. La violencia verbal contamina la esfera pública, esa trama de las comunicaciones y la política. Y desnuda la subjetividad perturbada de quienes denigran aquello que supuestamente los niega. Esa negatividad divide el espacio social en buenos y malos, degradando no la diversidad social y humana, sino el lenguaje. 

 

Mirko Lauer piensa que la crítica de la corrupción se ha convertido en el espacio de debate porque, al no ser ideológica, la competencia electoral  no se decide en un cambio del sistema sino en su mejora social. Los partidos de centro izquierda son los más exigentes en la demanda de transparencia política, anulación del actual pereclitaje de delitos de corrupción, y control de las contribuciones partidistas.  Lo que está en disputa, así, es la definición del centro.

 

En español, todavía estamos lejos de desearle lo mejor a quien gane las elecciones.  Quizá porque todavía creemos que las ganaremos destruyendo minuciosamente al rival imaginario, ese espejo monstruoso.

 

 

II. Una modesta proposición

 

Excusa la deformación profesional, pero te propongo una hipótesis: la corrupción es el reverso del modelo económico dominante. Es un modo de sobrevivencia de los que no se han beneficiado, ni mucho menos, con las inversiones y las exportaciones; y un principio de acumulación de los gestores del modelo. La suma de las ganancias de inversión (de muy baja tasa y nula reinversión) es inversa a la resta en pobreza, servicios, educación, comunidad y sensibilidad ética. No se trata solamente de la brecha entre ricos y pobres, sino de la regresión civil,  la delincuencia y el desvalor de la solidaridad, que es el lado oscuro del mercantilismo, patente en el culto del exitismo y en la violencia cotidiana. Tampoco se trata sólo del mercado (las formas del intercambio en el mercado regulado, lo sabemos, promueven la individualización de los sujetos, la horizontalidad civil) sino de la comercialización regresiva de la vida cotidiana. Este mercantilismo autoritario, termina determinando el valor hasta de lo que no tiene precio. En esa sociedad sin comunidad, el mercado es sustituido por el marketing. No ha de extrañar, por lo mismo, que el gobierno peruano haya preferido declarar este 2011 “Año de Machu Picchu” para fomentar el turismo, en lugar de consagrarlo a José María Arguedas, quien cumple cien años. Mucho mejor así tratándose de un escritor que creyó en la suma de las naciones de un país donde cualquiera, dijo, podría ser feliz, si no ha sido “corrompido por el egoísmo.”

 

 

III. Para un diccionario panhispánico

 

Leyendo sobre estos temas, he encontrado que debajo del debate político actual en el Internet hay un léxico sobre la corrupción, del cual anoto algunas acepciones. Descarto insultos, y atiendo al uso, de regusto hiperbólico. No dudo que tú tienes otras acepciones que separen imparcialmente el grano.

 

 

Política: “Arte de combatir a los animales,” Platón

Nacionalismo: “El último recurso del pillo,” Dr. Johnson. Otras versiones prefieren “canalla,” “truhán,” “bribón,” “pícaro,” pero “pillo” me gusta más para sugerir la manipulación sentimental de una ideología arcaica

Nacionalismo de izquierda:  Monstruo de dos cabezas

Inmunidad parlamentaria: Impunidad

Candidateable: Que aguarda ofertas

Chorreo: Goteo prometido

Piloto automático: Intelectual multiempleado

Ultrasubevaluados: Terrenos de precio falso

Caciquismo académico: Ansiedad de herencia,  endogamia

Turista electoral: “Votante aburrido de su candidato favorito, ensaya otro,” M. Lauer

Politica: “Arte de impedir las revoluciones,” Aristóteles

Sin bandera: Narcocapitalista

Regalías: Ingresos extras

Internet gratis: Utopía anarquista

Carga tributaria: Atentado contra la libertad

Curva de experiencia: Valor simbólico de cambio

Empate técnico:  Valor añadido

Soborno: Derecho territorial

Economía subterránea: Horas extras

Cuota partidaria: Dinero invertido

Electorado: Clientela

Clientelaje: Suma presupuestable de facciones

Colchón electoral: Base de salario mínimo

Política: “Arte de mantenerse en el poder,” Machiavelo

Elecciones: Reorganización de las expectativas

Funcionariado difundido: Socios académicos

Pragmatismo: Buen precio

Masividad: electorado que no vota

Recicladísimo: Ministro de izquierda en gobierno de derecha

Red social: Opiniones antisociales

Opinionitis: Fiebre verbal omnipresente

Lobismo: Lobos del “lobby”

