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Mikel Laboa

Por 4 de diciembre de 2008 Sin comentarios

Javier Rioyo

Murió hace dos días. Los que conocen la música del País Vasco saben que es tan grande, tan importante, tan renovador, tan patriarca y esencial como para la música anglosajona lo es Bob Dylan. Mikel Laboa, que cantó con Dylan hace pocos años, se ha muerto cuando estaba artísticamente mejor que la mayoría de los de su oficio. De su oficio de cantante, de compositor, de músico, porque Laboa también era psiquiatra, un gran psiquiatra infantil. Un gran tipo. Un artista que no se merecen los miserables que han matado a un hombre, a un empresario tranquilo, de Azpeitia. Una parte de la sociedad, del pueblo de Laboa, está enferma. Quiero pensar que son pocos, pero desde luego están locos. No quiero compartir con ellos ni una música, ni una letra de Laboa. Me pongo su música, leo sus letras, creo que entiendo mucho mejor el sentimiento profundo de un pueblo que es otra cosa que muerte y fanatismo. No podrán con el cantante que sabe cantar el pasado doliente de esa tierra, y que también ha sabido cantar lo mejor del mundo euskaldun de hoy, no podrán hacernos creer que tengan algo que ver con ese hombre poético, culto, sentimental, lleno de humor y de experimento, lleno de verdad que se llama Mikel Laboa.
 
Los que quieren saber que en el País Vasco hay gentes que son capaces de hacer, de cantar y de decir lo que Laboa supo hacer en una vida tan rica, tan suya y de los que le seguimos.
 
No podía con aquellos verdugos de su pueblo que querían disfrazarse de víctimas. Los asesinos, los injustos, los canallas no tienen quién les cante. Al menos no tienen a su lado artistas como Laboa. Era un humanista que no estaba dispuesto a que siguiera aquello que denunciaba Brecht: "con paso firme se pasea hoy la injusticia". No podemos seguir paseando al lado de la injusticia y mirar para otro lado.
 
Escucharé a Laboa y pensaré que el mundo puede ser distinto. Mejor.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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