Vicente Verdú
El sector de las motocicletas se queja de no recibir las mismas ayudas que la industria del automóvil cuando el descenso de sus ventas el mes pasado rondó el 45% más o menos lo mismo que los coches. ¿Por qué esta discriminación? La razón política atribuye al sector automovilístico español no sólo los 400.000 empleos que mantiene sino los muchos otros correspondientes a las numerosos proveedores, empezando por los trabajadores de la siderurgia.
Sin embargo palabras como carbón o acero, siderurgia y producción de coches, forman parte de un glosario que remite a una etapa anterior. El acero y el motor de explosión son elementos del Manifiesto Futurista de Filippo Tommas Marinettti publicado en el periódico Le Figaro nada menos que en 1909. Marinetti nacido en Egipto en 1876 y muerto en Italia en 1944 fue, como todos los del famoso Manifiesto un apasionado de la velocidad y la expansión del maquinismo, símbolo de los primeros años esperanzados del siglo XX y cuyos júbilos se carbonizaron no sólo con el estallido de la Gran Guerra sino con el desencadenamiento del nazismo, hijo del fascismo donde él militaba y la tragedia de la Segunda Guerra Mundial. Nada que ver en este aspecto con la motocicleta que pese a su fama heroica no logró nunca una calificación tan alta en el imaginario colectivo en parte porque nació como bicicleta motorizada y en parte, qué duda cabe, porque el automóvil reproduce a la carroza y con ella una enseña de poder que efectivamente se ha plasmado tanto en los conductores como ahora en las peticiones inmediatamente atendidas de las factorías.