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Escrito por

Jesús Ferrero

Jesús Ferrero nació en 1952 y se licenció en Historia por la Escuela de Estudios Superiores de París. Ha escrito novelas como Bélver Yin (Premio Ciudad de Barcelona), Opium, El efecto Doppler (Premio Internacional de Novela), El último banquete (Premio Azorín), Las trece rosas, Ángeles del abismo, El beso de la sirena negra, La noche se llama Olalla, El hijo de Brian Jones (Premio Fernando Quiñones), Doctor Zibelius (Premio Ciudad de Logroño), Nieve y neón, Radical blonde (Premio Juan March de no novela corta), y Las abismales (Premio café Gijón). También es el autor de los poemarios Río Amarillo y Las noches rojas (Premio Internacional de Poesía Barcarola), y de los ensayos Las experiencias del deseo. Eros y misos (Premio Anagrama) y La posesión de la vida, de reciente aparición. Es asimismo guionista de cine en español y en francés, y firmó con Pedro Almodóvar el guión de Matador. Colabora habitualmente en el periódico El País, en Claves de Razón Práctica y en National Geographic. Su obra ha sido traducida a quince idiomas, incluido el chino.

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La mirada de la posesión

En una de las mejores novelas cortas de Thomas Mann, Tonio Kröger, el protagonista, un escritor que tiende a sentirse en todas partes un extranjero y que ha experimentado con dolor muchas de las miserias derivadas de la desposesión y la posesión (incluida la posesión de un estilo literario), vuelve de adulto a su ciudad natal, que abandonó en la adolescencia, y en ese lugar tan presuntamente vinculado a su identidad acaban conduciéndole a comisaría y acusándole, equivocadamente, de ladrón.

Aquí la ironía de Thomas Mann no tiene precio y siempre me ha parecido un gran hallazgo ese hecho fundamental de la novela. Imaginemos la situación: hace treinta años que no visitas tu lugar natal, finalmente decides regresar como un turista más, y acabas en comisaría acusado de apropiación indebida.

Seguro que a Tonio Kröger lo acusaron porque en algún momento cayó en la debilidad de considerar algo en aquel lugar como propio, y su mirada se convirtió en la de un deseoso, y por derivación en la de un ladrón, según la lógica deductiva de la policía.

Él podía ser inocente, pero su mirada no, quizá porque nunca acaba de perecer inocente la mirada de la posesión.

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28 de marzo de 2016
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La carencia de vicios no agranda la virtud

La carencia de vicios añade muy poco a la virtud, pensaba Antonio Machado. Y tenía razón. A lo largo de mi vida he conocido a ciertas personas sin vicios.

Recuerdo a un individuo que conocí en los confines de China que no bebía, no fumaba, no practicaba el sexo. Su dieta era extremadamente frugal y únicamente bebía un té venenoso que le iba momificando el cuerpo.

Su único alimento era una especie de sémola con una cucharadita de aceite de soja. Su sabor era indeciblemente vomitivo. La antigastronomía elevada a la enésima potencia.

El problema llegaba cuando estabas junto a él: era la imagen más pavorosa que he visto del vacío, y al mismo tiempo su personalidad me parecía una muralla neolítica.

Y no me refiero a esa vacío sustancial y sutilísimo del que hablan los ascetas, ni me refiero a la muralla que algunas almas colocan ante la corrupción y la avaricia.

Me refiero a un vacío sin sustancia, sin aliento, sin respiración. Me refiero a una muralla tras la cual sólo se veían las amplísimas dimensiones de la nada.

Y es normal, a través de las pasiones, positivas y negativas, el cuerpo se pone en movimiento y se revolucionan la cabeza y el corazón.

Y ahora sabemos que también el corazón tiene neuronas, y que a su manera piensa. (Ya lo habían adivinado los griegos, como tantas otras cosas).

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14 de marzo de 2016
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Cinismo, sarcasmo, ironía

Los partidarios de la ironía mordiente deben de sentirse especialmente caninos: perros de dientes finos.

Evidentemente, confunden la ironía con el cinismo y el sarcasmo.

 

El cinismo es una falsa ironía basada en la impudicia y la falsedad, y es hermano gemelo de la hipocresía.

 

Y el sarcasmo es una ironía amarga y mordiente que aspira a humillar.

 

La verdadera ironía no está en los colmillos y, más que los dientes, usa el cerebro, el tacto, la calma, la distancia y los labios.

 

Vivimos en tiempos en los que la ironía está dejando paso al cinismo y al sarcasmo. El resultado es un circo mezquino y desalentador.

