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Escrito por

Jesús Ferrero

Jesús Ferrero nació en 1952 y se licenció en Historia por la Escuela de Estudios Superiores de París. Ha escrito novelas como Bélver Yin (Premio Ciudad de Barcelona), Opium, El efecto Doppler (Premio Internacional de Novela), El último banquete (Premio Azorín), Las trece rosas, Ángeles del abismo, El beso de la sirena negra, La noche se llama Olalla, El hijo de Brian Jones (Premio Fernando Quiñones), Doctor Zibelius (Premio Ciudad de Logroño), Nieve y neón, Radical blonde (Premio Juan March de no novela corta), y Las abismales (Premio café Gijón). También es el autor de los poemarios Río Amarillo y Las noches rojas (Premio Internacional de Poesía Barcarola), y de los ensayos Las experiencias del deseo. Eros y misos (Premio Anagrama) y La posesión de la vida, de reciente aparición. Es asimismo guionista de cine en español y en francés, y firmó con Pedro Almodóvar el guión de Matador. Colabora habitualmente en el periódico El País, en Claves de Razón Práctica y en National Geographic. Su obra ha sido traducida a quince idiomas, incluido el chino.

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Por delante y por detrás del trineo de la Historia

Al final de la magnífica novela de Per Olov Enquist La partida de los músicos, recientemente publicada por Nórdica Libros, podemos leer un fragmento que resume la novela y que representa uno de esos momentos de síntesis reflexiva que han de jalonar toda narración, según creía Édith Wharton. Momentos esclarecedores que proyectan una luz especial sobre todo el texto, dándole sentido y dirección. El fragmento que digo, describe una conversación entre una madre y un hijo en medio de la noche, y dice así:

Ella iba hablando en voz alta todo el tiempo, como si hubiese perdido la razón. Pero no la había perdido. Las lucecitas de Skelleftea perforaban la oscuridad; poco antes del alba era cuando más oscuro estaba, el caballo seguía caminando... Ella hablaba y hablaba, aunque Nicanor tenía cerrados los ojos y hacía como que dormía.

Porque, le susurraba en su cara de ojos cerrados, hay diferencia entre las personas que van en la parte delantera del trineo y esos pobres que solo pueden ir en la parte trasera. Porque los que van en la parte delantera tienen la posibilidad de conducir y ver lo que pasa alrededor. Pero los que tienen que ir detrás, a ésos no les queda más que seguir.

Por eso hay diferencia. Pero de los que van detrás en el trineo surgen gritos impacientes para poder pasar adelante y coger las riendas, y un día habrá apreturas en la parte delantera del trineo y habrá inquietud y una gran angustia.

Eso es lo que ocurre con los que van en el trineo.

Y se podría añadir al fragmento de La partida de los músicos: eso es lo que ocurre siempre en el trineo. Antes y ahora, si bien las apreturas en la parte delantera se dan sobre todo en épocas difíciles, cuando se agudiza la crisis de representación, y los que van delante se muerden unos a otros, y más que hablar, ladran y aúllan. El trineo se queda sin dirección, si es que alguna vez la tuvo, y hasta puede llegar a detenerse en medio de la noche mientras sus ocupantes rugen, porque las palabras se pudren cuando entramos en el reino del malentendido. Pero no son ellos, los que van el el trineo, los que más sufren. Los que más sufren van detrás, sin calzado y sin trineo. A veces se enfurecen y apedrean a los del trineo. Ocurre muy pocas veces, cuando la desesperación llega muy lejos y los del trineo intentan sacarse los ojos como cuervos malcriados o como perros locos

 

Olvidaba mentar a los que se atreven a correr, a veces descalzos, por delante del trineo. Son muy pocos en la Historia. Aparecen uno o dos por siglo.

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28 de septiembre de 2016
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El infierno de la repetición y la invención de Morel

Ahora vivimos bajo la galaxia de Borges, bajo el embrujo de sus juegos intelectuales y sus adjetivos arcaizantes, y la figura de Bioy Casares queda un poco en la sombra. Seguramente Bioy ya lo había previsto.

Nacido en 1914, como Octavio Paz y Borges, es algo más joven que los escritores de la generación del 27, y vivió de cerca y de lejos una época de grandes mutaciones literarias, que juzgaba con ironía y humor. Y así como hay escritores marcados por un sentimiento trágico de la vida (entre los que se hallarían Kierkegaard, Unamuno y el mismo Borges), los hay también marcados por el sentimiento cómico de la vida, y ahí estaría Bioy Casares para demostrarlo.

