El veto del presidente George W. Bush a los presupuestos de inteligencia que le enviaba el Congreso no ha recibido las críticas suficientes. Pues lo que ha querido vetar no eran partidas sino una disposición que prohibía a los agentes estadounidenses utilizar la técnica de "la bañera" (waterboarding), los simulacros de ejecución, los electrochoques, los abusos sexuales y otras formas de tortura -lo que eufemísticamente se llama el "programa de la CIA"- como se ha hecho en Guantánamo, Abu Ghraib, Bagram, y otros centros de detención por el mundo.
The New York Time, en un editorial ayer titulado "Radio Miedo América", criticaba duramente a Bush después de que éste utilizara su mensaje radiofónico de todos los sábados para asegurar que la cláusula que prohíbe a la CIA la tortura de presos "nos quitaría las herramientas más valiosas en la guerra contra el terror: el programa de la CIA para detener e interrogar a líderes y operativos terroristas clave".
La tortura es inadmisible. Pero además, es contraproducente, pues alimenta el odio del que se nutre ese terrorismo fanático. El portavoz de la CIA señaló el domingo que su organización "ni practica ni apoya la tortura" y no tenía objeción alguna que plantear a estas prohibiciones, que, por cierto, violan las convenciones de Ginebra y otras normas internacionales. Su jefe, el director de la CIA, dijo haber prohibido la técnica de la bañera en 2006, pero aseguró no tener claro si era o no legal.
Ni siquiera ha sido útil. Bush ha afirmado que el programa de la CIA "impidió un número de ataques". No está para nada demostrado Al menos es lo que ha declarado el presiente del Comisión del Senado sobre Inteligencia, John Rockefeller IV, que, pese a su acceso a información confidencial, no recuerda haber visto nada que avale esta afirmación presidencial. Es más, esta tortura, para Rockefeller, "no es necesaria y es contraproducente". Pero se sitúa en la estrategia del miedo de la que Bush no se ha bajado desde el 11 de Septiembre de 2001. Cabe recordar que, al menos, John McCain, candidato republicano a la Casa Blanca, está contra la tortura pues el mismo la sufrió como prisionero en Vietnam.
En todo caso, el manual de campo de la CIA ya había suprimido estas técnicas de interrogatorios, según asegura la organización. Pero aún falta transparencia. Hay que exigir, como lo ha hecho The Washington Post, que el Ministerio de Justicia de cuya Oficina de Asesoramiento Legal salieron los memorádums para la Casa Blanca y el Pentágono que consideraban legales esas detenciones (cuyos tristemente famosos vuelos permitieron tantos gobiernos europeos) y torturas se publiquen en su integridad junto al nombre de sus autores y de los que lo pidieron. Algunos ha salido ya, de los tiempos de John Ashcroft como fiscal general. Uno de los autores principales de la Ley Patriótica que dio carta blanca al Gobierno y de estas interpretaciones torticeras del derecho y es John C. Yoo, cuya familia huyó de Vietnam, y que ahora ejerce plácidamente de Catedrático de Derecho en la Universidad de Berkeley. Todos se marcharan sin haber hecho frente a sus responsabilidades.
