Vicente Verdú
Si se quiere, la melancolía puede dar mucho de sí pero también, tras haberla probado varias veces, parece infantil balancearse en ella.
Los hechos son y se ajustan uno a otro construyendo severamente la vida. Uno a uno parecen tan pesados o ligeros, tan singulares en sí mismos, que el tiempo tiende a sintetizarse dentro de sus términos y, por si faltaba poco, se empina a menudo sobre ellos para otear como un arúspice el pasado y el porvenir.
La estructura completa de una existencia desdice, sin embargo, la supuesta magia del fragmento que, a diferencia de lo que se cree y se siente en su apogeo, no posee en absoluto el código de lo fractal. Siendo lo fractal aquella composición cuya forma superior procede de la reunión de hijuelas inferiores con su misma morfología.
Con frecuencia, ciertos tramos de vida intensa componen un argumento integrado pero una vez finaliza esta trama, por tupida que fuera, se vuelve a empezar. Se inaugura espontáneamente –como hacen las células madre- un periodo con personajes diferentes, unos venidos de lejos y otros llegados del propio interior que surgen con los caracteres alterados. Hijos estos del mismo cuerpo pero no de la misma circunstancia climática y sentimental.
A diferencia pues de la doxia que atribuye el genio y figura hasta la sepultura, la experiencia más actualizada enseña que es cada vez más corriente ensayar avatares diferentes, otros nicknames y comportamientos que desdicen o corrigen el patrón anterior.
A través de tal sortilegio, al alcance de todos los públicos, la línea de la vida pasa de ser recta a trazar un bucle o desplegar un dibujo que sólo al final halla su improbable sentido. El sentido proviene así, en todo caso, desde el destino y no se marca el destino para conceder sentido a vivir.
Hoy he descubierto a otra canaria de voz inolvidable también que, sin embargo, ya conocía todo el mundo. Rosana expresa en una canción de amor no ya el intenso y hasta obvio deseo de vivir con la persona querida sino el de morir con ella.
Morir con el amado o la amada representa al amor en su colofón.
Es fácil vivir con uno o varios seres queridos, a la vez o sucesivamente. Resulta común compartir fragmentos de vida aquí y allá, con uno u otro corazón. Pero sólo con alguien único se muere puesto que la muerte no dispone de segunda edición.
La muerte viene a ser, en suma, el único fractal de la biografía.
Cada elemento del edificio acoge el mismo diseño conceptual que la formación entera. La muerte, en toda la vida, siempre nos está matando.