Sergio Ramírez
No veo, pues, que la reducción de argumentos y personajes en el mundo de Disney pueda ser de otra manera que lineal, tomando en cuenta el público al que sus películas e historietas están destinadas. El Capitán Garfio, por ejemplo, el enemigo de Peter Pan, que es el clásico villano, dibujado con cara y aire siniestros, o la madrastra de Blanca Nieves, angulosa y avinagrada, que no tiene el menor remordimiento a la hora de administrar la manzana envenenada. Y tampoco faltan los contrastes extremos que el público siempre disfruta, la bella y la bestia, la bella y el jorobado.
Y hay también un patrón del gusto público masivo que la gente de Disney no pretende contradecir, y conforme ese patrón los malos deben recibir su castigo, y los buenos deben ser premiados. Pero pasa también en Hollywood, fuera del mundo de Disney, donde una estupenda película resulta arruinada por las concesiones comerciales que el director debe hacer al final a los estudios. Como Diamantes de sangre, de Edward Zwick, por ejemplo, que termina de verdad cinco minutos antes de su final lleno de simplezas sentimentales y donde los malos no se quedan sin su merecido como quiere la vindicta pública, entre la que todos nos contamos. Y es lo mismo que ocurre en las telenovelas.