Jean-François Fogel
El viernes 9 de febrero, por la mañana, Sam Jordison, que se dedica a un poco de todo incluyendo a escribir críticas de cine, hizo lo que hacen muchos visitantes del sitio del The Guardian: entregó un post al blog de libros para dar su opinión. Su opinión era negativa. «No soporto a Henry James» es lo que tenía que decir. En mi opinión, lo dijo mal, sin convencer, sin abrir el abanico completo de la oferta de James. Pero no importa, lo que me parece apasionante es el resultado de su última frase: una invitación a los lectores del blog a expresar abiertamente, en sus comentarios, sus odios hacia los maestros reconocidos de la literatura. Hoy, miércoles, ya superamos 400 comentarios. Algo descomunal y expresado con una pasión tan sincera que merece una lectura a fondo.
Pedir a una persona el nombre de sus autores favoritos no tiene interés. Pero sus rechazos, sí, son de suma importancia; vienen desde muy lejos, expresan su ser íntimo. No puedo creer la intensidad de lo que escriben desconocidos en sus comentarios para aplastar a autores. Hace tiempo que no veía algo tan sincero y auténtico. El placer en el momento de decir «¡este, no!» es claramente un rasgo humano muy compartido. Lo negativo nos moviliza mucho más que lo positivo. Siempre fue así: Dante, que tanto talento tenía para pintar al infierno, disminuyó mucho al momento de ofrecernos un retrato del paraíso.
El post de Jordison me recuerda una de mis radios favoritas: accuradio. Es una radio en línea que ofrece más de 300 canales distintos. Es gratuita, tiene una oferta de jazz impresionante, pero lo mejor de todo es la posibilidad de intervenir sobre la programación. El auditor puede elegir los artistas de manera negativa. Decir cuáles son los que nunca va a oír, que hay que borrar para siempre de la programación.