El humor que recorre toda su obra así como la naturaleza de sus personajes, en buena medida delirantes, no le hacen descuidar la trama y jamás se olvida de lo que significa contar y narrar. Sin embargo su preocupación por la narratividad (que comparte enteramente con Borges) no evita que Bioy Casases sea un gran innovador y se anticipe con sus novelas a escuelas que van a reinar después que él y al margen de él. Sirva como ejemplo su obra más conocida y emblemática: La invención de Morel, publicada en 1944. Detengámonos en aquel año: está a punto de acabar la Segunda Guerra Mundial y la escuela que impera y va a imperar hasta 1960 es el existencialismo. Tras las grandes construcciones novelescas de entreguerras, de marcado tono coral y “colectivo”, la literatura occidental se vio obligada a sumergirse en los abismos del yo y a intentar explicarse desde dentro la tragedia, operación que tenía mucho que ver con un examen de conciencia. Y La invención de Morel tiene algo de existencialista, en la medida que nos enfrenta a la soledad extrema de un naufrago en una isla desierta. ¿Desierta? No, en la isla parece haber gente que habla, que coquetea, que establece extraños juegos de seducción, y que repite una y otra vez las mismas frases y las mismas escenas. Para volverse loco.

Más tarde nos daremos cuenta de que la isla es, en sí misma, un generador de virtualidad debido a una máquina que se mueve con la energía de las mareas y que reproduce secuencias del pasado, con personajes del pasado, encerrados en una eternidad virtual y llena de repeticiones.

Decíamos que La invención de Morel tenía algo de existencialista, y lo tiene en su exploración explícita de la soledad, pero sobre todo tiene mucho de Nouveau roman, bastantes años antes de que el Nouveau roman apareciera.

Las repeticiones casi seriales que vamos a encontrar en Robbe-Grillet, en Michel Butor y en más de un escritor alemán de la misma época, están ya, anticipadas y desarrolladas con una gran maestría, en La invención de Morel. Pero hay una diferencia: las repeticiones en La invención de Morel no son una imposición más o menos artificial del autor en busca de una determinada estructura narrativa (como ocurre en Robbe-Grillet): son una necesidad, si tenemos en cuenta la trama de la novela y si advertimos en qué consiste la máquina inventada por Morel: una especie de ordenador primitivo y totalmente integrado en la naturaleza de la isla, que reproduce secuencias de vidas pasadas, siempre las mismas, naturalmente.

Dicho lo cual, hay que añadir una virtud más a la novela de Bioy: no sólo se anticipó al Nouveau roman, también se anticipó a este momento que estamos viviendo y en el que parecen cada vez más borrosas las fronteras entre materialidad y virtualidad, entre presente y pasado, entre pasado y futuro, entre el cuerpo y sus fantasmas, entre la realidad y el deseo, como ocurre todo el tiempo en La invención de Morel.

La eternidad fantasmal en la que viven algunos personajes en la isla de Morel es muy parecida a lo que es y va a ser la eternidad virtual. ¿Toda la aldea global es ya la invención de Morel?

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22 de septiembre de 2016
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Arrojados de todos los paraísos

En tiempos de Gauguin el Pacífico era todavía el símbolo de una cierta pureza, y fue quizás el océano más frecuentado por los poetas simbolistas. Las islas del Pacífico encarnaban el mito primordial, el mito que lo determina todo desde el principio y crea desde el principio un destino y a la vez una añoranza: la del paraíso terrenal.

Gauguin y Stevenson tuvieron la osadía de buscar por sí mismos ese paraíso. A Gauguin pudo haberlo guiado la búsqueda de mitos que colmaran su sed simbolista, pero es más probable que lo guiara, como a Stevenson, la desesperación y el cansancio de Europa, quemada por la tuberculosis, el hollín, las hambrunas, la injusticia, la suciedad y la barbarie. Frente a las ciudades llenas de esmog, de casas ennegrecidas y ríos fangosos, el fulgor idílico del Pacífico, el azul casi transparente, las mujeres celebres por su generosidad carnal y su alma voluptuosa. En fin, para qué seguir: un paraíso del todo irreal, allá, en el lejano Pacífico, invocado por Baudelaire en más de una ocasión, y hasta por el mismísimo Rimbaud.

