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SILVIA INTXAURRONDO Y EL PEINADO

Por 16 de octubre de 2006 Sin comentarios

Vicente Verdú

A Silvia Intxaurrondo, la cara más original y atractiva de la televisión española, no la peinan bien. Habrá asuntos más importantes que tratar pero no mucho más urgentes.

Está bien que “La Cuatro” trate de ganar audiencia con la seriedad informativa pero en este mismo ámbito, el porte de Silvia Intxaurrodondo es un tema capital. De un lado aparece Iñaki Gabilondo que, no pudiendo ser plenamente elegante, supera la deficiencia con su sobrecarga de prestigio histórico. Pero no es esto todo.

La Intxaurrondo fue hasta ahora mismo una completa desconocida pero ¿quién puede dudar nada más verla que su imagen perdurará, se introducirá en nuestra memoria colectiva, acabará decidiendo en infinidad de casas la sintonía del canal?

Si Gabilondo representa el peso pesado, la Intxaurrondo es la acuidad. Para redondear a Gabilondo se han hecho esfuerzos con su vestuario pero hace falta todavía un armario de mayor imaginación y entidad, algo que denote inmediatamente que el paño de la chaqueta es de primera calidad y que el corte está firmado por un sastre con mundo.

Si la contemplación de Gabilondo remite principalmente a la mente de la noticia, su indumentaria debería rematar la sensación. No se gana credibilidad únicamente por los contenidos sino también por el ambiente. No  basta la ascendencia histórica de Gabilondo para trasmitir la verdad en su grado máximo, es necesario que las ropas, a su vez, muestren el efecto de la lana o del algodón puros.
 
Pero aún asentado este pilar Gabilondo, todavía en fase de construcción, el caso de Intxaurrondo constituye el problema arquitectónico de mayor entidad. Al contrario del presentador, ella va siempre bien vestida y bien maquillada.  Entonada la ropa y el maquillaje de modo que  el aire de su cutis se aviene con el aire del diseño.

Pero ella es elegantísima y denodadamente inteligente. Una pieza de este exquisito valor no puede perjudicarse porque los peluqueros no den pie con bola.  En este sentido fue novedoso el recurso, ya desechado, al efecto mojado que le proporcionó durante unos días una suerte de impensable  tocado. A nadie habíamos visto nunca así puesto que el efecto mojado llevado a su extremo con  Elena Resano pecó de artificioso y repetido.  Esas mechas aparatosamente disparadas parecían descreer del tirón mismo de la Resano cuando ella, con sus ojos y su apostura,  la limpieza de su voz y su bonito aplomo, tenía más que  bastante para captarnos. Nunca la vistieron bien, nunca acertaron con la escala de su cuerpo ni emplearon  demasiado presupuesto ni inventiva.

Pero Silvia Intxaurrondo da enormes facilidades para lograr casi cualquier perfección y las carencias son aún más lamentables. Cierto que posee más piezas dentales que la media pero aún así es, sin vacilación, la número uno  de las presentadoras de informativos, hoy por hoy. ¿Por qué la peinan entonces tan mal? Es tentador apostar por que los peluqueros que la arreglan son de una mediocre escuela o que, inseguros ante el encargo, dan manotazos todavía. Por ejemplo, en estos últimos días la peinan como a Ana Duato en Cuéntame, con una laca tan amazacotada que obliga a retocar en los intervalos que no se la ve. Secuencia tras secuencia,  Intxaurrondo puede aparecer durante un mismo telediario con tres o cuatro rectificaciones del pegajoso pelo. Puede suponerse que los responsables profesionales  sufren más que los espectadores pero, en cuanto el receptor cae en la cuenta del desaguisado, no está claro quién llega a irritarse más. Nadie, nunca, en ningún lugar, desde Rosa María Mateo apareció una profesional de telediario tan importante como la Intxaurrondo de  La Cuatro. ¿La desperdiciarán? ¿Seguirán dañándola con gestos de incompetencia cuando ella, en un despliegue de delicadeza, presta el supremo brillo al tiempo de información y a la cadena, en general? Aunque tanto esplendor, que la dirección aturdida le concede por el momento un protagonismo  racionado.  ¿Temen acaso que acabemos más pendientes de ella que de él? Claro que no deben atorarse con tales mezquindades pero, para terminar, ¿cómo no corresponder generosamente, en tiempo, en coiffure y en sueldo todo lo mucho que la Intxaurrondo regala?

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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