Sergio Ramírez
Perdedores. William Faulkner, alcohólico, una y otra vez despedido por los estudios de Hollywood donde se ganaba la vida como guionista. Cuando recibió el Premio Nobel de Literatura ninguna de sus novelas había vuelto a ser impresa, y faltaban por tanto en los estantes de las librerías de Estados Unidos. Cuenta Faulkner, si mal no recuerdo en la legendaria entrevista que concedió a la revista Paris Review en 1956, que sentado una tarde en la banca de un parque de Jackson, Mississipi, se dedicaba a escribir, cuando pasó una señora respetable de la comunidad, y le preguntó qué hacía. “Escribir una novela”, respondió Faulkner. “¡Qué horror!” exclamó la dama, y se alejó, escandalizada.
John Kennedy Toole, nacido en Nueva Orleáns y bautizado con un nombre, como se ve, equivocado, nunca encontró una editorial que quisiera aceptar el manuscrito de su novela La conjura de los necios, y se suicidó de decepción literaria en 1969, a los 32 años de edad. La necia insistencia de su madre hizo que un profesor de la Universidad de Tulane, Walker Percy, leyera el manuscrito y el libro se publicó por fin en 1980, ya ven, 11años después del suicidio. Hasta entonces fue reconocido en toda su genialidad, al punto que recibió de manera póstuma el Premio Pulitzer. Cómo no sería Toole un perdedor, que lo premiaron ya muerto.
La humanidad no sería nada sin los perdedores. En fin, podemos seguir, si quieren, y hacer más larga esta lista con ayuda de ustedes, que sabrán de otros nombres que poner en ella.