Vicente Verdú
Líquidos hermenegildos
inundaron
las acequias amorosas.
Estos caudales
extraños e inaudibles
determinaron
un regadío franco
y ensordecedor.
No se escuchaba nada
Y, sin embargo,
la potencia de sus ondas
conclusas
ahuyentaron
pájaros erguidos.
Difundieron, además,
el tamaño del terror.
El pánico de morir
con su venenos
y acentuaron,
de manera insoportable,
la definitiva perdición.