Vicente Verdú
Es posible que una buena voz corresponda a una persona necia pero es difícil que una mala voz pertenezca a un ser inteligente. ¿Se correlaciona por tanto la inteligencia y la voz?
Algo impreciso hace intuir que la inteligencia actúa sobre la voz para trasmitirle claridad, interés, adecuación o perfeccionamiento. El tonto, por su parte, descuida forzosamente la voz y la convierte en un artefacto suelto sobre el que no muestra ejercer ningún dominio.
Parecen, en cualquier caso, más profundos o perspicaces los dueños de una voz que ahonda o cuya pertinencia física es evidente.
Después, se da el caso de aquellas voces que se imponen sin resistencia posible en las tertulias. Los depositarios de esas voces extraordinarias acaban imperando por más razones que sus cuerdas vocales pero necesariamente reinan por su admirable calidad sonora.
Nos complace mucho escuchar a alguien cuya preciosa voz se ajusta a un valioso contenido pero siendo el contenido muy importante la desgraciada disonancia de su timbre nos perturba y nos ahuyenta.
Es cruel decirlo pero la voz ajusticia.