Se le atribuían al Pacífico virtudes rejuvenecedoras: sus aguas podían ser en cierto modo las de la inmortalidad. El pobre Marcel Schwob (uno de los autores más sorbidos por Borges) cayó también en la fascinación pacífica y emprendió un viaje a Samoa, donde acababa de morir Stevenson. Cuentan que ya en Samoa, Schwob ni siquiera bajó del barco y emprendió enseguida el regreso a Francia, donde murió no mucho después de su patética y angustiosa odisea, que en lugar de darle nueva vida le quitó la poca que le quedaba.

De todo lo cual se deduce una verdad que hubiese patrocinado gustosamente Heráclito: dos hombres no se bañan en las mismas aguas aunque estén en la misma playa. Las lluvias de Samoa le concedieron a Schwob el regalo siempre envenenado de la muerte, en cambio con Gauguin funcionó el mito del Pacífico y se encarnó en él sobradamente, concediéndole la inmortalidad (tan sombría como escabrosa) y regalándole algunos de sus cuadros más perdurables. También el mito funcionó en Stevenson, aunque no de la misma manera, pues si bien en Samoa mejoró su salud, no está claro que mejorase su literatura.

Lo más fascinante de la época de Gauguin es que todavía existía la posibilidad de creer en paraísos perdidos. No ocurría como ahora, que ya no queda una sola esquina de la Tierra sin fotografiar. En algún aspecto, aún estaban en la edad de la inocencia y no habían sido arrojados de todos los paraísos.

 

Y de todos los paraísos hemos sido expulsados salvo del que va conformando la imaginación de cada uno: pero ese edén (que a veces puede ser también un infierno) ha existido siempre, y es invulnerable excepto cuando arde avivado por la locura, y aún en ese caso puede albergar islas inquietantes y de una luz cegadora.

 

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12 de septiembre de 2016
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Carne y sangre

El hombre es el único ser del reino animal que ha abandonado su naturaleza... Decidió no oponerse a sus adversarios sino imitarlos... El depredado se convirtió en depredador, recurriendo al arma, al instrumento, a la prótesis. Se cumplieron dos pasos decisivos que la historia trataría de razonar: la mímesis y la técnica.

El hombre imitó a los animales cazadores, y le añadió a la caza herramientas: la esquirla de sílex, la flecha...

El desequilibrio producido por el primer paso: imitar, entre todos los seres, precisamente aquellos por los que el hombre era con frecuencia matado, es más radical respecto a cualquier otro paso posterior. El sacrificio fue una respuesta a ese trastorno, a esa enorme perturbación dentro de la especie: el intento de dar nuevo equilibrio a un orden que había sido para siempre lesionado y violado... En la cadena alimenticia ciertas especies deben matar a otras. El hombre no interrumpió esa cadena, la expandió.”

Hasta aquí una síntesis de lo que Calasso refiere sobre el sacrificio, se entiende que humano. Los primeros sacrificios fueron de seres humanos, que más tarde serían sustituidos por otros animales. Los animales herían de metáfora sustitutiva del primer sacrificado: el hombre. Según Calasso, el origen del sacrificio de seres humanos buscaría el equilibrio. Si hemos roto esa cadena en la cual éramos cazados, y ahora nos hemos convertido en cazadores, la forma de equilibrar la balanza es sacrificando períodicamente a seres humanos, repartiéndonos su carne, como lo hacen los depredadores, y como una ofrenda por haber violado la ley natural.

Me reservo mi opinión al respecto, si bien añado que con esta teoría del sacrificio no estarían de acuerdo ni Marcel Mauss, ni Bataille, ni Jünger, ni Canetti, ni Girard, pero eso da igual. Calasso tiene su propia seguridad, que está siempre bien meditada y fundamentada, y que no suele decepcionar. Los fragmentos entresacados de El ardor indican que nos hallamos ante un libro lleno de revelaciones, de intuiciones y de inteligencia sobre el pensamiento védico, que floreció en la India hace tres mis años, y que siempre me ha parecido mucho más interesante que las escuelas filosóficas que vinieron después, como por ejemplo el budismo. Se trata además de un libro tremendamente inspirador que recomiendo a los amantes de la materia y de las primeras eras de la cultura moral y filosófica. Merece de verdad la pena.

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22 de agosto de 2016
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¿El capitalismo quedó atrás o quedó delante?

Es sabido que cuando los fondos-buitre se tragan como tiburones (a veces estos entes cambian de especie súbitamente) empresas que se desmoronan, no se ocupan de mejorar los problemas o solucionar las injusticias de las empresas adquiridas: ese no es su destino. Los nobles del siglo XVIII vendían ejércitos enteros a otros nobles. Si se trataba de mercenarios y llevaban meses sin cobrar, o de “esclavos” y llevaban días sin comer, con el nuevo propietario no mejoraba su situación, normalmente empeoraba. Algo muy parecido ocurría con el comercio de esclavos al otro lado del mar. Cambiar de propietario no equivalía a mejorar.

