Vicente Verdú
De iconoclastas
estaba formado el recinto
Todos fumaban.
sin cesar
de una pupila equilibrada
que los encendía
sin quemarse accidentalmentee.
Era ella una mujer con el cuello musculado
y el jersey gris, también como de gurmete
que terminaba de desembarcar.
Bebían champañ rosa, muy
cejijunto para la acasión
u alumbrados por velas poco inteligentes
entre un ambiente sin música
en una escena muy lenta
o incluso paralizada de extraños menús
inoportunos para la nocturnidad.
Ella se diría que probaba la bebida
en sorbos estereotipados, demasiado femeninos,
y en cantidades inapropiadas para la capacidad
de la copa rodeada de cristal.
Ni parecían entenderse ni ser grandes cómplices
eróticos.
Compartían el tiempo como una agradable ración nocturna
pero tampoco venían a gozarlo como
amantes dichosos. Mejor como bienavenidos.
0 acaso eso deseaba creer
ante la atracción de su cuello marino
Puesto que prefería un intercambio de amor
sin cierre exclusivo.
Todo ello sin más indicio que el canalé de su jersey
Y el sorbo breve de un chanpañ
que la complacía menos
de lo que podría indicar la selección
del color.
Relación pausada entre ambos
que yo trataba de ver
como una película procesional
Una escena posterior de habitación
sin película habitacional
Una habitación de hotel
de la que me era difícil imaginar los desnudos,
el aroma o el sonido del agua, el color de las sábanas,
El brillo de la tapicería sin demasiada calidad.
como acción desengañada del recinto.
Entre la simultánea absorción del champañ
descolorido y el menú del amor
preparado en el local.