Vicente Verdú
“Los grupos que integran un Estado viven juntos para algo; son una comunidad de propósitos, de anhelos, de grandes utilidades. No conviven para estar juntos, sino para hacer juntos algo”. Este párrafo de Ortega y Gasset al comienzo de su España invertebrada (nunca mejor dicho para la actualidad) viene como anillo al dedo para pensar la oportunidad de unirse con los portugueses. He aquí una propuesta para hacer juntos algo y superior.
Puede que a casi una tercera parte de los portugueses, de acuerdo al sondeo del semanrio Sol les parezca una buena opción el proyecto de unión con España pero a los españoles les parece todavía mejor y en número notablemente más elevado. Además de los indiscutibles provechos económicos, se crearía una comunidad cultural de interés incomparablemente superior y con una relevancia inédita en su proyección latinoamericana.
Pero, por si faltara algo, España y Portugal constituyen por sus parecidos, por sus virtudes y sus deficiencias, dos identidades que interaccionan potenciando su singularidad respecto al resto de Europa.
Nada tiene que ver esto con el llamado “hecho diferencial” que se define por su voluntad excluyente. Por el contrario, tiene relación con el hecho de que ni España ni Portugal tienen mucho que ofrecer al mundo de la ciencia o la tecnología internacional, tampoco demasiado al mundo de la creación cuando el arte es ya international art y la música world music. Finalmente, tanto uno como otro no habrán de superar nunca su modesta influencia en Occidente desde estos márgenes geopolíticos.
Ambas naciones, sin embargo, poseen por su calidad y forma de vida, por el temperamento de sus gentes y el estado actual de su naturaleza y sus pueblos, una oferta de primerísima clase. First quality es la oferta que brinda sol, slow cities, slow foods, facilidad de contactos personales, atención individualizada, zonas vírgenes, decenas de miles de kilómetros de costas, gastronomía de buenas materias primas y cocina excepcional, etcétera. Tópicos de la Spain is different que reflotan reciclados como la mejor base de nuestro marketing hispanoportugués. Atender este reducto natural y humano, preservarlo para disfrute de propios y extraños, clientes y usuarios de otras zonas menos favorecidas en estos aspectos, no debe parecer regresivo. Mucho menos anacrónico. Resulta ser lo más actual que cabe imaginar.
España se encuentra espontáneamente incluida en el progreso europeo, occidental y global. Para esto no hacen falta demasiadas cavilaciones, basta con invertir un porcentaje superior cada año en el I+D+I y todo lo sabido. Lo excepcional y casi exclusivo es nuestro modelo de vida que todavía pervive a pesar de los contagios sin tino, los mimetismos superficiales y el curso del capitalismo especulador en general. La ventaja precisamente consiste en que no siendo España un país atrasado sino la novena potencia del mundo ha preservado en grandes proporciones los hábitos y modos de vida que ahora, de Canadá a Polonia se reivindican como anhelos de convivencia, sea en el urbanismo como en la psicosociología, en la política ciudadana como en los proyectos de integración cultural.
Paradójicamente el patrimonio español y portugués procede ser demasiado meridionales respecto a Europa, demasiado familiares respecto a la familia mecano, demasiado vecinos respecto al hiperindividualismo metropolitano. Pero también incomparablemente más ecológicos y ecologistas, no a fuerza de pugnar por la defensa del entorno sino gracias a que el entorno todavía no ha sido tan invadido –pese al amurallamiento y la especulación costera- como en zonas donde explotó la revolución industrial. Tanto España como Portugal pasaron por la etapa de la industrialización sin poseer, por ejemplo, una marca de coche propia (excepción de la efímera y simbólica Pegaso) y, consecuentemente, a pesar de las barrabasadas de la siderurgia o la petroquímica, no resultó tan fuerte y profunda la herida ambiental.
España y Portugal, la “Portuespaña” que nacería de esta aglomeración que colocaría al conjunto con una población semejante a la francesa o a la italiana, pesaría más, contaría más en Europa. Y en Portuespaña podría ensayarse, con mejores condiciones que en cualquier otra parte, el programa de progreso y convivencia decididamente acorde con las reclamaciones de un porvenir más humano. Esto sí sería emprender algo juntos y juntarnos ilusionados para conquistar algo.