En su ensayo Redefinir el capitalismo, Geoffrey M. Hodgson deja atrás a los economistas del liberalismo clásico, a Marx y a los nuevos economistas incidiendo en la relación directa entre derecho y capitalismo, entre capital y seguridad jurídica. A partir de 1750 cambia el comercio, regulándose mucho más. Dicho con otras palabras: junto a una economía de las finanzas se va generando un derecho mercantil de nuevo cuño, para evitar las mercaderías desalmadas y la inseguridad jurídica ante lo tramposos. De pronto hasta las deudas se pueden comprar, amparadas en una legislación precisa. Las ventas de empresas a los fondos de inversión de ahora, ¿siguen las leyes específicas de los acuerdos de compra y venta o son actos que nos retrotraen a un pasado precapitalista?

Cito a Geoffrey M. Hodgson : Gracias a las ideas de la edad de las Luces sobre la libertad individual y la igualdad jurídica, el capitalismo pudo ver la luz del día. Por lo tanto es justo que no podamos reducir a la esclavitud a los otros, vender esclavos, o convertirnos nosotros mismos en esclavos. Las leyes nos autorizan a todos a utilizar nuestro patrimonio para producir más riqueza. Pero los que tienen como única propiedad su mano de obra están doblemente en desventaja en relación con los propietarios de los activos y los fondos de capital. Justamente porque está prohibida la esclavitud, el individuo no puede servir de garantía a un préstamo, ni desvincularse de su propia mano de obra. Esas son las limitaciones fundamentales implícitas en la definición misma de capitalismo al conjugarse con los principios de libertad e igualdad.

Y cabe añadir a lo dicho por Geoffrey M. Hodgson: no asumir esas limitaciones es convertir el capitalismo en barbarie. Y en eso estamos. Todos los días las noticias hablan solapadamente de ese fenómeno aberrante.

Más de uno dirá que estoy defendiendo el capitalismo, como hubo gente que dijo que estaba defendiendo el liberalismo tras publicar mi artículo ¿Liberalismo o barbarie? Es evidente que tanto en aquel artículo como en éste, lo único que trato de demostrar es que los nuevos financieros, por no ser, ni siquiera son capitalistas e intentan conducirnos a épocas anteriores al capitalismo. Por eso el mundo se está orientalizando y por eso el 0,2 por ciento de la población posee ahora mismo casi todo el capital del planeta.

Bienvenidos a la edad de las mentiras explícitas y las leyes invertidas.

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9 de agosto de 2016
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Adelantarse al tiempo: Caballo Loco

La idea de “adelantarse al tiempo” puede parecer una insensatez.

¿Cómo vas a adelantarte a tu propio ser y a tu propio estar? Sería como partirse en dos.

Para muchos, adelantarse al tiempo sería posible únicamente con la imaginación, y no se trataría de un adelanto real, se trataría de una ficción.

Sin embargo los sioux sí que creían que uno podía adelantarse al tiempo. ¿Con el poder de la imaginación? No, con el poder del deseo.

Y el deseo era para ellos un caballo como el que montaba Caballo Loco.

Dicen que una vez Caballo Loco habló con el Gran Espíritu, y el Gran Espíritu le susurró:

-El tiempo es tan veloz como el viento sobrevolando las praderas, los valles y las montañas. Tienes que cabalgar a lomos del viento y adelantarte al tiempo. ¿Me has entendido?

-Sí, te he entendido -cuentan que le dijo Caballo Loco al Gran Espíritu.

Para el Gran Espíritu adelantarse al tiempo eran tan fácil como respirar. Bastaba con abrir los brazos al deseo.

Pero para desear hay que estar vivo, y muchos están muertos antes de morir. Esos no pueden adelantarse al tiempo, que pasa por encima de ellos sin que se den cuenta, como no se dan cuenta los muertos cuando el aire barre las lápidas de los cementerios.

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1 de agosto de 2016
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Dos cuartetas de Nostradamus que te harán temblar

Ayer, tras ojear los periódicos que rezumaban sangre fresca, estuve revisando las Centurias de Nostradamus y encontré estas dos cuartetas que me dejaron estupefacto:

 

Se harán grandes en Francia los cosechadores de sangre

y a lo largo del hexágono irán mermando las libertades.