 

 

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7 de marzo de 2016
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La novela que nos acompaña desde antes de haber nacido

Y el primer grito me ensordeció. Nunca hubiera creído que mi voz pudiera ser tan alta y durar tanto. Y que todo aquel sufrir se me saliese en gritos por la boca y en criatura por abajo”

La plaza del Diamante -Mercé Rodoreda-

 

Siguiendo el ejemplo de Roland Barthes, suelo hacer muy extensivo el concepto de novela, y lo identifico con el de narración.

Un poema es una narración, por más abstracto que sea, un ensayo, un mensaje telefónico, una carta, una conversación, un anuncio, un cuadro, un dibujo, una película, una obra de teatro, y un grito bien dado y en su momento también puede ser una narración (el grito de Munch, o el de Tarzán, o el primer grito del parto).

Cuando llegas al café y le cuentas a tu amigo un accidente que acabas de presenciar, en la medida en que ya estás argumentando y verbalizando una experiencia, le estás contando una novela, además de una narración.

Es evidente que utilizamos la narración para darle sentido al mundo, y para sostener el sentido mismo del mundo.

La hemos utilizado siempre, al principio en forma de mitos, más tarde en forma de cuentos y novelas.

Puedo crear un teorema, pero cuando lo explico estoy haciendo ya una narración, y el teorema en cuestión se convierte en una novela con planteamiento, nudo y desenlace.

La narración es algo absolutamente inseparable de la condición humana y por eso solo desaparecerá cuando desaparezca el hombre. Lo mismo pienso de la novela.

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29 de febrero de 2016
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Doble fuga de amor y muerte de Jean Legrand

Para encontrar la misma dimensión sensorial que impregna todas las páginas de la Doble fuga hay que acudir a los relatos de Djuna Barnes, Julien Gracq, Violette Leduc o Pierre Michon.

El concepto sensorial hace referencia a la apreciación de la exterioridad a través de la intimidad de los sentidos, y encaja perfectamente con el relato de Legrand, donde la interioridad y la exterioridad forman la misma sustancia indivisa.

El lecho en el que se abordan y desbordan los amantes parece indisolublemente fundido al entorno húmedo, vegetal y lujurioso que lo envuelve, como en las escenas de deseo y horror de El bosque de la noche, donde Djuna Barnes despliega todo el poder selvático y emponzoñado de su prosa salvajemente lírica.

Pero que no se engañe el lector: no nos hallamos ante una narración de fácil lectura, si bien tiene la ventaja de tener sólo cuarenta páginas. Doble fuga de amor y muerte es un relato de una densidad que eleva desde la carnalidad más intensa del deseo, y comienza con la exhaustiva visión de una rosa que reposa en un vaso de agua iluminado por una lámpara cónica. Es la imagen de la rosa de oro de los herméticos, y de hecho Doble fuga es un poema en prosa sobre la alquimia del amor, que convierte el plomo de la existencia en oro ardiente y prístino.

Doble fuga habla de la muerte, pero también del renacimiento y de ese doble de nuestro ser que surge en los momentos más culminantes del amor, cuando nos convertimos en la visión más resplandeciente de nosotros mismos.

 

Doble fuga es una narración aconsejable para los que amen de verdad la novela lírica, discontinua y con una gran carga de abstracción. No en vano se anticipa claramente al nouveau roman. A continuación transcribo algunos aforismos entresacados del libro que me han parecido especialmente hermosos e incisivos:

Toda belleza es una mentira cuando se cree eterna.”

El día danza por la noche.”

El amor es temible.”

La habitación estaba suspendida entre los pinos.”

Nuestros sentidos: pájaros soltados en un océano de maravillas.”

Aquella voz suya tan clara cuando hablaba de la locura.”

En ella tenía lugar la danza del fin del mundo.”

Vencido el pudor, el amor es un don perfecto.”

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22 de febrero de 2016
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¿Quiere usted hacerse asquerosamente rico y a la vez tener un amor platónico de los que duran toda la vida y te redimen de una existencia llena de innumerables bajezas?

Dice el narrador: “Hubo un momento en que todo era posible, y habrá un momento en que nada será posible: entre uno y otro, podemos crear”. Y entre uno y otro momento (la infancia y la vejez) se va a desarrollar la vida y la muerte de los dos protagonistas de Cómo hacerse asquerosamente rico en el Asia emergente: una novela concebida desde la segunda persona (desde el tú o el usted), como La modificación de Michel Butor, como los libros de cocina y como los horóscopos: narraciones todas ellas que se dirigen directamente al lector con el ánimo de instruirle o aconsejarle. Los libros de autoayuda también son narraciones desde la segunda persona, y no en vano el libro de Mohsin Hamid se estructura como un manual de autoayuda irónico, mordaz, y a la vez ajeno al escapismo sentimental y a los consuelos fáciles.

