Jean-François Fogel
Es una enfermedad vinculada con mi oficio: visito en Internet los sitios de autores, casas editoriales, sociedad de amigos de escritores y otra capillas electrónicas dedicadas a la literatura. Soy capaz de adivinar cuándo se trata de un trabajo artesanal hecho por un amigo que dice que sabe algo de informática (y no voy a insultar a nadie con un ejemplo) y cuándo hay una inversión de verdad por parte del editor.
Basta visitar el sitio americano del escritor japonés Haruki Murakami, construido con el implacable orden de una caja de almuerzo en el imperio del sol naciente, para entender que los gatos que van caminando en la pantalla no se consiguen sin un hondo conocimiento de la tecnología Flash. El sitio de J.K. Rowling, la autora de la exitosa historia de Harry Potter, pertenece a la misma categoría: inversión fuerte y trabajo de profesionales. Es un sitio que no se visita, todo el contrario: invade la pantalla del visitante y despliega una serie de objetos que conforman el universo de la novela.
Merece un estudio, sí, sí, insisto, merece un estudio pues nos encontramos en el mundo que más ha hecho por la lectura en los últimos años. La señora Rowling desmiente todas las afirmaciones sobre la ruptura entre las nuevas generaciones y la lectura. Los jóvenes leen libros, lo que pasa es que no quieren libros aburridos.
El sitio de Rowling/Potter tiene dos pisos. El de abajo, por donde se entra, es un tremendo desorden. Peor que la habitación de un joven adolescente. Pero en su falta de organización explica el lío de la vida en equilibrio entre el presente y el pasado: por una parte, hay un disquete de computadora (u ordenador), de estos disquetes que ya desaparecieron, muertos a causa de los CD en el darwinismo de las especies informáticas. También hay un teclado; pero, por otra parte, hay un sacapuntas, una goma y varios cuadernos.
Si miramos a lo que lleva vida, hay una mariposa, otro insecto (un bicho redondo imposible de identificar) y la pantalla de un teléfono celular. No hay que olvidar los sonidos del sitio: canto de las aves, ladrido de un perro, ruido de un carro. El ruido continuo del viento añade el toque de misterio o de terror que contribuye a recrear la atmósfera de la obra. Hay que esperar varios minutos (no lo digo de broma, no he mirado mi reloj) quizás seis o siete para que pase algo: se mueve un objeto y se escuchan otros sonidos que no voy a describir: hay que recompensar la paciencia.
Claro que los objetos sirven de enlaces para desplazarse en el sitio y sobre todo subir a las habitaciones del segundo piso. Entre varias opciones hay un diario The Daily News que cuenta, para niños y adolescentes, la vida de la autora y sobre todo de su obra. Un título único: Las últimas noticias sobre el libro 7 (el sitio viene en varios idiomas incluyendo el castellano). De manera sorprendente, la última noticia confirma el despliegue inicial. Escribe la Sra. Rowling al contar su viaje a Nueva York en el mes de agosto: “la vuelta de Nueva York resultó especialmente interesante por las nuevas medidas de seguridad establecidas por las líneas aéreas… me negué en redondo a separarme del manuscrito del libro siete (gran parte del cual está escrito a mano y no tenía copia).
No sé por qué me provoca una gran alegría descubrir que el libro que más impacto comercial tiene en nuestra época no pertenece todavía por completo al mundo digital y está tan amenazado como una hoja cerca de una llama o de la papelera que puede utilizar un ser distraído. El sitio de Rowling es un gran trabajo de profesional pero el manuscrito de su séptimo libro, que tantos lectores esperan, es una cosa que pertenece todavía al oficio de escribir. El dinero no puede con todo. Hay cosas que se hacen a mano.