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Espérame en Siberia, corazón

Por 9 de abril de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

La lucha contra el calentamiento climático, además de positivamente inútil, esconde un misoneísmo disfrazado de Amor a la Tierra. Dos recientes estudios, uno del Hadley Center británico y otro de Arpège, han diseñado un mapa de Europa al que no le falta atractivo. Añado que ambos centros son rigurosamente científicos. El francés, por ejemplo, pertenece a Météo France, el centro meteorológico gubernamental.

Según el mapa inglés, París pasaría a tener el clima de Córdoba. Ante semejante peligro, el ingeniero exclama: "Los pisos orientados al sureste serían inhabitables en verano". Es una magnífica noticia para los cordobeses que viven en pisos orientados al sureste. Ahora ya saben que no habitan. En el mapa francés, sin embargo, París queda a la altura de Burdeos, una bendición para los parisinos: tendrán menos lluvia, más sol y un vino óptimo.

Según los ingleses, Londres pasaría a gozar del clima de Lisboa. No se puede pedir más. Y según los franceses, el de la costa bretona, lo que no trae consigo mucho cambio. Algunas ciudades ganarían la gloria, como Berlín, que, dicen los franceses, pasaría a la atmósfera de Roma. O Viena, que para el Hadley Center se situaría en las temperaturas de Valencia. Sinceramente, el mapa no asusta a nadie, sino todo lo contrario. ¿Por qué entonces tanto revuelo?

La respuesta la da Stéphane Hallegatte, el ingeniero de Météo France entrevistado: porque las inversiones en climatización y adaptación del hábitat serían gigantescas. ¡Billones de euros!, dice. Pues, ¿cuál es el problema? Precisamente estas inversiones son el acicate económico que está esperando Europa. ¿O acaso no son las colosales inversiones en carreteras, represas, túneles o aclimatación los motores de la empresa privada? Lo que anuncia el cambio climático es un negocio escandaloso para las grandes compañías con ministros infiltrados en los respectivos gobiernos.

Por cierto, Barcelona pasaría a tener el clima de Túnez o Argel. Madrid, en cambio, no se mueve o como mucho se acerca a Atenas. ¡Toma agravio!

Artículo publicado en: El Periódico, 7 de abril de 2007

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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