La novela está llena de aciertos: es veloz, penetrante y fluida, y utiliza con una gran sabiduría la discontinuidad, evitando los tiempos muertos y las conexiones obvias y por lo tanto innecesarias. De esa manera cada capítulo tiene vida propia y representa un avatar diferente en la vida del personaje principal. Al decir “avatar” recurro al sentido original de la palabra: el que hace referencia a las fases y vicisitudes por la que pueden pasar las vidas de los hombres y los dioses. Desgraciadamente, la película Avatar ha corrompido para siempre el concepto, de forma que ahora mismo “avatar” ha pasado a designar la proyección virtual de uno mismo.

Como ya demostró en Humo de mariposa y El fundamentalista reticente, Hamid posee una gran capacidad de síntesis y es un virtuoso de la elipsis bien concebida, circunstancia que le da a sus narraciones cierto aire oriental que convive sin problemas y sin escrúpulos con la más recalcitrante modernidad. Y es que cuando uno llega a las últimas páginas, advierte que en realidad Hamid ha construido una brillante e incisiva fábula moral sobre la contradicciones de la vida, sobre la corrupción, sobre la ansiedad, sobre la devastación, sobre el dolor, sobre la descomposición de las ciudades, los estados y las culturas, y finalmente sobre la muerte, vista como la suelen ver los orientales: como el gran despojamiento de todos los fantasmas vinculados a las ficciones del deseo.

La novela es además la historia de una amor exento de posesión y de culpa, que deja en la conciencia del lector un gran poso de humanidad en medio de tanta materia oscura.

 

Dicho de otra manera: esta novela de Hamid no es lo que parece ni lo que su desmedido título promete, y aconsejo vivamente su lectura.

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15 de febrero de 2016
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La ley de la narratividad

Cuando pasa por una buena época, el arrogante vive saturado de sí mismo en la plenitud de su yo, y está totalmente convencido de que eso va a durar. El presente es el tiempo de la arrogancia, y el presente es la eternidad, pero cuidado, es una eternidad muy breve.

Si examinas un poco el sistema moral de los arrogantes, puede que te encuentres con el vacío.

Cuando les oyes hablar, enseguida percibes que se creen especiales. Representan el idiota clásico: el adorador de su presunta peculiaridad, la mayoría de las veces insignificante. Los arrogantes a los que me refiero, que ante todo son idiotas, tienen en muy alta estima su supuesta particularidad.

No piensan en lo que dicen porque los guía la vanidad, pésima consejera. A tal punto no piensan en lo que dicen que ni siquiera cuando rebobinan lo que han dicho caen en la cuenta de que se han pegado un tiro en la pierna.

La arrogancia es coja y ciega. A lo largo de la vida he visto cómo muchos arrogantes se quedaron en la cuneta. Algunos no, porque fueron buenos estrategas y supieron ocultar su arrogancia bajo un manto de humildad. Una humildad podrida e instrumentalizada, diría alguien, la humildad del “bienqueda”: la diplomacia. Sí, de acuerdo, pero la diplomacia es ya una domesticación de la arrogancia.

Resulta grotesco pertenecer a un país empeñado en representar, una y otra vez en la historia, el grado cero de la diplomacia, dejando el campo abierto y abonado para el desarrollo de toda clase de arrogancias, algunas de ellas monstruosas. Resulta desmoralizador.

Desmoralizador y a la vez sorprendente, porque mientras los políticos exhiben actitudes arrogantes, el país sigue funcionando tranquilamente. El vacío de poder no lo detiene. Funciona automáticamente, como en realidad ocurre con todo sistema, a pesar de los pesares y sobre todo a pesar de los arrogantes.

Los vacíos de poder sirven para pensar en la inutilidad del poder, sirven para pensar en la inutilidad de la arrogancia, sirven para pensar en la estupidez

Los vacíos de poder son por eso mismo beneficiosos para la filosofía, esa disciplina tan denostada y cada vez más relegada a los suburbios del saber, y son beneficiosos para el ejercicio de la diplomacia y la humildad. En un sentido más perverso y a la vez más honesto podría decirse que son beneficiosos para el ejercicio de la ironía.