Residuo del poder: “Conjunto de materias y atribuciones sobre ellas que las constituciones federales o autonomistas no atribuyen expresamente ni al poder central ni a los regionales,” RAE

Residual: Sobreproducción de escribiente que termina dándose por leida
Absolutista: Sociópata realizado
Gúligan: Pasó sin transición del franquismo a la corrupción
Transición: Tiempo histórico en que se perdió la paz

Politica: “El arte de lo imposible,” Internet

 

 

IV.  Multimedia

 

En la juramentación del alcalde de un pueblo peruano, uno de los regidores exclamó: “Juro por Dios...y por la plata.”  El lapsus delata que el idioma de la corrupción interrumpe al lenguaje, poniendo en duda su valor de uso:

 

 

La siguiente intervención de “bolsillos vacíos” en el Banco Santander de Sevilla, declara, que el humor no está perdido:

 

 

El caricaturista Carlín (La República) comunica muy bien la suerte tragicómica de la política peruana y su actual fase electoral, donde trece candidatos purgan sus listas de corruptos embozados. El presidente García indultó a un empresario de la televisión, preso por corrupción,  pero se descubrió que el certificado médico que permitía esa licencia era falso. El empresario fugitivo fue capturado tres meses después. Carlín da una versión de esta moraleja sin moral:
 

http://www.larepublica.pe/11-01-2011/carlincaturas-11012011

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16 de enero de 2011
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La rara integridad de José Lezama Lima

Gabriela García (Santiago de Chile): Pienso que leer a Lezama es como internarse en un bosque tupido, en un acertijo, un laberinto. Se sabe, sin embargo, que detrás del tupido velo está el alumbramiento, la revelación. Y es ésta última vivencia la que te paga el viaje. Me gustaría saber qué imágenes, sensaciones  le vienen a usted al leer o pensar en Lezama Lima.
 

Lo más inmediato es lo bizarro. El placer de lo raro, esa exaltación del lenguaje que dice más de lo que vemos. Garcilaso de la Vega escribe: “Oh dulces prendas por mi mal halladas.” Lezama: “Una oscura pradera me convida.” Son endecasílabos de una plena sonoridad vocálica, sensorial y degustada. Pero el primero tiene como perspectiva la nostalgia reflexiva, que sugiere la memoria del bien perdido; mientras que el otro ocurre en el futuro: todo está por ser gustado, con tentación y misterio;  “oscura” y “pradera” crean un claroscuro, propio del barroco, donde la mirada es el misterio del mundo. Lezama, además, es un poeta anagramático: en ese verso leemos “cura,” “era,” “con vida.” El barroco es inmanentista: el modelo cultural de la mezcla, y por eso una forma plena de lo moderno.

Lezama y usted mantuvieron una larga correspondencia. ¿Cuándo surge ésta y hasta cuándo se mantiene? ¿Cómo era la relación que alimentaron por escrito? ¿llegaron a ser amigos? ¿Cuál es el Lezama que develaba su letra, el contenido de esas cartas?

Nuestra amistad es anterior al correo electrónico. Escribí en1968 un largo ensayo sobre Paradiso que le gustó mucho. En una carta a su hermana Eloísa, a quien tuve el gusto de conocer creo que en Puerto Rico, publicada después de su muerte, le dice: “Ortega ya se ocupó del Paradiso.” Pero, en verdad,  Paradiso se ocupó de mi. Cuando estuve en Yale (1970-71), donde dicté un curso sobre narrativa cubana, con su sobrino y alumno mío, Manolo Alvarez, hoy crítico de arte en Puerto Rico, tratamos de llevarlo a un coloquio. Y empezamos a escribirnos. Varias veces me animó a visitar Cuba. Y me envió sus libros. Lamentablemente, perdí sus cartas en una mudanza. Una de ellas se publicó en la Revista de la Biblioteca de la Habana, se ve que habia hecho una copia al carbón.

¿Por qué nunca llegaron a conocerse? ¿Pudieron despedirse por carta antes de su muerte? ¿Cuál es el primer libro que lee del cubano?

