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LA REMOVIDA

Por 19 de enero de 2007 Sin comentarios

Javier Rioyo

Cuando pasó aquello me pilló de mudanza. Esa tendencia al desacierto. No seguir los consejos, aunque sean buenos. Así “la movida” llegó cuando yo estaba en otra parte. Quiero decir en otra parte mental. Porque tengo que reconocer que fui vocero, altavoz y colaboracionista. También tengo otros pecados pero no me confieso. Lo que no me exculpa de haber sido convicto, de haber participado en lo que se llamó la movida. Pero nadie podrá decir que comulgué. También para aquello me faltaba fe.

Es un problema haber visto- y oído- algunas cosas de cerca. Saber te mata. Lo que les pasaba a algunos amigos con Madrid, a los más interesantes de entonces. Es verdad que aquella ciudad se supo  poner cachonda y suelta en los años 80. Pero también tan excesiva, tan insomne que, ciertamente, Madrid les mataba. Nos mataba. Algunos nos salvamos, fuimos supervivientes y ahora podemos asistir un tanto perplejos a un intento de renacimiento de aquellos polvos.

Fue un tiempo en que nos relajamos, nos reímos y pasamos muchos días, muchas noches, en desmadre controlado, en busca y captura de unos tiempos que parecieron divertidos porque tuvieron una adecuada dosis de banalidad. Pero, después de la juerga, después de la pompa y circunstancia del “Sol”, después de unas noches acompañados de risas y cuerpos que ya  no reconocemos, después de todo aquello, la llamada movida había sido lo mismo de antes pero con más pijos. Tenían su punto. Sí, aquellos tiempos de “pijolandia” y macarras modernos de provincias que se vinieron a vivir en un Almodóvar, podías pasar la noche en nocturna conversación, o inspiración, con quién aguantara hasta el amanecer. Aquello parecía un cambio. Quitaba peso a los años más ideológicos. Y había un alcalde insólito, que hablaba mejor latín que francés. Al menos eso dijo Patricia Highsmith. ¿O era inglés en lo que intentaron hablar el alcalde Tierno y la rara Patricia? Es igual, el profesor que siempre vestía con tres piezas y que gustaba de mirar a las chicas, era un excéntrico divertido, siempre que no tuviéramos que juzgar lo arbitrario, maligno, que era en otras cosas.

Ahora estos subvencionadotes de festivales solidarios, de diversiones controladas, de exposiciones prescindibles y de otras cosas del montón- ¡todo vale!- se han empeñado en rescatar a los restos de aquellos fuegos de artificio. Hoy todo queda un poco al estilo “mira quién baila”. Cuando me contaron que uno tan listo, tan superviviente y encantador Oscar Ladoire participaba en aquello, me pareció que la historia sólo se repetiría como esperpento. Más o menos como  cuando ahora nos convocan a bailar con las mismas músicas de aquellos años. Ya sabía yo que acabaríamos moviéndonos con esa música para camaleones. Una noche de estas me escapo al Sol… Gran ganga, gran ganga, soy de Teherán, calamares por aquí, boquerones por allá.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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