Sergio Ramírez
La máquina del tiempo de H.G. Wells no refleja sino nuestra ambición de saber como será el futuro, o la de regresar al pasado. La mueven los mismos resortes que nos llevan a desear ser invisibles, ser jóvenes para siempre, resucitar a otra vida. Comprobar como nos recordarán en el futuro, si es que nos recordarán del todo. ¿Trascenderemos, sabrán de nosotros dentro de un siglo, o seremos olvidados por completo? Preocupación sobre todo de quienes tratan de cumplir hazañas en la vida, empezando por las hazañas literarias.
Este último es el tema del extraordinario relato Enoc Soames, escrito por Max Beerbohm (1872), y que forma parte del libro Siete hombres (Alfaguara, 2007). Un poeta de ínfulas, y presencia siempre enojosa, se encuentra en un pequeño restaurante de Londres con el diablo un 3 de junio de 1897, y pacta con él que lo traslade al futuro. Quiere hacer un viaje de un siglo, y hallarse ese mismo día en la sala de lectura de la biblioteca del Museo Británico, hasta la hora misma del cierre, para revisar los ficheros y averiguar que se dice de su nombre y de su obra en libros e enciclopedias.
El favor le cuesta, por supuesto, el alma, que debe entregar a su gratificador al regreso del viaje que le permitirá satisfacer su curiosidad por el destino que el futuro depare a sus poemas. O más que su curiosidad, su ambición desgarradora de saber si la posteridad tiene algún premio para él. Lean también esta historia.