Sergio Ramírez
Esta es una historia de mi yerno. Almorzaba tranquilamente con su mujer y sus hijos en su casa un soleado mediodía de Managua, cuando se iluminó el teléfono celular con una llamada en clave de La Viuda Alegre; es mi nieta quien maneja los artilugios del teléfono para cambiar a su gusto las melodías. Al otro lado había una voz melodiosa, no de esas robotizadas, sino real. Con entusiasmo, la muchacha le anunciaba la dicha de haber resultado escogido ganador de una promoción de lujo promovida por la tarjeta de crédito a la que está suscrito.
Un premio siempre es un premio, y el almuerzo se detuvo. Pero se detuvo aún más, cuando la alegre voz pasó a explicar en qué consistía el premio: un descuento especial en cualquiera de las tres categorías de funeral de lujo que ofrecía una compañía de pompas fúnebre de Managua: presidencial, ejecutivo, y un tercero que no recuerdo. Aturdido, mi yerno no acertaba a cortar, que es lo que quería hacer, lleno de ira y de zozobra, y por eso escuchó completa la primera de las ofertas, el servicio presidencial que incluía féretro de bronce con forros de seda, maquillaje clase A, velatorio con misa cantada, carroza fúnebre tipo limosina… todo un más acá, aparentemente mejor que el más allá.
Ahora mantiene apagado el celular a la hora del almuerzo.