Vicente Verdú
¿Qué distingue al triunfador del que, siendo tanto o más valioso en la misma profesión, no logra ni siquiera aproximadamente la resonancia del aquél?
Un libro, The tipping point, sigue vendiéndose dentro y fuera de Estados Unidos (dentro, especialmente) porque millones de personas quisieran apresar esa molécula de oro que decide el éxito después de haberse esforzado en el trabajo, haber sido ciudadanos ejemplares y haber rezado fervorosamente a Dios.
El punto que hace explotar una melodía, un libro o una película, reside en algún secreto lugar del público pero ¿cómo acertar con él? ¿Es el público un organismo y requiere ser explorado como el cuerpo humano, el cerebro de los mamíferos o el emplazamiento del punto G? No cabe duda. Pero acaso una confabulación general mantiene el mito de que ese punto que impulsa al superéxito es tan incognoscible como los antiguos secretos del universo.
El libro de Malcolm Gladwell abunda aún más en esta mitología que mantiene, sobre la racionalidad de todas las cosas, el culto y la admiración por lo irracional. Pero ¿debe dejarse al albur un fenómeno del que se deducen tan ricas, suculentas y trascendentes consecuencias? El boom de un candidato o una candidata política, el boom de unas zapatillas, el boom de una marca de arroz, ¿puede dejarse sin una extenuante investigación las fuerzas que concurren en la Gran Sorpresa? ¿Desaparecería la magia y con ella el fenómeno mágico? Mantener a oscuras las razones del boom conserva la facultad del boom, de la misma forma que todo pronóstico de la sorpresa aniquila el asombro. Pero ¿cómo no sospechar que alguien, algo, Algo, conoce la clave de Harry Potter, de Hush Puppies o de Rollings Stones?