Jean-François Fogel
Mark Kurlansky es, en el mundo hispanohablante, el autor de una biografía del bacalao (editorial Península). La traducción al castellano de su “biografía del pez que cambió el mundo” no tiene el sabor que promete su título. Y para decirlo de manera clara, tampoco me convencieron otros libros de Kurlansky que se quedaron en el idioma inglés: uno sobre la sal (Salt), otro sobre el país vasco (The Basque History of the World). Kurlansky es también en autor de una especie de meditación/compilación sobre el año 1968 (traducida por Destino). La verdad es que Kurlansky es un autor que sabe elegir temas, pero me decepcionó siempre hasta leer The White Man in the Tree (el hombre blanco en el árbol).
Si un editor lee este blog, lo mejor sería ponerse en contacto con el agente de Kurlansky para comprar los derechos de este libro. No es un libro, es el Caribe. El olor, la humedad, la tristeza detrás de la alegría del Caribe. Es un retrato íntimo, implacable, sin cariño pero con un nivel de precisión insuperable en la observación de los comportamientos. Se establece como el autor más sabio si hablamos del Caribe. Está muy por encima de Patrick Leigh Fermor o del propio Graham Greene, que escribieron libros desde el punto de vista de los blancos. Aunque no puede competir con el arte de Derek Walcott, Jean Rhys o V.S. Naipaul, los genios de los “West Indies” como dicen los anglosajones.
Kurlansky no es un genio. Se acuerda de su trabajo de periodista, que fue durante años corresponsal del Chicago Tribune en el Caribe y, en el momento de escribir ficción, trabaja a la manera de un artesano de los hechos.
Cuenta cómo es el Caribe y es cómo él lo cuenta en sus cuentos. Haití, Belice, Guyana francesa, Puerto Rico, Curaçao: no importa el lugar, Kurlansky tiene la capacidad de ubicarse entre blancos, negros y mulatos, a medio camino de las islas y de Nueva York, en una atmósfera de promiscuidad sexual, de comidas con pollo, arroz y plátanos, de sumisión al rumbo del deseo y de voluntad para respetar a las creencias cuya combinación es el fondo de la cultura diaria en esta parte del mundo. Hace tiempo que no leía un libro tan realista que tiene al final un glosario del vocabulario gastronómico, religioso y económico donde se mueven los personajes.
Lo mejor del libro es una destrucción total, sin remedios, de lo que puede ser la acción humanitaria en esta parte del mundo. Lo que se describe es más bien la confusión (financiera, cultural, sexual) que acompaña la actividad de un humano venido de fuera y que no se quedará en las islas, donde todos pasan sin que nadie nunca se quede.
Lo que más me gustó es el sabroso cuento de las consecuencias de una tormenta que quita todas las hojas de los árboles en una isla. Pone al desnudo los amores de los habitantes y rompe la vida de muchos de ellos, no por las consecuencias económicas sino por la revelación de las redes de amores.
El Caribe es inalcanzable y muy pocas veces se deja ver. Kurlansky ofrece una gran oportunidad.