
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
"El más pequeño acto de creación espontánea constituye un mundo más complejo y mucho más revelador que cualquier sistema metafísico". La sentencia es de Artaud y la airea "La Casa Encendida" para anunciar una llamativa exposición sobre este dramaturgo francés. En realidad la frase induce a huir. Es una mala frase que pregona la mediocridad de su autor. Una malísima frase que ni avanza y retrocede, ni lleva, con consecuencia de su inanidad, a lugar alguno. Más todavía, es tan huera que se ahogan en su misma farsa. La "creación espontánea" ¿qué significa sino una tonta redundancia cubierta de oropel? Y "revelador" y "metafísico" ¿qué denotan sino que la impotencia del autor para dar cuenta de lo que se le ocurre, demuestra que no se le ocurre en verdad nada? Una vacuidad se suma a una solemnidad reproduciendo la fórmula más socorrida de decir en voz alta lo que no tiene peso o de proclamar con énfasis a los cuatro vientos aquello que carece de todo o es un decir por decir, sin ton ni son. Casi la mayor parte de lo grandilocuencia se utiliza para encubrir una declaración sin nada: sin grandeza, sin elocuencia y sin magra. El señor Rodríguez Zapatero es un insufrible y repetido ejemplo de este mal, tan pesado como la vaciedad de la vaciedad. ¿Carencia de inteligencia? ¿Ausencia de ideas? El incontable aburrimiento que despiden sus discursos y pronunciamientos hace entender que lo auténticamente pesado no viene de lo más espeso sino del inclemente vacío. El vacío en la mente sin idea, en el conocimiento sin, en la bovina expresión sin el menor acicate de sorpresa.