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El amigo alemán

Por 13 de febrero de 2007 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Uno emprende aventuras serias por las razones más insensatas. Yo aprendí a hablar en alemán por culpa de Wim Wenders y Werner Herzog. Corría 1979, y habiendo concluido la escuela secundaria y mis estudios de inglés quería probar suerte con un nuevo idioma. El japonés era una tentación. (Por culpa de Kurosawa, como imaginarán.) Pero la complejidad que entrañaba el aprendizaje no sólo de la lengua, sino además de los ideogramas que la contienen, me pusieron en la senda de Alemania. Me asustaban menos las declinaciones que los (por lo demás fascinantes) caracteres del idioma japonés.

Por aquel entonces ya había visto las primeras películas de Wenders. Guardo el mejor de los recuerdos de Alicia en las ciudades y de El amigo americano. Y también me habían seducido -o me seducirían en el futuro inmediato- películas de Herzog como El enigma de Kaspar Hauser, Aguirre, la ira de Dios y hasta la remake del Nosferatu de Murnau. Ahora que miro hacia atrás, se me ocurre que el temperamento melodramático y la debilidad por los personajes extremos me acerca más a aquel Herzog que al Wenders que trabajaba la idea de la identidad en peligro. Pero en fin, Wenders amaba el rock and roll (de hecho declaró alguna vez que esa música le había salvado la vida) y yo también, le gustaba viajar al igual que a mí y estaba enfermo por el cine como yo. (Sólo hay que ver En el transcurso del tiempo para entender la hondura de su cinefilia.)

Así que opté por el alemán, nomás.

Casi treinta años después, Wenders ya no filma nada interesante. Herzog persiste en su búsqueda personal, me consta aunque no haya visto ninguna de sus últimas películas-aventura. Del cine alemán de hoy conozco poco y nada. De Tom Tykwer sólo vi La princesa y el guerrero, que me pareció una idea brillante perdida dentro de un film que no estaba del todo a su altura. Ahora se despertó mi interés por Las vidas de los otros, un film alemán que aspira al Oscar a la Mejor Película Extranjera; todo el mundo dice que está muy bien. Y por supuesto admiro a Michael Haneke, a pesar de que es austríaco y de que últimamente (tanto en La pianista como en Caché) filma en francés: es el único a quien considero a la altura de aquellos maestros de los años 70 y 80.

Treinta años después yo tampoco soy el mismo. Los cinco años dedicados a estudiar alemán han perdido su lustre por falta de uso. Un idioma es un músculo que sólo se mantiene en forma mediante el ejercicio, y en todo este tiempo casi no he concurrido al gimnasio adecuado. Ojalá la inmersión forzosa en su música me lo refresque: ayer llegué a Munich para una lectura de Kamchatka en el Instituto Cervantes, hoy estaré en Karlsruhe, mañana en Bremen, el jueves en Berlín y el viernes en Hamburgo. (Esto va para Hjorgev, que pedía datos sobre mi paso por estas tierras.)

Mi madre se contagió de mi entusiasmo por aquel entonces y se puso a estudiar alemán en el Goethe Institut de Buenos Aires. Para cuando murió, había aprendido a hablarlo bastante bien. Hay cosas que no perdemos ni siquiera con el desgaste del tiempo. Tengo la fantasía de que buscaré algún sitio en Berlín que haya servido de escenario a Las alas del deseo (en el film hay una pared que se ve detrás del anciano narrador y de uno de los ángeles, donde se lee: figueras), para quedarme allí por un rato, hasta asegurarme de que mi ángel-madre haya oído todo lo que mi corazón tiene para decirle.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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