Sean más irónicos los unos con los otros, sean más sabios, señores de la guerra. Nadie les pide en este teatro que salgan a escena con puñales o que se rasguen las vestiduras hasta cuando no viene a cuento. Saben perfectamente que están en un teatro, en plena sociedad del espectáculo, y que la obra tiene que avanzar y no puede quedarse en un punto muerto. Sigan la ley de la narratividad. 

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8 de febrero de 2016
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Tras los guerreros de la tumba del primer emperador chino se hallan los escultores griegos

Ahora lo sabemos finalmente: un grupo de historiadores y antropólogos orientales y occidentales han descubierto que tras los guerreros chinos de la tumba del primer emperador, Qin Shi Huang, se hallan las proporciones griegas, trasladadas directamente a las urbes de las rutas comerciales por Alejandro Magno. Algunas de esas rutas tenían su origen en China, y las novedades que circulaban por ellas podían llegar con cierta velocidad al Imperio del Medio.

Queda desvelado el misterio de por qué los chinos pasaron de una escultura tosca y totémica, como era la estatuaria china en tiempos del primer emperador, a una imagen del hombre habitada por las proporciones clásicas y tremendamente figurativa y realista.

Algunos artistas de la China del Norte captaron pronto el mensaje que habían trasportado hasta extremo oriente los escultores que acompañaban a Alejandro Magno, y lo hicieron suyo de inmediato.

He aquí un buen ejemplo de cómo las culturas son sistemas abiertos además de ser vasos comunicantes.

Asombra pensar que de no haber sido Alejandro un monarca tan abierto, y de no haber llevado a cabo su travesía hasta el Indo, ahora no veríamos esos guerreros tan enigmáticos, tan serios, tan vivos. El helenismo deslizándose en el sepulcro del primer emperador de los chinos. Occidente penetrando estéticamente en Oriente, y no en cualquier sitio: en el sepulcro del Hijo del Cielo. 

Se trata de uno de esos milagros que cuando se producen te reconcilian súbitamente con el género humano.

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1 de febrero de 2016
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David Bowie en la ciudad irreal

La canción que más me gusta de Bowie habla de una casa de locos al otro lado de la ciudad. El mismo Bowie confesó una vez que procedía de una familia de locos. Su hermano, por ejemplo, padecía esquizofrenia. A ese hermano Bowie lo abandonó, como el personaje que interpreta en la película Feliz navidad, Mr. Lawrence, donde un militar británico confiesa haber abandonado a su hermano discapacitado, en circunstancias terribles.

 

 

Feliz navidad, Mr Lawrence es quizá la mejor película de Bowie, que nunca fue un buen actor, quizá porque toda la imaginación y toda la fuerza que ponía en sus interpretaciones escénicas como cantante pop-rock, le abandonaban cuando tenía que interpretar un personaje cinematográfico. Misterios de la naturaleza.

Tenía un ojo de cada calor. Todo empezó la noche en la que uno de sus amigos le dio un puñetazo. Bowie pudo haber perdido la visión, pero tras varias operaciones consiguieron salvar su ojo, si bien la pupila le quedó permanentemente dilatada, haciendo que pareciera de otro color. Bowie se inventó historias mucho más pintorescas para explicar el milagro de su rostro, y en más de una ocasión lo esgrimió como prueba de su naturaleza extraterrestre.

Aunque David Bowie procedía del Swinging London y de finales de los sesenta, como músico llegó a la madurez, a una madurez deslumbrante, a finales de los setenta con la trilogía de Berlín: Low, Heroes y Lodger. En esa época llegué a sumergirme profundamente en su música. Antes de editar Low, Bowie hizo un viaje a Rusia y la recorrió en el Transiberiano. Se notaba aire estepario en sus nuevos discos. Su luz empezó a decaer en los años noventa, en parte porque el mismo David Bowie decidió huir de su propia sombra bajo los cielos de Nueva York y en compañía de una mujer que, según dicen, se parece mucho a la reina de Saba.

 

 

Muerto el héroe y el antihéroe, los que negaban sus últimos discos ahora lo alaban hasta el límite de lo posible. En toda sociedad, la necrofilia siempre ha sido una pasión muy por encima de la tendencia a cantar a los vivos y a la vida. Yo me he limitado a presentarlo como mito, como “relato compartido” por muchas personas que disfrutaron de su música, sus cambios, sus sobresaltos, sus noches a tumba abierta, sus amores de uno y otro signo, y sobre todo de su descubrimiento del verdadero Berlín, más allá de su propia fábula de espías, muros infranqueables y cenizas de la guerra.

En 1987 estuve en Berlín, a los dos lados del telón de acero, en parte por lo atractiva que me parecía la ciudad tras el filtro que le ponían Lou Reed y David Bowie, y en parte porque quería constatar que Berlín era una ciudad real.

