Vicente Verdú
El Museo de Arte Contemporáneo Hamburger Bahnof y el Museo de Historia Médica de la Charité de Berlín, a cuatrocientos metros de distancia, muestran hasta el 5 de agosto la exposición Schmerz (Dolor). No es la primera vez, ni mucho menos, que se montan exposiciones temáticas basadas en una emoción. Lo sobresaliente viene a ser que todas ellas, sean referidas a la pasión religiosa, el amor o la melancolía, producen su encantación estética gracias a su dosis de dolor en cuanto potencia absoluta.
El dolor es el monarca de las emociones. El rey absoluto. Dentro del dolor se funden todos los demás sentimientos, incluido el amor o la dicha, puesto que la felicidad llega a doler para brillar extraordinariamente.
El dolor es así la medida de todas las composiciones sentimentales y el dolor insoportable la pasarela para que lo humano se trascienda.
Una exposición sobre el dolor posee además la materia esencial de la estética. Lo bello crea laceraciones a través del imperceptible veneno que resbala sobre la superficie de la belleza y cala en los sentidos hasta el aliento. El corazón clama en el feroz estallido del dolor y en el ataque de lo bello cegado en ambos casos por la maldición de su luz. Su material luciferino.