Vicente Verdú
Gloria para la masiva abstención en el referéndum andaluz. Gloria por la abstención masiva producida tanto por la indiferencia de los ciudadanos ante un asunto que se guisan y comen sólo los líderes políticos y gloria por el trascendental pavor de estos que sin electores mueren.
Probablemente los electores españoles han aprendido el deletéreo valor de su dulce poder. Toda la historia escuchando enfatizar el edificante valor del voto y ni una palabra sobre su decisiva energía de demolición.
Ahora los políticos temen al votante no porque les muestre su desdén sino porque les abra directamente la fosa.
En tanto persistía el juego del sí y el no, el malabarismo político mantenía el espectáculo con espectadores, pero si el juego espectacular decae o amenaza con detenerse ¿de qué dinámica vivirá el poder convencional?
Los políticos -nacionalistas en este caso- han visto como olímpicamente se les retiraba el pan y la sal. Hasta en la Cataluña, nación incuestionable, la abstención disolvió más de la mitad de su proclamada fundamentación eterna.
La abstención como el absentismo laboral, la baja escolar o la baja militar, son las grandes termitas de la institución. Su mayor enemigo porque nace del mismo aliento pero mefítico, del mismo organismo pero a través de su vómito.
La abstención es la náusea de la política. La angustiosa presencia del político, incompetente, falaz, graso de mente, obeso de vaciedad. Y no se diga ya del político nacionalista que ahoga la razón en la fogata de campamento, trastabilla la libertad con el folclore y emborrona la idea con el destino, la patria y su caciquismo salvador.
Bienvenida sea la gloriosa abstención andaluza superior al 63%. Cualquier representante íntegro abandonaría el cargo por falta de encargo nacional. Que mantengan sus puestos los revela como parásitos de la docilidad, la sumisión o la buena fe. Maldecidos y beneficiados por la indiferencia. Fantasmas burlones del sentido y la dignidad.