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No es no

Por 2 de marzo de 2016 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Sergio Ramírez

Evo Morales no es de ninguna manera el malo de la película. Pese a su tendencia autoritaria, ha gobernado con buen suceso un país de tradición caótica, signado por golpes de estado, dictaduras militares y repetidos periodos de inestabilidad; y los resultados de su gestión económica y social son notables en cuanto a la disminución de la pobreza y el manejo de las finanzas públicas, reivindicando, además, la soberanía de los recursos naturales del país.

El problema es que después de tantos años de gobernar sin adversarios capaces de desafiar su liderazgo, quiso reelegirse otra vez; pero al someterlo a un referéndum, la mayoría ha respondido que no. Una pregunta hecha sin trampas, hay que decirlo en su abono, porque los votos del no y del sí fueron contados de manera transparente, aun siendo la diferencia ajustada.

Los resultados del referéndum prueban que el viejo fantasma del fraude está volviendo a su sarcófago en América Latina, como antes en las elecciones argentinas que perdió el candidato la señora Kirchner, o como en las elecciones legislativas en Venezuela, donde el chavismo fue derrotado de manera abrumadora.

El presidente Correa del Ecuador, ha anunciado que no se presentará más como candidato, lo cual lo quita, dichosamente, de la lista de quienes pretenden quedarse para siempre sentados en la silla presidencial; así se devuelve la normalidad al ejercicio democrático, que pasa necesariamente por la alternabilidad. Y esa normalidad se reafirmará mejor cuando gane la oposición; en Ecuador, en Bolivia, en cualquier parte.

Una de las maneras de tomar la medida de estadista a un gobernante es fijarse bien cómo se comporta frente a la derrota. Lo peor es cuando no la acepta del todo, y recurre a falsear los resultados, o simplemente a desconocerlos, secuestrando o mandando quemar las urnas, como en el pasado no tan lejano. Pero también hay que fijarse en cómo justifica la derrota.

Que Evo diga que ha perdido la batalla pero no la guerra, es una respuesta lógica. Su partido oficial, el MAS, sigue siendo mayoritario y lleva ventaja frente a una oposición todavía dispersa y debilitada, y con un candidato joven bien puede ganar en las elecciones presidenciales de 2019, tomando ventaja del apoyo popular que los programas de gobierno tienen. El voto adverso del referéndum ha sido contra la reelección, para cerrar las puertas, con buen juicio, a la pretensión  de un caudillo en ciernes que buscaría siempre las maneras de quedarse uno y otro período.

Pero también afirma que perdió el referéndum por causa de una "guerra sucia", provocada por la derecha, y "de una conspiración externa e interna", en la que no falta la mano del imperialismo, repitiendo lo que pocos días ante se había adelantado a expresar el presidente Maduro, quien atribuye la derrota legislativa de su partido a las mismas causas, cerrando los ojos frente a la debacle provocada en Venezuela por la corrupción y su ineptitud.

Son respuestas que no corresponden a un estadista, y al fin y al cabo irrespetan al electorado. La mayoría de quienes votaron no, está lejos de hallarse compuesta por oligarcas, millonarios y burgueses reaccionarios, numéricamente una minoría; entre los votantes que negaron a Evo la posibilidad de reelegirse hay, necesariamente, gente de clase media, empleados públicos, y también proletarios, campesinos, y, por supuesto, indígenas. Muchos son beneficiarios de los programas sociales del gobierno, pero no por eso traidores.

También atribuya su derrota a un "resurgimiento del racismo". ¿Las etnias quechuas y aimaras, que forman la mayoría de la población boliviana, racistas contra ellas mismos? Si algo ha conseguido el país en estos años es que la población indígena se sienta protagonista de la historia, y vuelva por su dignidad sojuzgada.

"Vamos a evaluar los mensajes de las redes sociales, donde las personas no se identifican y hacen daño a Bolivia", ha dicho también Evo, y que "las redes sociales son como si todo se fuese por la alcantarilla"; en esto último no deja de tener razón, algo sobre lo que Umberto Eco llegó a filosofar.

Pero amenazar con una revisión del espacio de las redes sociales, culpándolas de ser parte de la conspiración de la derrota, es ir en contra de la libertad de expresión. Desde ellas se promueve un constante debate de ideas, se contrastan opiniones y se conocen asuntos que el poder quiere mantener ocultos, y que de otra manera no surgirían a la luz. Forman el gran espacio de libertad de nuestro tiempo.

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Sergio Ramírez

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942). Premio Cervantes 2017, forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia), Castigo divino (1988; Premio Dashiell Hammett), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra literaria, y en 2014 el Premio Internacional Carlos Fuentes.

Su web oficial es: http://www.sergioramirez.com

y su página oficial en Facebook: www.facebook.com/escritorsergioramirez

Foto Copyright: Daniel Mordzinski

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