Sergio Ramírez
Dejo las temas bíblicos, a los que entré inducido por mis lectores, recordando la historia del patriarca Abraham y de su esposa Sara, que nos cuenta el libro del Génesis, el mismo donde se halla escrita la historia de Lot y sus hijas. Abraham y Lot, que eran hermanos.
Como Abraham era un pastor nómada, acampaba en distintos lugares. Y donde iba llegando, concebía la estratagema de proclamar que Sara, su mujer, era más bien su hermana, manera solapada de ofrecerla carnalmente a algún rico y poderoso varón, a cambio de lo cual lograba un rico botín de “ovejas, y vacas, y asnos, y siervos, y criadas, y asnas y camellos”.
Así lo hizo cuando llegaron a los dominios del Faraón, y sus razonamientos vienen a ser bastante cínicos: como tú eres hermosa, le dice a Sara, van a querer matarme para tenerte a ti, si saben que eres mi esposa, así que mejor digamos que eres mi hermana. Y el truco le sale bien por todos lados: preserva su vida, y se hace rico a costilla de los favores que Sara le prodiga al Faraón.
Pero Sara no se andaba tampoco con remilgos. Como resulta que era ella estéril, mete a su esclava Agar en la tienda del marido, para que pueda tener descendencia. Pero después le coge celos a Agar, y la manda al destierro junto con el hijo que ha tenido.
¿Y el rey David? Se enamoró de Betsabé, la bella esposa de su general Urías, y no le bastó el adulterio. Para quedarse con ella provocó que Urías pereciera en batalla.
Historias que estremecen por su terrible belleza. Leer la Biblia como novelista, es mucho mejor que leerla como teólogo.