Vicente Verdú
¿Cómo tratar al tonto? El tonto no se deja tratar.
Mientras la inteligencia puede aliarse con el enemigo y no es raro que juntos consigan vencernos en el lance, el tonto se defiende con pleno rigor. Indemne.
Siendo la estupidez un estado compacto opera como un baluarte de imposible conquista. El tonto se expone a la descalificación pero se opone ferozmente al desmontaje. Compone una unidad entera y enteca, una entidad que ocupa espacio propio y, a causa de su indisolubilidad, raramente se mezcla con otras composiciones, sin importar incluso lo tontas que fueran estas.
El tonto establece una naturaleza que, a la fuerza, se hará temer porque incluso en el supuesto de que se le rechace, no se desarticula y ataca. Aunque en un examen se le suspenda nunca se corrige, aunque se le condene nunca se inculpa.
Lo tonto nos puede en toda su amplia acepción. Nos derrota mediante un poder que no permite flaquezas por lado alguno.
Mazacote, absoluto, poseído de sí, no hay quien logre arrancar alguna de sus placas. La muerte tan sólo logra partirlo en dos mitades iguales, una idéntica a la otra, enfrentadas como semicráneos de un todo fractal en cuyo diseño la tontería se afianza y eterniza.