Basilio Baltasar
Cuando Bogart encañona al policía francés de Casablanca, en el aeropuerto, poco antes de emprender juntos esa gran amistad que no vimos representar en la pantalla del cine, el gendarme, esbozando una leve sonrisa, le dice: “estoy seguro de que sabe lo que hace, pero ¿sabe lo que significa?”.
Sin nos detuviéramos de vez en cuando a meditar con seriedad el alcance de esta pregunta, es probable que llegásemos a descubrir en nuestros actos el sentido que hasta entonces nos había pasado desapercibido.
El habitual orgullo de la voluntad suele tratar con desdén el verdadero significado de lo que hace, pero con una adecuada interrogación podría aprovechar la oportunidad que a diario desperdicia. Pues pocas veces llegamos a saber qué significa lo que hacemos.
Masako Ishibashi es una periodista japonesa coautora de Vaya país (Aguilar, 2006) un ensayo colectivo con los juicios, opiniones, chascos y entusiasmos que nos dedican los corresponsales destacados en España.
Con una escueta sutileza, la periodista nos introduce en la tensión dramática que padeció cuando se propuso viajar a España. Su padre, un descendiente de samurais, le tenía reservado un futuro de buena esposa pero ella eligió abandonar Japón. Masako alude a la decepción del padre y a la cortesía que tuvo con su hija evitando todo reproche.
En el avión, durante el largo vuelo hacia Madrid, Masako dejó por descuido en el lavabo la sortija con una perla que le había regalado el padre. A pesar de las reclamaciones a los pasajeros, ninguno devolvió el anillo. El gesto accidental ya hubiera sido suficiente para entender lo que estaba ocurriendo pero, por si acaso, Masako cometió otro descuido revelador: perdió bajo los asientos del avión la pluma que le había regalado su padre.
Con ternura, la periodista nos cuenta que el hombre murió poco después sin que ella hubiera podido decirle cuánto lo amaba.