Sergio Ramírez
Las estrellas que un día manejó, como Alí, Foreman, Frazier, Sugar Ray Robinson, Mike Tyson, ya no existen, o se le fueron para siempre de las manos. Todos se le rebelaron. Tyson lo demandó por estafa en cien millones de dólares; Alí por más de un millón de dólares.
Y son incontables sus muertes y daños, habrá dicho, suspirando, Rubén Darío, desde su pedestal, al ver pasar la caravana del visitante ilustre que acudía a una entrevista oficial con el presidente Ortega en la Casa de los Pueblos, vecina a la estatua del bardo. En 1992, una comisión del senado de Estados Unidos lo investigó por sus lazos con el capo de la mafia John Gotti. Ya había matado de un balazo por la espalda a un hombre llamado Hillary Brown, cuando trataba de robar uno de sus casinos de juego, y luego mató a golpes y patadas a otro, Sam Garrett, porque le debía seiscientos dólares.
Durante la ceremonia en la Casa de los Pueblos, el inefable Don King dijo: "he humillado mi corazón ante el presidente Daniel Ortega…cuando me siento acá esta noche a la par de los Campeones y el Hacedor de Campeones, mi corazón se regocija…". A su vez, el presidente llamó al huésped de honor, "mensajero del deporte y de la paz".
En 1998 la serie de televisión South Park presentó un episodio en el que Jesús y Satán se enfrentan en una pelea de boxeo para decidir el conflicto eterno entre el bien y el mal. No se apuren en adivinar. Quien representaba a Satán, con guantes y todo, era Don King.