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A la caza de la primera página

Por 12 de febrero de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Por una cruel casualidad, la primera novela escrita por los hermanos Goncourt debía aparecer a la venta el mismo día en que tuvo lugar el golpe de estado de diciembre de 1851. Cuentan en sus Diarios la desesperación con la que ambos corrían jadeantes por las calles buscando en los muros el anuncio del editor con la noticia de su novela. Pero todos los muros de París estaban empapelados con los edictos del directorio y los panfletos y arengas del nuevo régimen. Volvieron a casa vencidos, derrotados, maldiciendo la revolución. Ese día, hundidos y desesperados, juraron odio eterno a Napoleón III.

Los Goncourt, gente irónica y de muy notable inteligencia, eran conscientes de su vanidad, de su frivolidad adolescente, de la profunda estupidez que delata dar mayor importancia a un éxito personal efímero que a una convulsión social que iba a transformar la vida de Francia durante décadas. En sus Diarios, los Goncourt se burlan de sí mismos.

No creo que los actuales jefes de partido, de gobierno, de gabinete, tengan esa ironía. Me los imagino cada mañana lanzándose como frenéticos hermanos Goncourt al recorrido histérico de la prensa en busca de su miserable triunfo cotidiano y desesperados porque los periódicos traen la foto de De Juana Chaos, de una explosión en algún barrio de Barcelona, de una matanza en Bagdad, o las declaraciones de un botarate que quiere legalizar la coprofagia. Y luego, abatidos, derrotados, entregando el dossier al jefe y jurando odio eterno a quien les disputa la primera página.

Me los imagino como adolescentes insensibles a todo lo que no sea el iris de su burbuja narcisista. Me los imagino perfectamente ajenos a lo que está malbaratando nuestras vidas y la de centenares de miles de personas a las que sus triunfos personales nos traen sin cuidado y en cambio observamos horrorizados la decrepitud de una democracia que no tiene ni medio siglo de vida.
Y me los imagino incapaces de entender que a todos los demás nos dan náuseas sus carteles, cuando finalmente aparecen.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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