Arderá el aire y subirán los votantes más desalmados de Europa

y en España se instaurará por decreto presidencial el Día de la Marmota.

  

Presidirán Inglaterra una mujer férrea y un alcohólico subnormal.

El odio y la venganza afilarán los dientes y las balas en América.

En Turquía la sangre correrá por las calles entre proclamaciones tétricas

y en España reiniciarán entre palabras vanas la Historia de la Eternidad.

 

 

 

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18 de julio de 2016
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El corazón de las tinieblas: cuplé para cantar en masa con Sara Montiel en la explanada de los Cretinos Sonrientes

(Sara es la voz solista y el coro lo forma el pueblo, como debe ser desde la antigua Grecia, y la moderna).

 

SARA:

Dios envió a Hitler

para que destruyese Alemania,

y luego envió a Merkel

para que destruyese Europa,

y luego envió a Cameron

para que destruyese Gran Bretaña.

 

CORO:

¿Y a quién envió Dios, oh Sara,

para convertir España

en la morada de la eterna corrupción?

 

SARA:

Quizá envió a varios, a bastantes,

para que la devastación fuese muy amplia.

Aunque basta con echar una ojeada

a los medios

de comunicación

de masas

para poder localizar

la cueva de Alí Babá

y los cuarenta ladrones

(aunque son algunos más).

 

CORO:

Los pensamientos de Dios

solían ser inescrutables,

y rara vez trasparentes,

pero ahora no.

Sabemos, como tú nos dices,

por qué nos envió a Merkel,

al celeste Cameron

y a la legión de buitres

que asolan toda región

desde las cumbres pirenaicas

al peñón de Gibraltar

(donde al parecer vivieron

los últimos hombres de Neandertal).

 

SARA:

Cierto, en los últimos tiempos

Dios busca la trasparencia.

Se lo agradeceremos siempre.

 

CORO:

Se lo agradeceremos, Sara,

como a ti te lo agradecemos,

oh, matriarca de las matriarcas

que estás sin duda en el cielo

fumando un Montecristo

con Cristo y Terenci Moix.

 

SARA:

Me encanta

vuestro sentido del humor, mancebos,

pero dejadme que siga

con mi narración:

Esto es lo que hay”

-me ha dicho Dios al oído-,

un mundo de ladrones, de necios,

de mandriles

que parecen recién llegados

de la oscura noche de los tiempos.

Preparaos para lo peor,

y no bromeo,

que quien avisa no es traidor,

no lo es, no, no, no”.

 

CORO:

Que quien avisa no es traidor

y donde las dan las toman.

Ja, ja, ja. Jo, jo, jo.

 

SARA:

Y donde las dan las toman

por delante y por detrás,

con amor o sin amor.

Ja, ja, ja. Jo, jo jo.

 

CORO:

Jo, jo jo. Ja, ja ja,

y tras las risas la pena

mientras entonamos todos

la canción de la tristeza

viendo cómo repiten

la misma farsa de siempre

y premian a los más viles

con doblones de oro y plata

que siguen guardando en Ginebra.

Ah, míseros de nosotros, ah, infelices,

¿qué delitos cometimos

pagando nuestros impuestos?

¿Por qué nos sigue castigando

con tanto tesón el cielo

y nos relega al infierno de la indigencia perpetua?

¿Para eso no hay respuesta,

Sara, Sarita, Sara?

 

SARA (Bailando la danza del vientre):

Para eso no la hay

ni la habrá mientras no cambie

lo que tiene que cambiar.

Ya veis que en algunos trances

Dios sigue siendo

el inescrutable.

Ah, el horror, el horror,

decía aquel señor

que conoció el corazón de las tinieblas.

Ji, ja, jo. Ji, ja, jo.

 

CORO (Bailando la danza del vientre a la par que Sara):

Ji, ja, jo. Ji, ja, jo.

Ah, el horror, el horror. 

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5 de julio de 2016
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Las radiaciones del Brexit llegan a España y queman los campos de la izquierda

La ceguera de los analistas políticos es admirable. Esgrimen mil razones sobre por qué el PP ha subido y el PSOE no ha sido superado por Podemos, pero olvidan la única razón por la que los ciudadanos han optado por elevar al PP en detrimento de la izquierda: el Brexit y el miedo a los referendos.

Acerca de los referendos, Podemos prometía tres, y el PSOE promete el federalismo, cuya diferencia con la España de las autonomías es difícil de precisar.

