Vicente Verdú
La cara de los peces
nos parte el corazón.
Una insólita mirada
en paralelo
decide que tu cuerpo
se compone
sobre una perspectiva
malvada, aparatosa.
Acaso una formación
creada con esmero
para descomponerse
siempre
por autodestrucción.
Entre los peces
no rige este cantar.
Su morfología
los prepara con suavidad,
previamente,
para ser embalsamados.
Y sólo persisten
vivos
anunciando
su partición.
De este modo
nos parten
por reflejo
de su innato cuchillo
el bulto
del corazón.