Me invitaron un par de veces a Cuba pero ir de jurado de concursos literarios me parecía poco estimulante. Yo había sido alumno del padre Gustavo Guitérrez  y el turismo revolucionario me parecía hecho a costa de los más pobres. Siempre creí que la Revolución Cubana había exagerado la importancia de los escritores, convirtiéndolos en figuras públicas, ilusamente poseídos por el poder de su  palabra, que suele ser una licencia del lenguaje y una indulgencia mediática. La última comunicación fue el 74, cuando  le pedí unos poemas para una revista; me envió un par de los últimos. Lo primero suyo que leí fue Paradiso. Luego, la poesia y los ensayos. Angel Rama me pidió una antología de Lezama para la Biblioteca Ayacucho (Caracas) que titulé “El reino de la imagen.” Finalmente, fui a La Habana hace un par de meses para inaugurar el congreso sobre Lezama Lima que organizó el Instituto de Literatura.

Dentro de los dolores de Lezama Lima, está la muerte. Contra ella parece haber escrito y para llenar ese vacío, parece haber tejido una red de imágenes. ¿Cuán determinantes fueron las muertes de su padre y madre en su vida?

La ausencia del padre está en el origen, y la partida de la madre en el fin. Sobre el vacío del uno se abre la obra, y sobre la pérdida de ella se cierra. Lezama habia hecho de su familia la casa del lenguaje. Habia construido la morada donde habitaba. Por eso no requería viajar, vivia ya en un viaje circular perpetuo, el del lenguaje alimentado por la conversación, la escritura, y la celebración de los dones recibidos siempre como prodigio. Fue un escritor como no ha habido otro.

Devorador de libros, asmático como Proust, obeso. ¿De qué manera cree usted que la enfermedad forja la personalidad y la obra del escritor?

El primer día que llegué a La Habana, fui a conocer su casa que  acababa de abrir sus puertas convertida en Casa Museo Lezama Lima. Es una casa pequeña y acogedora, detenida en los años 50, de una pobreza discreta, pero llena de retratos y cuadros maravillosos, y de estantes de libros envejecidos por el uso. El asma la habia incorporado   como  otra  respiración, como un ritmo propio del lenguaje y del cuerpo. Lezama trocaba lo cotidiano en imagen, y vivía en la alegoría de una   “era imaginaria,” donde el día era la orilla de un tiempo epifánico. No  ha habido escritor menos catastrofista. Sólo José María Arguedas ha creído tanto en la creatividad cultural latinoamericana. 

Se cumplen 100 años del nacimiento de Lezama y el mundo entero le rinde pleitesía. Sin embargo, algunos reclaman que el autor de Paradiso fue ninguneado mientras estuvo vivo, que además de ser tratado de elitista y  hermético por los comisarios de la época, su obra fue censurada, tratada de   pornográfica y pagó el precio por ser homosexual y católico en su Cuba natal. 

No dudo que haya habido policías que lo malquerían. Y sufrió privaciones en el período de durezas y cerrazones. Pero dudo que Lezama asumiera el papel de víctima. Me parece que el poder político no supo qué hacer con él. Era admirado por Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Cintio Vitier. Y Lezama no ocultaba su crítica de las censuras y persecuciones. Pero es un hecho  que sus libros se publicaron en Cuba y después de su muerte ha habido una creciente dedicación a su figura y obra.  Yo creo que hay que alentar la transición cubana, para que tenga el menor costo posible en sufrimiento, y no creo que se deba utilizar  la muerte de un poeta con fines políticos.  La dignidad de su obra es un acto de fe, cuyo sentido no es menos político que poético: nos enseñó a creer en la suficiencia del arte como integridad vital, y en la capacidad permanente  de la literatura de rehacer el  mundo en el lenguaje.  La vehemencia lezamiana, el radicalismo que alienta en el grupo de Orígenes, son una plena versión cubana del mundo.

Algunos argentinos sostienen que Lezama Lima fue el engendro, la semilla de lo que luego se conoció como realismo mágico. Otros sostienen que además es el patriarca, el autor más importante de Cuba. ¿Qué importancia le da usted en la literatura hispanoamericana? ¿Tiene herederos Lezama Lima?

