Basilio Baltasar
El pelo rizado que enervaba el aspecto de su cabeza le obligó a usar un potente fijador de cabello. Al parecer fue una condición para conseguir la plaza vacante en Las Cortes. Según comentaba su jefe, no conviene descuidar la apariencia de un bedel pues su oficio es estar disponible y, al mismo tiempo, pasar desapercibido.
Es un arte –añadió.
Fijándose en los habituales miembros del hemiciclo, el bedel recién contratado comprendió que el arte lo cultivan también los diputados españoles.
Se sorprendió muchas veces a sí mismo, mientras llevaba un vaso de agua a la tribuna, contando cuántos de aquellos representantes se habían dado a conocer.
Quizá –pensaba- su misión se parezca a la mía: no llamar la atención y acudir cuando se nos necesita.