Vicente Verdú
Dice Caballero Bonald,
nuestro maestro en gemas,
que los versos, a esta edad provecta,
no se escriben sino que "se sueltan".
No los suelta uno siquiera esforzadamente
ni tampoco escrupulosamente
sino que se desprenden como piedras o golosinas
del organismo en función.
Se descuelgan del artefacto corporal y el de la mente que ya
son ahora una unidad indisoluble. .
De ese concierto, emana un idea de por sí enjoyada, o extraña,
Sin necesidad de haber preparado su orfebrería ni su
Complejidad.
De la experiencia de la carne o de los vapores el alma
sale a la luz la creación sin esfuerzo, la supuración
sin voluntad de hacer mejor o peor.
¿De dónde viene pues la inspiración? De la magia ilocalizable
o del mismo pulmón, fácil de escanear y también medicar.
La unidad del ser anciano es la hipóstasis perfecta
que, al cabo,
al ser humano con su documentación
total.
El sentido pleno de su o unificación para la muerte.
Ni las fuerzas físicas hasta entonces consideradas
Un patrimonio segregado ni las morales, otro paquete, de
distinta condición van por su cuenta.
Ni el amor ni la pasión se escinden
Ni la fatiga o el impulso son, a los ojos de la edad provecta,
modelos radicalmente apartados entre sí.
Todo se funde entonces en un blando baluarte
de dulce resistencia a la muerte
Y mientras se vive apaisado
se exhala un aliento donde no hay productos
de ultramarinos,
todos nadan en el rumor del sexo, en el brillo perdido
del músculo
o en el lacrimeo, de agua o plata que
"se suelta" del corazón.