Todos somos herederos de Lezama Lima, aun sin saberlo. Nos recordó que nuestro origen es el barroco, que hemos nacido adultos como cultura latinoamericana. No estamos “en busca de nuestra expresión,” dijo, la tenemos desde el comienzo, plenamente. No somos hijos de la violencia ni  del fracaso sino de las sumas regionales y las multiplicaciones atlánticas. Ese optimismo en las formas es una afirmación profunda de la identidad creativa hispánica. Con Haroldo de Campos, con Severo Sarduy, con Julia Castillo he compartido esos acuerdos

Mucho se habla de su obra pero poco de su muerte. Mientras Tomás Eloy Martínez habla de que lo terminó matando el asma, otros hablan de infarto, de operaciones, de su obesidad. ¿Cómo y por qué muere Lezama Lima?

Muere de su propia muerte, como todos los hombres.  Ignoro los detalles, pero extraordinariamente su muerte hizo más viva su presencia. Lezama, y todos sus discipulos cubanos, demostraron que se puede vivir dentro del arte como en una naturaleza equivalente, con certidumbre y plenitud. Por eso es que en La Habana de hoy, en medio de la privación, uno cree entender que la austera vida de Lezama fue una forma innata de la vida genuina del artista contemporáneo en cualquier lugar. Hablando en la calle con estas gentes, dialogando con los poetas, con los maestros, uno reconoce la verdad elemental de sus palabras. Saben que tienen una crisis a las puertas y quieren que los tomemos en serio. En cambio, en casi todas nuestras capitales uno siente que el lenguaje es un mutuo engaño porque hemos convertido la vida cotidiana en mercado, y el crimen y la corrupción son el otro lado de esa moneda. Por eso nuestro lenguaje está hecho de prejuicios, estereotipos, machismo, descreimiento y violencia: está hecho en la negación del otro.

Lezama era un amante de la imagen, de la metáfora. Recuerdo por ejemplo, en Antes del anochecer, cuando Lezama le recomienda al joven Arenas que  lea la Biblia. ¿Qué concepción tenía de Dios?, ¿cuál habrá sido su pasaje favorito?

Lezama era católico pero también neoplatónico. Y trató de encontrar no una     síntesis sino una fluidez entre su sensorialidad y su espiritualidad. El arte fue el instrumento de hacer dialogar esos extremos. Reinaldo era un muchacho del campo, quizá le recomendó la Biblia para que reconozca sus orígenes. Sospecho que su Dios no era el de las Tablas de la Ley. No dudo que seguía la lección más cristiana: la de no añadir aflicción al afligido. Tal vez su libro favorito fue la Apócrifa y las Epístolas. “Creo porque es imposible,” solía decir, citando a Tertuliano. Y siempre he pensado que tenía  el arrebato paulista que Cervantes insufló en su Quijote.

Poeta, narrador, ensayista, novelista y fundador de Orígenes y otras revistas literarias. ¿Cómo fueron las reuniones de pauta de Orígenes, el  ambiente de esa época y cuál es la herencia que dejan estas   publicaciones? 

 

Sin las revistas literarias de los años 40 no habría habido nueva novela  latinoamericana.  “Orígenes” fue una fuente de inspiración, rigor y libertad. Pero también fue un taller de diálogo, una feria del libro, una escuela de justicia poética. Allí  escribieron los maravillosos Cintio Vitier y Fina García Marruz, a quienes conocí en 1985, cuando los encontré en un coloquio sobre Lezama en Poitiers. Debemos siempre recordar la gran lección lezamiana: sólo lo dificil es estimulante. O sea, la poesía es superior a nuestras fuerzas. Y su demanda da la medida de nuestro lugar en el mundo.

“Lo que me ha interesado siempre es penetrar el mundo oscuro que me rodea”. ¿A qué se refería?

Al misterio de todo lo existente, que a pesar de la religiosidad y la fe, sigue siendo en buena medida ilegible. La poesia busca iluminar lo oscuro, y es un don que nos hace dar lo que no tenemos. La oscuridad y la luz dialogan, al final, cediéndose la palabra. En la obra de mis amigos, los poetas cubanos Reina María Rodríguez, Victor Fowler y Antonio José Ponte yo creo reconocer esa sutileza lezamiana de vivir plenamente en la luz gracias a la oscuridad.

 

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9 de enero de 2011
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