
Sergio Ramírez
Kellie Picker, la famosa rubia, estrella de El ídolo americano, concurrió a un programa de televisión a competir en conocimientos con niños de quinto grado de primaria. Lo cuenta Patricia Cohen, en un artículo del New York Times y ustedes lo pueden ver en You Tube.
En una pregunta que valía 25 dólares, debía responder de cuál país de Europa es capital Budapest, y ella se quedó perpleja, para después responder: "yo creía que Europa era más bien un país…". Cuando recurrió a la respuesta correcta de uno de los niños, se quedó aún más perpleja: "¿Hungría? Había oído de Turquía, pero nunca de Hungría….", dijo. Vale la sinceridad.
¿Tiene la ignorancia que ver con la felicidad, o con la ambición de felicidad, lo cual nos crea mundos planos, sin complejidades intelectuales? Es lo que se pregunta Eric G. Wilson en su libro Contra la felicidad, y advierte que "la obsesión en Estados Unidos con la felicidad, puede llevar a una súbita extinción del impulso creativo, que puede resultar en un exterminio tan horrible como el que amenazan provocar el calentamiento global y la proliferación nuclear".
Es decir, el exterminio de la inteligencia a manos de la banalidad, enemiga gratuita, y aviesa, del conocimiento.