Sergio Ramírez
El fantasma se cubre con un antifaz y usa un extraño traje que más bien parece de buzo, botas, y dos poderosas pistolas al cinto donde luce la temible calavera que lleva también en el anillo, y que queda grabada en el rostro de sus enemigos al ser noqueados en combate. Y cuando sale de la selva y entra en la civilización, va metido en una gabardina, y lleva sombrero y anteojos oscuros, sin faltar a su lado Diablo, al que lleva atado de una correa. Nadie puede ver nunca su rostro, y es hombre de pocas palabras.
Su guardia personal son los temibles enanos Bandar, armados de mortíferas cerbatanas, y con el jefe de policía se comunica, y es lo que más me gustaba, llegando a través de un túnel hasta una caja de hierro ubicada en la oficina de aquel, donde dejaba sus mensajes. En tiempos coloniales, era un jefe de policía blanco. Luego, tras la independencia, era ya un africano. No olvidemos que el tiempo pasa de otra manera para los superhéroes, o no pasa nunca, siempre es el presente y sus circunstancias históricas.
Cuando visita a su novia Diana en Estados Unidos, entra subrepticiamente por la ventana, y va a acostarse en un jergón de paja siempre listo para él en un cuarto de la casa. La suegra, medio puritana, no lo tolera. El tío David, por el contrario, lo adora. Nadie nos ha dicho sin embargo, si a oscuras la casa, va a meterse al lecho de Diana, y es sólo Diablo el que se queda en el jergón. El misterio siempre manda.