Andrés Ortega
En casi todos los países de nuestro entorno, un aumento drástico de la inmigración en un corto espacio de tiempo ha producido el surgimiento de movimientos de extrema derecha que han cosechado éxitos electorales. España parecía un milagro, una excepción, al haber tenido la segunda más alta inmigración del mundo en los últimos cuatro años sin este tipo de consecuencias. Pero era un espejismo. Lo que ha pasado (de momento) es que este discurso antiinmigración se ha centrado en el PP, el gran partido que cubre del centro a la extrema derecha, como en el Reino Unido los conservadores.
La campaña contra la inmigración, pues de eso se trata, lleva tiempo. Y corta a través de todos los partidos. En las municipales Convergencia i Unió hizo buen uso de ello. En esta campaña de las generales es Rajoy el que ha agitado este espectro con propuestas como el Contrato de Inmigración (que, significativamente, ha sido bien acogido por una mayoría de los ciudadanos) y con el "no cabemos". Hablar de "orden y control", como hizo Rajoy en el debate anoche, y vincular la inmigración al orden público abona una semilla peligrosa para la convivencia. Cabe recordar que sin inmigración, ordenada o desordenada, España hoy no funcionaría, ni su economía, ni su sociedad y Estado de bienestar.
Gane o pierda el PP, el daño está hecho. Esta campaña ha despertado algunos de los demonios xenófobos que estaban en una gran parte de la población -votante de un partido u otros- y se quedará para el futuro. Este puede ser uno de los temas centrales de la próxima legislatura, especialmente cuando el aumento del paro, derivado en primer lugar de la crisis del ladrillo, tiende a afectar preferentemente a los inmigrantes.
Como ya hemos dicho en más de una ocasión, la izquierda tiene más problemas que la derecha en este ámbito, en España y en el resto de Europa. Pero si no acaba construyendo un discurso propio y convincente sobre la inmigración acabará perdiendo el poder o no alcanzándolo. Pero tampoco la derecha tiene respuestas válidas para el reto de la inmigración masiva, legal o ilegal. Véase Sarkozy en Francia.
No hay un único modelo para la inmigración en Europa. Algunos observadores extranjeros consideran que España aún no tiene un modelo propio. De hecho que no tiene modelo en absoluto, y que debe empezar a definirlo cuanto antes. En sentido positivo, antes de que se imponga el negativo.