Respecto a Ciudadanos, su desastre ha tenido varias causas. La primera sus alianzas con el PP, la segunda su tibieza con el problema de la violencia de género. Sencillamente ha perdido el voto de la mujer.

En términos de votos, ha vuelto a ganar el bipartidismo. Los viejos partidos estaban mejor colocados ante una posible eventualidad. Jugar con fuego tiene su interés cuando no hay volcanes cerca. Cuando los hay, todo fuego añadido resulta excesivo y se convierte en la peor de las estrategias.

O la izquierda aprende a seguir la ley de la idoneidad, o no llegarán muy lejos. Siempre hay que estar preparados para saber desviar el discurso, con decisión y pericia, cuando cambian las reglas del juego y lo que hasta ese momento resultaba vagamente oportuno se convierte en el signo mismo de la inoportunidad. Tras el Brexit, convenía evitar la palabra referendo, por pura estrategia bélica, y sobre todo el día de las elecciones: no todos lo hicieron. El resultado ya lo sabemos. Ha triunfado el miedo y nadie supo tejer una táctica rápida e ingeniosa contra ese monstruo devastador. Hay que hablar de cada cosa en su momento, ni antes ni después. Por la boca muere el hombre y no sólo el pez.

Para terminar: nada más estallar la bomba inglesa tuve el profundo convencimiento de que el PP iba a subir y de que Podemos ya no iba a superar al PSOE. ¿Ustedes no?

Las encuestas iban bien encaminadas hasta que estalló el Brexit y llegó hasta nosotros su radiación. Una trágica eventualidad le dio más votos a Zapatero, una dramática eventualidad le ha dado ahora más votos a Rajoy.

Y no hay más misterios, señores del jurado. La historia tiende a ser irónica: es su especialidad.

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27 de junio de 2016
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El arte de ganar y la ley de la idoneidad

Uno de los principios básicos de la propaganda según Goebbels es el principio de desfiguración, que consiste en “convertir cualquier anécdota del adversario, por pequeña que sea, en amenaza grave”.

Este principio va estrechamente unido al principio de omisión, que consiste en “acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y silenciar las noticias que favorecen al adversario, con la ayuda de medios afines.”

En España algunos partidos se han dedicado sistemáticamente a convertir pequeñas anécdotas de sus adversarios en amenazas de carácter casi apocalíptico, negándose a afrontar sus propios errores, a menudo descomunales. Y lo han hecho una y otra vez, con una insistencia tan estúpida que termina produciendo efectos indeseados. Cuando repites demasiado la misma sandez, acaba saliéndote el tiro por la culata. De ese principio tan básico se olvido Goebbels, como de otros muchos principios.

Los que se dedican a convertir anécdotas insignificantes del enemigo en amenazas demenciales o bien pierden las batallas o bien obtienen victorias pírricas.

Los famosos principios de Goebbels sólo funcionan de verdad en situaciones de opresión, donde para el opresor vale todo y puede desplegar a sus anchas todas las gamas de la mentira. Goebbels habla de la simplificación, de la desfiguración, de la vulgarización, de la desviación, del atavismo, de la unanimidad, pero se olvida de la idoneidad y de la oportunidad. A veces puede ser oportuna la repetición, pero a veces no, a veces puede ser oportuna la vulgarización, pero a veces no. Todo es tributario de la situación, en ese sentido todo político tendría que ser rigurosamente situacional y oportuno, que no es lo mismo que oportunista.

En lo que respecta a Goebbels, al no ordenar su teoría en torno a las leyes de la oportunidad y la idoneidad, todos sus principios no sirven para nada. Lo estamos viendo con una insistencia cruel.

Los nazis no triunfaron por sus alardes de propaganda rimbombante y kitsch. Los nazis triunfaron porque instauraron, ya desde antes de llegar al poder, el imperio del terror paramilitar y acallaron con sangre y tinieblas todas las bocas que se oponían a su sistema. Así triunfa hasta el más descerebrado.

No es inteligente basarse en ideas recibidas que no llevan a ninguna parte y apestan a miseria. En el teatro político se exige algo más que andar representando el monotema de la propia mezquindad, y es importante no olvidar que la generosidad es uno de los atributos de la inteligencia.

Los que lo basan todo en la omisión y la desfiguración, sólo consiguen desfigurarse a sí mismos, y de paso perder votos. La estrategia del embudo ni siquiera es recomendable cuando crees que todos los que te escuchan son unos obtusos.

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20 de junio de 2016
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