Seguramente David Bowie había ido a Berlín por la misma razón. Se trataba de una ciudad que exigía ser constatada, no solo imaginada. Como todas las ciudades apocalípticas y vinculadas a la destrucción, Berlín era pura sustancia mítica. O te acercabas a ella y la tocabas, o te parecía más irreal que Avalón.

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18 de enero de 2016
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Me encontré con Francisco Umbral en un país sin nombre (3) Pactos con el diablo

"Mira, las puertas de las tinieblas se han abierto."

-Fausto, Murnau-

Ayer volví a encontrarme con Francisco Umbral en el país sin nombre. Extraño país en el que había un lago parecido al Ladoga y un mar parecido al mar Negro. Era verano en el país sin nombre. Espléndido y apacible verano. Los robles rumorosos formaban bosques interminables. Nos hallábamos en una especie de embarcadero junto a una playa del lago. Una playa desierta en la que se veían sus pisadas, las de su hijo y las mías. Su hijo llevaba con él una gata que decía palabras en egipcio. A nuestra izquierda, en una pequeña playa de guijarros se estaba bañando un unicornio, y muy cerca de nosotros daba saltos, sobre las maderas del embarcadero, la cabeza de Murnau, la que habían robado meses atrás, la increíble cabeza de Murnau a la que no le hacíamos el más mínimo caso. Mientras contemplábamos el agua estuvimos hablando de pactos con el diablo. Umbral me dijo:

-Como los gángsteres, los políticos suelen pactar con el diablo. Cuando un presidente con buenas intenciones se sienta en la mesa presidencial y revisa papeles que incitan al vómito real y al vómito existencial, ¿qué hace? Mayormente pactar con el diablo. La práctica del poder le obligará a colocarse más allá del bien y del mal, sea de la ideología que sea.

-Sí -le dije yo-. Supongo que es entonces cuando empieza a envejecer de verdad. Para él comienza un extraño viaje por un universo de relativa oscuridad y en torno a él ira creciendo una sombra vinculada a la muerte.

-No lo dudes. Cuando pactas con el diablo prepárate para el estrés. Ante ti se alza una frontera: la del antes y el después del pacto con las tinieblas intrínsecas del poder. La ventaja de llegar al poder es que lo empiezas a ver todo desde arriba. La muerte de los demás se convierte en una cifra. La muerte se convierte en una abstracción, que sin embargo se va apoderando de tus moléculas, por eso los expresidentes suelen parecer muertos vivientes: condición escatológica que nos les impide enriquecerse pasando información privilegiada a las grandes empresas que los eligen como consejeros. Con esas empresas hablan abiertamente, a cambio de cerrar la boca ante la ciudadanía. Ah, si tan solo uno de ellos decidiera traicionar ese procedimiento y confesara todo lo que ha visto y vivido en ese mundo más impuro que la muerte. Haría un gran favor a toda la humanidad. Yo sería capaz de dedicarle un poema épico -confesó Umbral.

-Y yo, pero ese ser admirable aún no ha aparecido entre nosotros, y no es probable que aparezca alguna vez. Tendría que romper un pacto de silencio que se prolonga como una maldición asfixiante y pavorosa a lo largo de la historia. El descreído Canetti creía que era una gran ingenuidad pensar que aquellos en los que depositamos el poder iban a cambiar alguna vez. Se trataba para él de una esperanza vana.

-¿Sólo para él? Lo creía también Lord Acton, aquel historiador católico que decía: Power tends to corrupt, and absolute power corrupts absolutely.

-Siguiendo ese pensamiento, las mayorías absolutas corromperían absolutamente. ¿Y las relativas?

-Corromperían relativamente, pero tendiendo siempre hacia el absoluto como meta final, o como ideal platónico -sentenció el maestro.

De pronto la cabeza de Murnau empezó a dar saltos muy veloces y erráticos. Su hijo la señaló con el dedo y dijo:

-Papá, finalmente entiendo lo que quiere decir la famosa expresión "cabeza loca". ¿Puedo ir a jugar con el unicornio?

-No -contestó su padre-. Son animales muy hermosos pero les gustan demasiado los gatos. Se los comen de un solo bocado.

El niño nos miró con un estupor mortalmente rosado y empezó a cantar una canción que decía:

- 道可道,非常道。名可名,非常名。

無名天地之始;有名萬物之母。

故常無欲,以觀其妙;常有欲,以觀其徼。

此兩者,同出而異名,同謂之玄。

玄之又玄,衆妙之門。  

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11 de enero de 2016
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